Nueva normalidad en serie (s). Episodio 15. ‘Dra Foster’. Temporada 1: Brillante drama, equidistancia peligrosa…

Esta serie notable, aunque con un trasfondo ideológico algo insidioso del que se hablará luego, es una producción británica de la BBC One, cuya primera temporada, la que nos ocupa, fue estrenada en septiembre de 2015 y la segunda, dos años después, en 2017. Cada una de ellas consta de cinco episodios de una hora aproximada de duración. Fue emitida en la cadena citada, en Antena 3 la primera y ahora las dos están en Netflix.

Creada por Mike Bartlett, quien la escribe y codirige junto a Tom Vaughan y Bruce Goodison, tiene una factura impecable marca de la casa, pero no es académica, ni convencional, ni preciosista al uso. Su excelente fotografía se debe a Jean-Philippe Gossant y su notable partitura a Frans Bak. En su modélico reparto destacamos a su eminente protagonista Suranne Jones (‘Coronation Steet’), muy bien acompañada por Bertie Carvel, Jodie Comer (‘Killing Eve’) y Thusitha Jayasundera, entre otr@s notables secundari@s y no tanto, ya que es una historia muy coral. Fuentes: Wikipedia y FilmAffinity.

Una historia muy coral, al tiempo que intimista, que da cuenta del microcosmos profesional y amistoso de una pareja modélica compuesta por una médica de familia y un ejecutivo de una inmobiliaria, que tienen un hijo encantador. Esa vida aparentemente perfecta se desmorona cuando ella, que es morena, descubre un pelo rubio en la bufanda de su marido y las consecuencias serán incontrolables…

No es una serie de médic@s, aunque la doctora es mostrada también en su desempeño profesional. Es un drama, un thriller psicológico, con todas las de la ley en la que las deslealtades, los secretos, las mentiras y las traiciones – no solo las conyugales, aunque sí principalmente, sino las que vienen de otros vínculos aparentemente sólidos y de otros temas tanto o más relevantes – provocan un cataclismo emocional sin precedentes en una personalidad aparentemente fuerte, racional y estable.

Obviamente si la doctora hubiera optado por la solución más obvia, aún desgarradora, de separarse, este relato no existiría. Ni tampoco el retrato en negro de un matrimonio – con un fuerte componente erótico, al que aparentemente la convivencia no ha desgastado – en el que la mujer descubre que ha estado durmiendo con un desconocido durante años. Un retrato lúcido y complejo, inteligente y bien narrado, con un climax que progresivamente va rozando lo inquietante. Un retrato que no cae en la tentación de los lugares comunes a los que la trama hubiera podido llevarle.

Pero sí en los de la presunta equidistancia. Pero sí en igualar a víctima y villano, porque lo es no solo en lo afectivo, ya lo comprobarán. Pero sí en el de la mujer despechada aunque le sobren motivos para serlo y, de hecho, es bastante generosa… Su propio creador, ya citado, tuvo a Medea en mente. Aunque nunca caiga en trazos gruesos – hila muy fino, si bien se exaspera por momentos, porque son ingleses hasta la médula… – siempre sobrevuela la tentación insidiosa y ambivalente de invertir los roles.

La pregunta del millón es cómo hubiera resultado de haber sido creada y filmada por una mujer.

Escrito queda. Pero, por supuesto, que hay que verla.

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