‘Fire of love’: Sobre el volcán

Una mujer – Catherine Josephine Conrad (1942-1991), conocida como Katia Krafft, física, geoquímica y vulcanóloga francesa cuya vocación se fraguó, siendo adolescente, a pocos metros del Etna – y un hombre – Maurice Krafft (1946-1991), geólogo y vulcanólogo francés cuya vocación se fraguó, siendo un niño, a pocos metros del Stromboli – se conocen en la universidad de Estrasburgo, contraen matrimonio en 1970, deciden no tener descendencia y dedicar sus vidas al…

… estudio de los volcanes en erupción, de los que fueron pioneros. En sus inicios debieron valerse de sus pocos ahorros para acceder a sus objetivos. Luego – cuando sus impresionantes fotografías, documentos, libros y filmaciones de estos fenómenos tan peligrosos rodados a pie de cráter, en paralelo a la lava y con las explosiones ígneas a sus espaldas – suscitaron el interés, no sólo científico sino del gran público, pudieron viajar por todo el mundo siguiendo su pasión.

Katia y Maurice, apodados «los diablos de los volcanes», eran conscientes del peligro que corrían. Eran conscientes de que su vida podía acabarse de un momento a otro, pero no les importaba por el hecho de estar juntos y porque habían accedido, gracias a la proximidad a esas erupciones, a unas experiencias extraordinarias, de imponente majestuosidad, vedadas al común de los mortales.

Katia y Maurice eran científicos y analizaban rocas, residuos, cenizas y la trayectoria de las explosiones. También las anticipaban, porque querían salvar vidas, y por ello alertaron a las autoridades, que ignoraron tales alarmas, para que evacuaran a la población en la del colombiano Nevado del Ruiz que causó en 1985 más de 25.000 muertes humanas y otras tantas, no contabilizadas, no humanas. Aunque esta fue una trágica excepción, evitaron muchas muertes por sus conocimientos y advertencias.

Katia y Maurice amaban y analizaban también los productos desechados por los cráteres y eran compasivos, hay varias escenas de ella al respecto, con los animales víctimas de esa furia incandescente, a la vez devastadora y creadora para el planeta, procedente de las entrañas de la tierra.

Katia y Maurice dividieron a los volcanes en dos categorías: los rojos, más efusivos, predecibles, amables y no tan asesinos y los grises más impredecibles y letales. Kate y Maurice decidieron, al final de sus vidas, centrarse en estos últimos.

Katia y Maurice volvían a casa, a su casa de París, en junio de 1991, cuando fueron alertados de la erupción del Monte Unzen en Japón. Mientras la filmaban y fotografiaban fueron engullidos, junto a 40 periodistas que cubrían el hecho, por un flujo piroclástico. A ella, a él y a todas esas personas está dedicado este documental, una mirada de mujer…

… la de Sara Dosa prestigiosa y galardonada productora y directora estadounidense, especializada en el género, que conoció casualmente la historia de la pareja protagonista y le cautivó el triángulo amoroso, el dramático triángulo amoroso, entre Katia, Maurice y los volcanes.

El resultado es una película fascinante, hipnótica, grandiosa, bellísima y aterradora. Creativa e ingeniosa, además de rigurosa, documentada y objetiva, en su uso de la voz en off, de la animación, de las impactantes imágenes de archivo de los cráteres inmortalizados por la pareja y sus declaraciones a cámara, a los medios… en un retrato lúcido, intenso, apasionado, complejo y poliédrico.

Un documental, tan hermoso como trágico, en el que se rinde un tributo excepcional a dos personas: a un hombre y a una mujer excepcionales en su amor por la tierra, en su búsqueda del conocimiento, en su inmersión durante más de dos décadas en las entrañas de esos volcanes rojos y grises tan amados.

Sobre ellos, sobre sus cráteres, sus detritus, sus lenguas de fuego o grises cenizas candentes, en la primera línea de fuego, nunca mejor dicho en este caso, Katia y Maurice se internaron, asomaron, fotografiaron, rodaron, escribieron y se inmolaron para la posteridad.

Producción estadounidense, fechada en el año en curso, de 93 minutos de intenso y absorbente metraje. La escribe la directora junto a Shane Boris, Erin Casper y Jocelyn Chaput. La fotografía con excelencia, aparte de las monumentales imágenes del archivo de los Krafft como se ha escrito antes, Pablo Álvarez-Mesa y su notable partitura, que suena cuando debe, la firma Nicolas Godin.

No se la, no se lo, pierdan.

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