‘Quo Vadis, Aida?’: Limpiezas étnicas

Quien esto firma, visionó ayer esta película – con cuatro personas más en la sala, ya que su único pase del fin de semana tuvo lugar a la hora de la máxima canícula en estos días de calor inclemente – bajo los impactantes efectos de los feroces bombardeos israelíes sobre la franja de Gaza contra la población civil desarmada e indefensa que, entre otras vidas valiosas, todas lo son, han costado las de la joven periodista Reema Saada, embarazada de cuatro meses, junto a su familia e hijos menores, de 4 y 2 años, y las del prestigioso neurólogo Moeen Alaool – uno de los pocos con los que contaban – igualmente junto a todo su grupo familiar.

En tan dramático y brutal, en tan pavoroso contexto, que le añadió aún más horror a lo narrado en este relato fílmico – basado en los hechos reales de la matanza de Srebrenika, aunque se le hayan añadido algunos personajes y situaciones de ficción – tuvo ocasión esta firmante de presenciar la puesta en imágenes de la llamada Masacre de Srebrenica o el Genocidio de Srebenica.

Una infamia asesina que tuvo lugar – como la película documenta con rigor dramatizado – en julio de 1995 durante la inmisericorde y atroz ofensiva serbia contra la indefensa ciudadanía bosnia que inició un éxodo desesperado hacia un espacio presuntamente seguro, un campo de refugiados bajo la protección de Naciones Unidas custodiado por 400 cascos azules.

No todas las personas, miles de ellas, pudieron entrar y la mayoría se quedaron a las puertas. Pero un destacamento del ejército enemigo, el triunfador, sí lo hizo, incumpliendo todos los protocolos al respecto dentro del lugar, al mando del siniestro general Ratko Mladic, un criminal de guerra y de su tropa de asesinos sedientos de sangre y de limpieza étnica.

Todo ello, ha ocurrido tantas veces, ante la pasividad cobarde de unos mandos de la ONU que no defendieron a la gente desarmada e inocente que estaba, como se ha escrito antes, bajo su amparo. Así que, con artimañas e insidias, separaron a las mujeres y niñ@s de los hombres de todas las edades, bajo el pretexto de trasladarles a una de sus ciudades. Y lo demás ya es historia…

La mirada de la guionista, productora y realizadora Jasmila Zbanic, cosecha del 74, es aterradora e implacable, sin anestesia. Filma en carne viva tales atroces acontecimientos, encarnando la tragedia en una traductora del organismo, la Aida del título – una eminente Jasna Duricic- que intenta desesperadamente que su marido y sus dos hijos varones sean integrados como ella en el staff para salvaguardar su seguridad.

Durante todo el metraje vemos a esta mujer valiente, culta y profesora, junto a su cónyuge y colega y los dos jóvenes prometedores, uno de ellos muy frágil emocionalmente, ejercer su profesión en reuniones a la postre ineficaces mientras busca el salvoconducto para su familia…

… Pero también a las multitudes sin nada que perder luchando por su vida y la de l@s suy@s en unas condiciones infrahumanas. Filma con pasión, con intensidad, con rabia, con un dramatismo que crea una tensión insoportable, en una puesta en escena épica y desgarradora, cómo estas personas indefensas e inocentes fueron traicionadas y conducidas, conducidos ellos sobre todo, a un camino sin retorno. Y ese final, cuando todo está perdido, buscando restos e intentando recuperar una vida rota, con nuevas generaciones que suponen la esperanza de un país mejor.

Coproducción entre Bosnia y Herzegovina, Austria, Rumanía, Alemania y Polonia, fechada en 2020, de 104 minutos de metraje. Su guión es de la propia directora. Está fotografiada con excelencia, esas escenas de masas bajo el pulso firme de Zbanic…, por otra mujer Christine A. Maier y su potente banda sonora se debe a Antoni Lazarkiewicz. El reparto, entregado y lleno de talento, es otro de sus grandes activos. Precedida de los más importantes premios y nominaciones, todos le son debidos, formó parte de la Sección Oficial del pasado Festival de Sevilla.

Está dedicada a las mujeres que perdieron maridos, hijos, hermanos, amantes, compañeros, sobrinos, familiares diversos en los más de 8.000 hombres bosnios asesinados a sangre fría.

Duele, y tanto que duele… Pero hay que asomarse a sus abismos y no perdérsela bajo ningún concepto

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