Paul Schrader, el guionista y cineasta estadounidense, cosecha del 46, que ha escrito y dirigido este filme que nos ocupa, «fue educado en una estricta fe calvinista, que le marcaría profundamente y cuya influencia se deja sentir en toda su obra. De hecho, no vio una película hasta cumplir los 18 años» Pese a lo cual, o precisamente por ello, se graduó en Estudios Fílmicos, se convirtió primero en crítico colaborando en un par de revistas y completó sus estudios cinematográficos en la Universidad de Columbia.
Comenzó su carrera como guionista escribiendo títulos tan potentes como ‘Yakuza’ (1975), de Sidney Pollack, junto a su hermano Leonard, ‘Taxi Driver’ (1976), ‘Toro salvaje’ (1980) y ‘La última tentación de Cristo’ (1988), todas de Martin Scorsese o también, entre otras muchas, ‘Obsesión’ (1976), de Brian de Palma. Fuente: Wikipedia
Tras la cámara, destacamos, dentro de una filmografía con luces y sombras en la que cabe también una precuela de El Exorcista, pero arriesgada y fiel a sus señas de identidad: ‘Blue Collar’ (1978), su aplaudida ópera prima, ‘Cat people’ (1982), ‘Mishima: Una vida en cuatro capítulos’ (1985), ‘El placer de los extraños’ (1990), la muy notable ‘Aflicción’ (1997) y la no menos excelente ‘El reverendo’ (2017), inmediatamente anterior a esta. Fuentes: Wikipedia y FilmAffinity.
En ‘El contador de cartas’ el realizador incide en sus leit motivs de personajes masculinos atormentados por la culpa y en busca de la redención. Incide en la descripción de espacios claustrofóbicos. Incide en el pasado imperdonable. Incide en un clima tan austero como desasosegante. Incide en una sequedad narrativa que resulta intensa y absorbente, pese a su ritmo pausado. Incide, aquí especialmente, en la crítica feroz a hechos reales de la guerra más sucia junto a los imperativos morales, que nos interpelan a tod@s.
Incide también en la soledad y la aflicción, bajo una máscara hierática, de un hombre, que curiosamente dice llamarse Will Tell, o Guillermo Tell, – eminente Oscar Isaac – que aprendió a contar cartas en prisión y que saca provecho de tal habilidad en los casinos y mesas de juego. Pero que, prudente, prefiere no ganar demasiado para no despertar sospechas.
Incide en un protagonista que no tiene un hogar propio, más que pensiones y hoteles a cuyo mobiliario indefectiblemente cubre con sábanas y sogas, meticuloso y maniático. Incide en un personaje masculino que nunca sonríe y que podría pasar por inexpresivo, pero cuyo terrible pasado le alcanza al conocer a un chico.
Un chico – un solvente Tye Sheridan – hijo de un hombre que se convirtió en una piltrafa violenta contra su madre, que les abandonó por supervivencia, y contra él, traumatizado por su experiencia como torturador de prisioneros en la cárcel iraquí de Abu Ghraib, a las órdenes de un implacable coronel militar – visto y no visto Willem Dafoe, del que busca vengarse.
Una salvaje y criminal experiencia de la guerra más sucia de Estados Unidos, que lamentablemente fue real, contra prisioneros en el límite de la indefensión, que Tell comparte y que pretende reparar dándole a este joven la oportunidad de acompañarlo, mientras que tiene un encuentro con una mujer, agente/representante de jugadores – estupenda Tiffany Haddish, pese a su breve intervención – que le removerá otras emociones de muy distinto signo.
El juego es aquí un instrumento, no un medio en sí mismo. El juego es el de unas cartas marcadas por el destino. El juego no está filmado al uso de otros relatos fílmicos del género, no enfatiza derrotas o victorias, pero no está exento de esa tensión interior y esa angustia existencial soterrada que recorre la historia. No hay conflictos en las partidas, pero sí permite la visión de un grupo humano que vive por y para ellas, nómadas e inadaptados, alguno envuelto en la bandera del país. Un grupo humano masculino plural.
Coproducción entre Estados Unidos, Reino Unido y China, fechada en 2021, de 112 minutos de metraje. Escrita, como todas las suyas, por el propio director. Muy bien fotografiada por Alexander Dynan y con una igualmente pertinente banda sonora que firman Robert Levon Been y Giancarlo Vulcano. Mejor Guion en la Seminci vallisoletana, viene precedida de premios y nominaciones que le son debidos.
Es una de las elegidas para debatir en la próxima sesión de nuestra tertulia del miércoles que viene, 12 de enero, a las 19.30, en Casa del Libro Viapol. Aún se exhibe, lamentablemente doblada, en Nervión y Metromar. Consulten horarios y sesiones y VÉANLA CUANTO ANTES. Nadie debería perdérsela.