«¿Cuanto vale una vida humana?» pregunta a sus jóvenes estudiantes el prestigioso letrado protagonista de esta película, basado en el personaje real de Kenneth Feinberg, – un entregado Michael Keaton, que también ejerce como productor en ella – escribiendo esta frase sobre una pizarra, a propósito de posibles indemnizaciones por pérdidas humanas en las que está especializado. Pronto va a responderlo él mismo, de manera radicalmente opuesta a su irónica y llena de humor lección impartida, porque…
…Volando con sus cascos llenos de temas operísticos, como suele y como el melómano que es, tiene ocasión de presenciar, en directo y por la ventanilla, tan incrédulo y consternado como el resto del pasaje, el ataque a las Torres Gemelas el 11S. A partir de ahí, los acontecimientos, y las reuniones al más alto nivel, se suceden y resulta nombrado, demócrata como es, tras autopostularse ante el republicano Fiscal General del Estado, mediador para calcular el fondo de indemnización de los familiares de las víctimas. Un fondo cuya cuantía individual será distinta para cada caso. Un fondo injusto y clasista pues conseguirá más quien más tiene…
En los dos años de plazo de tal fondo, pagado por las compañías aéreas implicadas, y para el que debe conseguir al menos un 80 por ciento de estas personas, este abogado distante y pragmático se confronta con la dignidad y sentido de la justicia de un eminente Stanley Tucci, muy crítico con el proyecto para el que tiene una alternativa, y con la sensibilidad y empatía de dos mujeres de su equipo, su socia, excelente Amy Ryan y una joven muy dotada, estupenda Shunori Ramanathan. Y también con la villanía, al servicio de los poderosos, de un cínico colega al que compone muy bien Tate Donovan.
Y, en este viaje moral e iniciático, se confronta sobre todo con las personas reales que sufrieron tales pérdidas devastadoras. Con las personas que ni siquieran pudieron enterrar a sus seres queridos. ¿Cómo valorar la ausencia irreversible de una esposa, de un marido, heroico bombero, cuyo matrimonio aparentemente idílico escondía otra familia con dos hijas, cómo la de un hermano, la de una viuda sin papeles, la del compañero homosexual, a quien le fueron destinadas las últimas palabras de su amado, pero que resulta despreciado como «cazafortunas» por los padres de este y cuyo Estado no reconocía entonces su unión, cómo…?
¿Cómo valorar ese dolor profundo, esa desesperanza, esa resignación o esa rabia ante unos manejos político-empresariales-burocráticos, ante las insidias de las grandes corporaciones que imponen sus condiciones inaceptables, cómo permanecer indiferente ante esos abismos o ante supervivientes que enfermaron por las sustancias tóxicas respiradas en las Torres?
¡¡¡Y qué bien lo narra, qué bien lo documenta, que bien lo filma, con qué sobriedad, emoción, empatía, sentido crítico e inteligencia, la escritora y realizadora Sara Colangelo de la que conocemos sobre todo la notable ‘La profesora del parvulario’ (2018) en sus 118 minutos de absorbente metraje, qué bien lo fotografía el mexicano Pepe Ávila del Pino, qué adecuada la banda sonora de Nico Muhly, además de las hermosas piezas de ópera citadas, y qué bien lo interpreta un impecable reparto del que hemos destacado a l@s mejores!!!
Veinte años se cumplieron el pasado día 11 de este brutal atentado terrorista. Esta muy relevante mirada de mujer lo enfoca, como se hiciera en ‘Spotlight’ (2015), de Tom McCarthy, a través de estos hechos reales que afectaron a esas vidas rotas y a sus búsquedas de reconocimiento y reparación no necesariamente, no sólo, económica.
Ni se les ocurra perdérsela, aunque sea doblada, ya que Nervión solo la proyectó en vose este martes tan sumamente lluvioso y esta firmante la ha visto hoy así e ignora si seguirá la próxima semana.
Escrito queda.