Estado de Alarma en serie (s). Episodio 36, ‘Gambito de dama’: Un mundo de 64 casillas

La protagonista de esta serie, Elizabeth, Beth, Harmon, describe al tablero del ajedrez, que es su pasión y para el que está excepcionalmente dotada, como: «Un mundo de 64 casillas. Me siento segura en él. Puedo controlarlo, dominarlo y es predecible. Si me hago daño, solo es culpa mía» De dicho juego quien esto firma lo desconoce absolutamente todo. Y esa circunstancia la había disuadido de ver esta serie, pese a sus espléndidas referencias y al hecho de haber sido objeto de artículos de gente a la que admira. Hasta ahora…

… Hasta el momento en el que se decidió a hacerlo, con muchas prevenciones. Pensando que, desconociendo sus normas y reglas, la entendería menos, perderia muchos códigos narrativos y, en definitiva o lo que es lo mismo, comprensión integral de la historia. Pero, pese a todo, su calidad e interés, su intensidad y su fuerza, su puesta en escena, su ritmo, su pasión, su estilización, complejidad y elegancia narrativas de fondo y de forma y su manera tan vibrante y original de filmar el juego le allanaron el camino y le permitieron disfrutarla con todas las consecuencias.

Volviendo a esas casillas del principio, el tablero biográfico de la protagonista – una excelente, magnética, Anya Taylor-Joy, a quien todos los reconocimientos le han sido y le son debidos – discurre entre mitad de la década de los 50 y finales de la de los 60 del pasado siglo con la Guerra Fría entre su país, Estados Unidos, y Rusia como telón de fondo.

Comienza, tras un extraño y trágico accidente de coche con su madre cuando tenía 9 años – cuyos antecedentes y circunstancias se irán rememorando a retazos en cada capítulo; una madre que, luego se sabrá, tenía una relación díficil con el progenitor, inestabilidad emocional y un don para las matemáticas, de las que era profesora – tras el que, al morir la adulta, pasa a un colegio de huérfanas, de estrictas normas y moral religiosa compatibles con el hecho de, literalmente, drogar a las alumnas con tranquilizantes… Y con un hermético bedel que, en el sótano donde la envían a por material, juega solitarias partidas en las que, ante su insistencia, la incluye y enseña sus reglas.

Píldoras y juego, además de otra adicción legal, que marcarán el resto de su adolescencia y juventud recogidas aquí, pues el relato termina cuando ella está al comienzo de la veintena. 7 absorbentes capítulos, de una hora de duración cada uno, que dan cuenta de sus glorias y miserias, de sus triunfos e infiernos personales… en los que la vemos en el instituto donde prueba la crueldad de sus compañer@s ante su aspecto y vestimenta.

En los que se nos describe su nueva vida familiar con un padre desabrido y ausente y una madre frustrada, y dotada pianista, que se da a la bebida para soportar su insufrible relación conyugal, pero que la anima y quiere a su peculiar manera. Muy bien interpretada por cierto por la actriz y directora de talento Marielle Heller ( ‘¿Podrás perdonarme algún día?’, ‘Un amigo extraordinario’).

En los que se documentan sus primeros torneos, sus primeros trofeos, sus campeonatos, sus viajes, su fama y popularidad crecientes, sus amores, amistades, su aprendizaje permanente, sus toxicomanías, sus fracasos y sus enfrentamientos con el campeón mundial, ruso por más señas. Su complicidad y afecto con su estupenda amiga de color, desde el orfanato. Sus visualizaciones, tan fascinantes, de las partidas y jugadas, bajo los efectos de los ansiolíticos, en los techos de sus sucesivos dormitorios a lo largo del tiempo. Sus estrategias y aperturas. El Gambito de dama es una apertura, por cierto. Sus… Tienen que descubrirlo por sí mism@s.

Miniserie norteamericana creada, producida, escrita – adaptando la novela de Walter Tevis – y realizada, junto a otro de sus creadores, Allan Scott, por Scott Frank. Con una extraordinaria fotografía de Steven Meizler y una no menos notable banda sonora de Carlos Rafael Rivera. El reparto, coral, es impecable y en estado de gracia. Destacamos entre ell@s a Bill Camp, Moses Ingram o Marcin Dorocinski. Su incontestable calidad se ha visto premiada por los galardones más importantes.

Elegante, sutil, arrolladora, apasionante, con una diabólica perfección visual, con el tempo, el clima y la pátina de la época, de las épocas, que retrata, con un poderoso personaje central, nunca el ajedrez se ha filmado así… Está en Netflix, ni se les ocurra perdérsela.

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