‘Tenet’: El tiempo en sus manos

 

El Señor de los planos y de las tomas imposibles por tierra, mar y aire. El Cineasta de diabólico poderío visual. El Ciudadano que buceó en los recovecos de la memoria, revirtiéndola: «Memento» (2000). El hombre de la doble nacionalidad, inglesa y estadounidense. El guionista, productor ejecutivo, camarógrafo, actor, director de fotografía, editor y realizador, cosecha del 70. El director de orquesta, que se rodea de un equipo técnico-artístico de primera clase, con unos presupuestos superiores, para convertir en oro para la crítica y para el público estas sus credenciales fílmicas…

…El ladrón de sueños que dobló a París sobre sí misma: ‘Origen’ (2010). El que imprimió elegancia e intensidad a los superhéroes. El Caballero que retrató a su sosias más oscuro: ‘El caballero oscuro’ (2012). El tipo que buscó un hogar en el cosmos para la humanidad: ‘Interstellar’ (2014). El sujeto que estilizó e imprimió poesía, sin que perdiera ni un ápice de su épica y de su tragedia, al drama bélico de ‘Dunkerque’ (2017). El individuo que nos transportó como nadie a todos esos lugares míticos, fantásticos, encantados, terribles y oníricos responde al nombre de Christopher Nolan.

Y presenta esta su última propuesta que nos ocupa, ‘Tenet’, un thriller de ciencia ficción- tanto como apocalíptico y de catástrofes por descontado que nada al uso – en el que esa palabra, el título de la película y una contraseña en sí misma, pero no la única, será una clave para que el protagonista salve al mundo de su extinción total. Lo hará mediante una peligrosa inmersión en el macrocosmos del espionaje internacional y en pinzas temporales.

O lo que es lo mismo, unos viajes en el tiempo, con su distorsión de las categorías de pasado, presente y futuro que incluso permiten simultanearlas como en un espejo invertido. En un retorno al ayer, para modificar las amenazas del hoy y del mañana, cuya posibilidad tiene en sus manos un villano despreciable mortalmente enfermo. En semejantes circunstancias, el personaje central tendrá aún tiempo para enamorarse, descubrir a sus amigos y enemigos y reiniciarse de nuevo.

Reiniciarse y comprender tanto como l@s espectadores-as. Alguien ha escrito sobre esta película singular que necesita dos visiones: una para sentirla y otra para entenderla. Sabemos que Nolan, este caballero oscuro, no lo pone nada fácil. Quien esto firma, que está aún en la primera fase pues la visionó ayer mismo, se limitó a dejarse llevar – críticamente, eso sí – por las imágenes, por su factura deslumbrante, por los jeroglíficos, algoritmos, recovecos y enigmas de un relato muy sofisticado y elegante – marca de la casa… – pero que le ha resultado tan estimulante como insatisfactorio.

Porque, a su entender, tiene una acción demasiado trepidante-  espectacular y grandiosa, es evidente – que no deja reposar la trama. Que no deja respirar y conocer a los personajes. Que los convierte en meras piezas de un mecanismo superior y críptico.

Porque no permite que las emociones que presuntamente sienten traspasen la pantalla. Porque su fascinación visual, que está ahí – esas gaviotas volando al revés, esas explosiones volatilizándose, esos coches, esos objetos, esas personas a la contra existiendo simultáneamente, ese final abierto… – no es tanta como la que poseen algunas de sus anteriores obras citadas. Porque las mujeres que la habitan – tan importantes siempre en cualquier historia – están una definida por clichés y la otra es una presencia se supone que clave, pero episódica…

Coproducción anglo-estadounidense, fechada este año, de 150 minutos de metraje. Escrita por su realizador. Fotografiada con eminencia por Hoyte van Hoytema. Su excelente banda sonora la firma Ludwig Göransson. Su puesta en escena la han hecho posible también más de un centenar de personas entre efectos especiales y dirección de arte.

Aunque, ya se ha reiterado, la acción, en el más amplio y complejo sentido del término, le gana la partida a los personajes, destacar la divertida aparición de Michael Caine, todo un guiño, y el desalmado que sí compone Kenneth Branagh, junto a la complicidad del tándem que forman John David Washington y Robert Pattison. Además del carisma, en toda su estatura de 1.90 metros, de Elizabeth Debicki.

Por todos sus valores citados, y con sus defectos y carencias para quien esto firma, una superproducción apabullante, fastuosa, inteligente y disfrutable que nadie debería perderse. Véanla.

 

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