… O lo que es lo mismo, entre soldados y civiles de los bandos contendientes, este fue el terrible saldo de la llamada Primera Gran Guerra, o Primera Guerra Mundial (1914-1918). Además de – datos del excelente y necesario artículo escrito por Jorge Jiménez en 2018, «Los animales, los otros combatientes de la I Guerra Mundial», en la página Animal’s Health – 11 millones de équidos, 200.000 palomas, 100.000 canes, ratones, canarios, pájaros cantores… utilizados como maquinaria de guerra. Es decir, combatientes involuntarios.
Y de los dos últimos años de este genocidio humano y no humano, centrándose en el primero, da cuenta esta adaptación -la tercera en ser llevada al cine tras la de Lewis Milestone en 1930 y la de Delbert Mann en 1979- de la novela homónima de Erich Maria Remarque, con tintes autobiográficos aunque él recalcara que el protagonista no es su alter ego, sobre las angustia y terribles experiencias de un joven soldado alemán en esta contienda.
Esta firmante no ha leído el libro, ni ha visto las dos anteriores adaptaciones citadas, por lo que únicamente se referirá a la que nos ocupa, una coproducción entre Alemania y Estados Unidos, fechada en 2022, de 147 minutos de metraje. Escrita, junto a Lesley Paterson e Ian Stokell, y dirigida por el guionista y realizador de cine y, sobre todo, de televisión, germano Edward Berger, cosecha del 70.
Su soberbia fotografía se debe a James Friend y su banda sonora, que suena cuando debe, la firma Volker Beltermann. En su eficiente reparto coral y masculino plural, destacamos al protagonista Felix Kammerer y es de agradecer la presencia, en un pequeño papel, de Daniel Brühl, quien también es uno de los productores del filme. Entre sus múltiples reconocimientos, todos le son debidos, destacan 7 Premios BAFTA, incluyendo los de Mejor Película y Dirección y 4 Oscar, incluyendo el de Mejor Película Internacional.
Distribuída por Netflix y estrenada en esta plataforma en octubre del año pasado, ayer lo hizo en la pantalla grande de una de las salas del cine Avenida, con dos sesiones, pero, a partir de mañana, tendrá tan sólo una. Consulten horarios.
Berger se ha centrado en la zona bélica, del Frente Occidental alemán y del norte francés, y en la infantería para mostrar todo el horror y la devastación de la guerra. Toda su suciedad, barro, sudor, sangre y muerte. Toda su capacidad para convertir a chicos adolescentes y veinteañeros – algunos incluso falsificando las firmas de sus progenitores, que partieron a luchar arengados por la épica de la patria y de la «juventud de hierro» que la salvaría – en víctimas y verdugos de otros como ellos.
Filmada en unos paisajes espectrales, sobre impresionantes travelling de cadáveres, sin ninguna intención esteticista, sino de mostrar la dinámica de una maquinaria de destrucción en la que no había tiempo de lamentarse por los caídos. Tan sólo de quitarles la chapa que les identificaba, algunos objetos personales, y los uniformes que lavaban, cosían y planchaban las mujeres para que sirvieran a otros.
Claro que también muestra la camaradería y afecto entre los condiscípulos del protagonista y con compañeros adultos que les sirven de guía en tan precaria supervivencia. Claro que también hay humor, complicidad y empatía.
Pero nunca cae en sentimentalismos porque, se insiste, entre los luchadores de ambos bandos, aunque lo estemos viendo desde el lado alemán, hay tropelías, crueldades brutales, feroces cuerpos contra cuerpos. Incluso, o mejor aún, cuando el enemigo es abatido con sorpresa y ensañamiento. Y miseria, y hambre, y privaciones sensoriales, intelectuales y emocionales.
La angustia, el terror, el miedo y la alienación y despersonalización extrema que experimentan los personajes centrales también las perpetran contra los enemigos porque se trata de morir o matar, porque el fin de ganar una lucha perdida justificaba hasta seguir atacando quince minutos antes del Armisticio…
A este respecto, tal panorama dantesco lo hace contrastar con el refinamiento y el lujo que viven en sus reuniones, trenes o residencias los señores de la guerra. Altos mandos feroces de ambos países que se niegan, u obligan, a firmar una paz deshonrosa y unos acuerdos intolerables, con la excepción tibia , pero excepción, del político socialdemócrata que interpreta Brühl. Arreglos que provocaron aún más odio y otra nueva Gran Guerra aún mucho más destructiva.
Implacable, demoledora y antibelicista hasta su último minuto, hasta sus últimos alientos, ocupa ya por derecho propio, en la opinión de esta firmante, un puesto en el ranking de un género cinematográfico que ha dado tantas obras maestras.
No se la pierdan bajo ningún concepto.