Corría el año de gracia de 1956 cuando comienza esta película – producción norteamericana 120 minutos de metraje, basada en hechos y personajes reales, firmada por la directora y productora de cine y televisión Mimi Leder, cosecha del 52, con títulos en su haber como ‘El pacificador’ (1997) o ‘Cadena de favores’ (2000), con una fotografía luminosa de Michael Grady y una trepidante banda sonora de Mychael Danna – con un arranque poderoso en el que los pasos firmes de cientos de hombres, enfocados desde sus pantalones y zapatos impecables…, contrastando con los de la falda con vuelo, medias y tacones bajos igualmente impecables de una sola mujer, la protagonista, se encaminan hacia la Facultad de Derecho de Harvard, una de las cumbres del saber legislativo de los Estados Unidos.
Más tarde, sí descubrirá que tiene a ocho compañeras más en su clase. En una clase. de la Facultad citada, en la que el profesor apenas atiende a sus peticiones de responder las preguntas que formula, priorizando a los alumnos varones. Y cuando lo hace, con la respuesta correcta, recibe un trato vejatorio.
Como lo es el que el decano invite a las alumnas a una comida para formularles la pregunta que nunca les haría a sus pares masculinos, sobre sus motivos para estudiar la carrera, y humille a algunas cruelmente porque, según él, no ha recibido las respuestas adecuadas. O que se refiera únicamente a las características y señas de identidad de «El hombre de Harvard»
Este era el tiempo, la época y el país en el que las mujeres estaban destinadas a asumir sus roles patriarcales de género sí o sí. Este era el tiempo, la época y el país en el que no eran ciudadanas iguales ante la ley, sino que dependían – hasta para sacarse el carnet de conducir – de los hombres. En el que se aceptaba – la propia Unión por las Libertades Civiles – la discriminación étnica, pero no la sexual. En el que a una letrada brillante e inteligente se le cerraban las puertas de todos los bufetes de abogados. En el que…
Mimi Leder lo describe muy bien aquí. Y también es un acierto la elección de la protagonista – que es una mujer extraordinaria en la vida real, la magistrada Ruth Bader, cosecha del 33, con 85 espléndidos años – que tuvo a su lado a un hombre igualitario y nada común para el tiempo que le tocó vivir, el abogado Martin Ginsburg, con quien contrajo matrimonio en 1954. Con el que lo compartió todo: hija e hijo, trabajo doméstico y algunos casos como el paradigmático que narra la película que, paradójicamente, afectaba a un hombre discriminado en función de su género, pero que sirvió para poner de manifiesto las lagunas legales con respecto a la igualdad de las mujeres y que sentó jurisprudencia al respecto.
Una propuesta feminista que, poniendo en evidencia las injustas desigualdades descritas, resulta tan reivindicativa, potente, positiva y poderosa como la mujer que la inspira. Que pese a no carecer de defectos – Felicity Jones y Armie Hammer están correctos, pero son capaces de hacerlo mucho mejor. Tanto como Sam Waterston, Kathy Bates o Justin Theroux, por ejemplo – como su factura deliberadamente convencional a la medida del gran público, o la ausencia de un acercamiento más íntimo a sus personajes… resulta apasionante en muchos aspectos como el del arranque, ya citado, la resolución del juicio y ese final…
Un final vibrante y emotivo en el que, de nuevo, hay pasos, pero únicamente los de la protagonista, en un ascenso literal, metafórico y profesional, que la llevará al Tribunal Supremo, donde fue la segunda jueza de esta institución, y en los que la figura de la actriz, progresivamente, se transmuta en la del personaje real.
Es una de las elegidas para debatir en la próxima sesión de nuestra tertulia de cine Luis Casal Pereyra, del miércoles, 6 de marzo, a las 19.30, en Casa del Libro Viapol. No dejen de verla y únanse a nosotr@s para comentarla.
Post Scriptum:
Sobre este personaje también existe un documental muy premiado – nominado, entre otros galardones, al Oscar en su categoría – ‘RBG’ , o lo que es lo mismo, las iniciales de Ruth Bader Ginsberg, que codirigen Julie Cohen y Betsy West.