30 de octubre de 2015, 22.32 horas. Club Colectiv de Bucarest. El grupo Goodbye to Gravity presenta allí sú nuevo, será el último…, album y preparan una sorpresa con fuegos artificiales durante la actuación. Pero, en lugar de eso y debido a materiales altamente inflamables como la espuma de poliuretano y la ausencia de ignífugos, se declara un incendio devastador. Tampoco hay extintores operativos y tan solo una pequeña salida abierta apenas por la mitad.
Cuando las entre 200 y 400 personas que estaban dentro se dan cuenta de que no es pirotecnia, sino fuego real, la desbandada es aterradora. 27 jóvenes, entre ell@s cuatro de los cinco componentes del conjunto musical, mueren al instante y hay 180 heridos. Y esto – registrado con imágenes tan elípticas como impactantes, en este documental demoledor – será solo el principio…
Lo que sigue es la rueda de prensa de las familias de las víctimas. Lo que sigue son 37 muertes más debidas, no sólo a las quemaduras, sino a las bacterias hospitalarias. Bacterias letales que se hicieron fuertes porque el biocida, de una empresa Hexi Pharma, que debía eliminarlas estaba tan diluído que no funcionaba.
Esto pese a que los responsables estatales recibieron informes al respecto. Esto ocurriendo en todos los hospitales del país, gestionados por gerentes tiránicos, indeseables y mafiosos. Centros que mantenían Unidades de Quemados sin saber cómo tratarlos, sin limpiarles las heridas que se llenaban de gusanos.
Esto en nombre de una corrupción generalizada y mafiosa, que arrancaba desde las más altas instancias, cuyo impío modus operandi retrasaba los traslados de enfermos a otros países cercanos donde hubiesen salvado sus vidas. Estas revelaciones terribles surgieron de la investigación, retratada aquí, de tres periodistas – ¡¡¡de un diario deportivo!!!, dos hombres y una mujer, Mirela Neag, coordinados por uno de ellos, Catalin Dolontan – inasequibles al desaliento en su búsqueda de la verdad en despachos, redacciones, ruedas de prensa, reuniones con familiares, cuyas informaciones – junto a las protestas de padres y madres, de la ciudadanía justamente airada – hicieron dimitir a un ministro y a un gobierno. Y ese final… Hasta aquí puede leerse.
Todo esto y mucho más nos es narrado sobria, seria y rigurosamente en esta coproducción entre Rumanía, Luxemburgo y Alemania, de 109 minutos de metraje. Escrita, junto a Antoaneta Opris, fotografiada y filmada por Alexander Nanau, cosecha del 79, que sigue la estela del excelente cine de su país y del talento de colegas tales como Cristi Puiu, Cristian Mungiu o Calin Peter Netzer entre tant@s otr@s. Su música la firma Kyan Bayani.
Precedida de las mejores referencias y de premios tales como Mejor Documental Europeo, tiene dos candidaturas al Oscar al Mejor Documental y a la Mejor Película Internacional.
No se la pierdan.