Un varón de edad indefinida con el pelo largo, larga barba y largo bigote canosos, alto, delgado, con un look marginal y desaliñado, con un rostro surcado de arrugas y unos ojos grises que aún pueden ser hermosos, deambula por unos pasillos inquietantes, oníricos y tan descarnados como él… mientras se recuerda la efemérides que, cincuenta años atrás, le convirtiera en un icono fílmico y estético, el Tadzio de la viscontiniana ‘Muerte en Venecia’. Que le convirtiera, a sus 15 años, en ‘El chico más bello del mundo’ desde que Luchino Visconti, nada más verlo, durante el casting al que miles de niños se presentaron, para interpretar al personaje que tuvo lugar en 1970 en el Grand Hotel de Estocolmo, supiera que era Él.
Mientras vemos estas imágenes, en las que el realizador italiano le hace desnudarse de cintura para arriba, girar, andar, posar en un ajustado bañador… se nos muestra la realidad del actual modus vivendi de Björn Andrésen, músico e intérprete sueco, cosecha del 55. Una casa ruinosa por la suciedad y el abandono de su titular que ha suscitado la protesta vecinal, y a la que su pareja Jessica Vennberg consigue adecentar y convertirla en un hogar digno. Una mujer que, pese a verse tentada a abandonarlo más de una vez, le quiere en su presente y es – como el propio documental que nos ocupa – muy crítica con las circunstancias que rodearon al nacimiento del mito.
Persona y personaje, esplendor y olvido, gloria y miseria, pasado y presente, proyección pública e intimidad. van alternándose en este fascinante, demoledor, terrible, complejo, caleidoscópico y sereno retrato de un hombre con todas las cargas y oscuridades, con sus fragilidades y sus culpas, con sus carencias y auto destrucción, con sus duelos y su voluntad de indagar en sus orígenes y asumirse con todas las consecuencias.
Entre el ayer y el hoy, entre las imágenes de archivo cinematográficas, estelares – Cannes, el estreno en Londres de la película con la realeza presente – y las familiares – de su propia infancia, de la de sus hijos…- se va componiendo una aproximación poliédrica al Björn Andrésen resultante, a los acontecimientos que le llevaron del tal como era, tal como pudo ser y tal como se nos muestra en el aquí y ahora de las imágenes.
Sus reencuentros con su hija, con su mánager japonés, la locura nipona que desató, el deseo, sobre todo masculino, que le perseguía en París o donde quiera que fuese en su época dorada. Con la mujer que pudo darle la clave de la muerte de su añorada progenitora y de la identidad de su progenitor, con su hermana. Con sus cambios físicos y emocionales, con su timidez, con su vocación musical por encima de todo. Con su condición de objeto erótico, si bien idealizado, pero explotado para el cine. Con el desgarro y el remordimiento por su bebé perdido. La vuelta a París, la vuelta al Lido…
No apela al mito, se encara con el sujeto resultante de tantos vaivenes existenciales, es lo que realmente, y se agradece tanto, le interesa mostrar. Duele, sin hacer sangre, ni juzgar, aunque sea muy crítica, y es profundamente hermosa y emocionante.
Documental sueco, fechado en este año, de 93 minutos de metraje. Escrito y codirigido por Kristina Lindström y Kristian Petri, bellamente fotografiado por Erik Valisten y con una no menos sugerente banda sonora de Anna von Hausswolff.
Se repite, está en Filmin. No dejen de verlo.