Esta película, que no es la más distinguida de su realizador, no tiene nada que ver con los engendros literario y cinematográfico que perpetraron Federico Moccia en el primer caso y Joaquín Llamas en el segundo. No es eso. Pero sí con la diferencia de edad existente entre las parejas de ambos filmes. Para ser más precisa: en las dos, el hombre es varias décadas mayor que la mujer. Así que las connotaciones paterno-filiales y la reproducción de roles sexistas se imponen en una y en otra.
La dirige el conocido y prestigioso guionista y realizador italiano Giuseppe Tornatore – cosecha del 56, ‘Cinema Paradiso’, ‘La mejor oferta’… -, quien también la escribe. Su excelente fotografía está a cargo de Fabio Zamarion y su hermosa banda sonora es del maestro Ennio Morricone. Narra, en 116 minutos de metraje, la historia de una chica, universitaria y especialista en rodajes de acción peligrosos, con una dolorosa pérdida en su pasado y relacionada con su profesor de astrofísica. Obtuvo el David de Donatello de la Juventud.
Una relación esta que data de seis años atrás y que únicamente en el arranque del filme tendremos ocasión de verla plasmada en un cuerpo a cuerpo. El resto, sin desvelar ningún detalle, se desarrolla a través de la tecnología y en unas curiosas coordenadas espacio-temporales, que desafían la lógica y la credibilidad. Ambos amantes están en dimensiones distintas y hasta ahí puede leerse.
Digámoslo sin ambages. El guión es endeble. La reiteración de las comunicaciones entre los protagonistas se deja sentir y pesan. La delgada línea que separa el romanticismo de la cursilería es muy fina. Los secundarios son penosos. El relato tiene graves inconsistencias de fondo. Pretende ser arrebatadoramente sentimental y se queda corto. Está rodado como un drama romántico de qualité y no llega. Le sobran pretensiones y le falta coherencia.
Desde la mirada violeta de quien esto firma, además, sigue la tónica tan sexista -anteriormente citada- de una relación cronológicamente desigual, en la que los años que tenga el hombre no importan. Y es así porque resultan irresistibles, como en este caso, su magisterio y su experiencia. Por ello, galanes septuagenarios son emparejados con actrices a las que casi triplican en edad. Pero a la inversa sería impensable.
No obstante, ‘La correspondencia’, pese a todo, no carece de ciertos empaque, estilo, dignidad y elegancia, unidas a una impecable factura formal. Jeremy Irons es una presencia que se agradece siempre, pero la excelente Olga Kurylenko es quien lleva el peso de la trama.
Puestas así las cosas, ustedes deciden.