El guionista y cineasta japonés Kiyoshi Kurosawa, cosecha del 55, es conocido como «el otro Kurosawa» porque no tiene ninguna relación de parentesco con su colega del mismo apellido, el inmortal clásico nipón de nombre Akira. También por su contribución, singular y apreciada por la crítica, al cine de terror, entre cuyas referencias confesadas están su admiración por el cine de la Hammer o por referentes como Tobe Hooper o John Carpenter. Al tiempo que se le han reconocido parentescos fílmicos con Kubrick y Tarkovski…
Entre lo más destacado de una filmografía atípica – no exclusivamente dedicada al género citado – estarían títulos como ‘Seance’ (2001), Premio de la Crítica, FIPRESCI, en Cannes y en Fant-Asia, ‘Tokyo Sonata’ (2008), Premio Especial del Jurado Un Certain Regard en Cannes y ‘Viaje a la costa0 (2015) Premio al Mejor Director de la misma Sección del Certamen francés. Fuente: Wikipedia.
La que nos ocupa es una producción japonesa, de 115 minutos de metraje y fechada en 2020, inicialmente realizada para televisión y cuya versión teatral fue distinguida con un Premio en Venecia. La escribe su propio director junto a Ryusuke Hamaguchi y Tadashi Noara. Su sugerente y matizada fotografía se debe Tatsunosuke Sasaki y su banda sonora, tan enérgica como melancólica, la firma Ryosuke Nagaoka. Entre su solvente reparto, destacar el talento de sus protagonistas Yu Aoi e Issei Takahashi. Fuente: FilmAffinity.
Ambientada en vísperas del estallido de la II Guerra Mundial, sigue al director comercial de una importante empresa y a su esposa, una actriz amateur. Durante un viaje de negocios el marido descubre un terrible secreto, que decide hacer público, y eso le convierte en un enemigo y un traidor a la patria. La protagonista, que inicialmente alberga dudas que su cónyuge no quiere aclararle por no comprometerla, se posicionará a su lado afrontando todos los riesgos que tal decisión conlleva hasta las últimas consecuencias.
Lo primero que hay que resaltar es que no estamos ante un film de espías al uso. Ni hay acción, ni vericuetos argumentales, ni climax propios del género. Por el contrario, tiene una tonalidad más moral y existencialista en la que los principios éticos son más valiosos que el compromiso con la propia nación. En la que hay una sutil – todo en el tratamiento, enfoque y puesta en escena lo es – crítica política al peor Japón aliado del fascismo cuyas repercusiones salpican al presente.
En la que horror – escenas casi documentales antítesis de las filmaciones de ficción protagonizadas por la mujer – y elipsis, microcosmo íntimo y macrocosmos de un ejército represor, conviven con un tempo lento pero desasosegante, repleto de ambiguedades afectivas. Podría asumirse como un drama romántico pero… ella es la heroína de la funcíon, también metafóricamente sacrificada en la pira de unos principios justos y necesarios pero que la relegan, en aras de un paternalismo presuntamente protector y a la postre más arriesgado, a un papel a la vez secundario y crucial.
Su mirada, la de la mujer del espía, nos retrata la cara más oscura de su país y también la de la ambivalencia de sus propios cónyuge y matrimonio. Su claridad y pasión se confrontan con el hermetismo masculino. Todo ello envuelto en un clima melancólico, estilizado y desesperanzador. Plena de complejidad y lecturas inquietantes en las que no hay épica a resaltar y el compromiso personal tan justo y necesario, tan plausible, no tiene equivalencia en la esfera privada.
Deberían verla.