Quienes esperen encontrar en esta notable y singular película – coproducción entre Suecia, Dinamarca, Alemania y Marruecos fechada en 2017, de 106 minutos de metraje, escrita y dirigida por el productor, periodista, editor, guionista y realizador de ese país, pero de origen egipcio, Tarik Saleh, cosecha del 72, que está oscura y solventemente fotografiada por Pierre Aïm, Mejor Película Internacional en Sundance, Espiga de Oro, Mejor Director y Mejor Guión en la Seminci vallisoletana, entre otros reconocimientos – vestigios de un thriller convencional, e incluso de cine negro al uso, se sentirán defraudados.
Por descontado que la historia de un detective corrupto, cuya única ambición es medrar en un país cuyas instituciones están tan podridas moralmente como él, narrada en 10 determinantes días de enero de 2011, que culminaron en la llamada Revolución Blanca, cuyos modus vivendi y operandi se ven cuestionados por un crimen, dos cantantes y la única testigo, es un relato de una oscuridad aterradora y cine político, y de denuncia sin clichés, por derecho propio.
Saleh traza aquí un impío retrato de una urbe corrompida hasta en sus cimientos en la que la vida humana no vale nada, en la que todos extorsionan, sobornan, explotan y medran a costa de los demás. Masculino plural pues las mujeres, aunque tengan voces maravillosas y talentos musicales, son rehenes de la trata y prostituidas debiendo, a su vez, recurrir a vías ilegales para sobrevivir, sin conseguirlo… Pues ellas son víctimas de los verdugos y de sus víctimas.
De una urbe en la que el clima mafioso de los bajos fondos alcanza a todas los estratos sociales y a todas las instancias. De una urbe en la que quienes se rebelan son aplastados y asesinados por los esbirros al servicio de los poderosos. De una urbe en la que entre los propios inmigrantes hay jerarquías y abusos de poder. De una urbe sin ley, ni orden, ni ética, ni valores, ni principios. De una urbe en la que no deja títere con cabeza, lo que lleva tanto a la revuelta colectiva como a la individual del protagonista.
Poco importa, al menos para quien esto firma, que el guión sea tosco, que haya bajones de ritmo y que determinados personajes y situaciones no sean desarrollados o resulten esquemáticos. Su verdadero mérito es su clima, su atmósfera tan perturbadora y desasosegante y el material que maneja, ya descrito, que su firmante conoce de primera mano.
Es una de las elegidas para debatir mañana, miércoles, 4, en la próxima sesión de la tertulia de cine Luis Casal Pereyra. Véanla ya y, luego, allí mismo, podremos comentarla. Pero, en cualquier caso, no se la pierdan.