Jaco Van Dormael, cosecha del 57, es un dramaturgo, guionista y realizador belga conocido especialmente por sus filmes ‘Totó el héroe’ (1991) y ‘Mr Nobody’ (2009). La primera, cosechó excelentes críticas e importantes reconocimientos tales como el Premio de la Juventud en Cannes y el César a la Mejor Película Extranjera. Y la segunda, una intensa división de opiniones. Fuentes de esa página fundamental que es FilmAffinity. Tienen en común con el resto de su filmografía, y con esta que ahora nos ocupa, una visión del mundo surrealista e irónica, con toques tanto de inocencia como de perversidad.
113 minutos de metraje. Su guión lo firman el propio director y Thomas Gunzig. Su fotografía, Christophe Beaucarne. Su banda sonora, An Pierlé y su montaje, Hervé de Luze. Su historia parte de la atractiva e irreverente premisa de que Dios existe y vive en Bruselas. De que es un hombre odioso, que maltrata a su mujer y a su hija. De que extrae su omnipotencia de un superordenador, encerrado bajo una llave que siempre lleva consigo en una especie de búnker,a través del cual se divierte acumulando desgracias y maldades sobre el planeta y la especie humana.
Hasta que un día la niña se rebela y entra en la habitación prohibida, desvelando a todas las personas sus fechas de defunción y originando con ello una suerte de cataclismo universal. Para evitar las consecuencias de este acto, huye de casa – asesorada por su hermano mayor y pródigo, Jesucristo, o J.C – a través de una lavadora muy particular. Una vez en la ciudad, elegirá a sus propios apóstoles.
Este, como se ha escrito anteriormente, estimulante e incisivo punto de partida se desinfla progresivamente. Dividida en epígrafes como el Génesis o los libros de los correspondientes discípulos-as , se pierde en las subtramas de las historias personales de cada uno-a de ellos-as desiguales en interés y, además, intolerablemente sexistas.
En efecto, el trato dado a las mujeres, comenzando por la madre y esposa maltratada, aunque le reserve una sorpresa posterior – que no puede, ni debe desvelarse – es denigrante. Vistas a través de la mirada lúbrica y de consumo masculino. Únicamente en función de ellos. Como prostituidas, amantes, cónyuges o sujetos, en uno de los casos, de dudosas perversiones, carecen de identidad propia. Con la excepción del personaje de la menor – una excelente Pili Groyne, Mejor Actriz en Sitges – e incluso ella misma tiene una imagen de Lolita, pintada y maquillada a sus diez años…
Es una pena, porque podía haber cuestionado de paso el patriarcado religioso y divino y lo que hace, por el contrario, es apuntalarlo. Es una pena porque su pretendida iconoclastia se queda en un juguete fantástico y complaciente a lo Jeunet, a lo peor de Jeunet. Es una pena porque también desaprovecha los gags, algunos divertidos, que provoca el conocimiento de la población de lo que le queda de vida. Es una pena, porque también desperdicia la vis cómica y cáustica de su protagonista masculino, el excelente Benoit Poelvoorde. Es una pena, porque tiene buena factura y ciertos hallazgos narrativos que se difuminan.
Lo dicho, lo escrito. Una pena.