El actor, guionista y director de cine y teatro francés, Albert Dupontel, cosecha del 64, que suele escribir y protagonizar todas las películas que filma, tiene en su haber títulos celebrados por la crítica y el público como ‘Nueve meses de condena’ (2013) y sobre todo ‘Nos vemos allá arriba’ (2017), basada en la memorable novela homónima de Pierre Lemaitre, que le valió varios Premios César.
Otro tanto le ha ocurrido a esta que nos ocupa, su última propuesta, que se ha hecho con 7 de los principales galardones franceses citados. Entre ellos, Mejor Película, Dirección, Fotografía, Guión Original o Actor Secundario. Todo ello compitiendo con las para quien esto firma muy superiores ‘Las cosas que decimos, las cosas que hacemos’, de Emmanuel Moret o ‘Verano del 95’, de François Ozon…
Pero, cuidado, que ‘Adios, idiotas’ no es, en absoluto, una película desdeñable. La historia de tres personajes cuyos destinos se cruzan consecutivamente tiene un arranque apabullante, una puesta en escena diabólicamente atractiva en lo visual y una narrativa en cuyo tratamiento se cruzan el drama, la comedia, toques futuristas y el humor negro. Parte de un fatal diagnóstico médico y de un despido.
Parte de una mujer condenada a corto plazo por mor de la toxicidad pulmonar de los sprays de peluquería que utiliza y de un hombre, experto informático, condenado al ostracismo, pese a su cualificación profesional y cuando pensaba ascender, por mor de la apuesta joven de su empresa.
Parte de que ella, a la que el tiempo se le acaba, quiere encontrar al hijo que debió dar en adopción, nada más nacer, cuando contaba con 15 años. Parte de que él intenta acabar con todo y organiza un caos en el organismo público para el que trabaja. Parte de que ella lo presencia y le «chantajea» para que le ayude en su búsqueda.
Parte de que un archivero ciego, sic, entra en escena. Parte de una persecución policial del fugitivo que ha herido involuntariamente a un compañero. Parte de que, de alguna manera, los tres se convierten en antisistemas tan críticos como ingenuos. Parte de que esta firmante no debería hacer más spoilers.
El problema es que la causticidad inicial, el ritmo tan enloquecido y vibrante de que hace gala, se desinfla pronto. El problema es que un guión algo errático, por matizarlo, no acaba de encontrar el tono entre el drama y la comedia. El problema es que, en la segunda parte, la emotividad deviene sensiblería y el ritmo decae sin remisión.
El problema es que no aprovecha un interesante material de partida para hacer el retrato en negro de la inoperancia de una burocracia institucional y de una tan deficiente atención a la ciudadanía como el relato pedía a gritos. O un enfoque más sensible del pathos de la enfermedad terminal y el ostracismo social por la edad o la incapacidad…
…O de la desesperación de una mujer joven que no tiene nada que perder y de un hombre deprimido y prófugo que tampoco… e intenta reconducirlo en una conclusión tan efectista como superficial.
Producción francesa, fechada en 2020, de 87 minutos de metraje. Como se ha escrito antes, su realizador Albert Dupontel es también su protagonista y coguionista, junto a Xavier Nemo. La excelente fotografía está firmada por Alexis Kavyrchine y la vitalista banda sonora, en la que suena un tema en español, por Christophe Julien. En el reparto hay que destacar al firmante, junto a una solvente Virginie Efira y a un enloquecido, y justamente galardonado, Nicolás Marié.
Pero, vamos, que hay que verla.