Archivo mensual: abril 2013

‘Ayer no termina nunca’: Mater dolorosa

Sostiene Isabel Coixet, en unas declaraciones a Roberto González, en Tiempo de Ocio, sobre esta su última cinta, que: «Antes que cualquier otra cosa, quería hacer una película que reflejara cómo la historia personal de una pareja se entrecruza con la historia de un país. Quería mostrar que la crisis no es sólo algo que afecte al bolsillo, sino que afecta a la vida, a las posibilidades y al futuro».

‘Ayer no termina nunca’ es un drama intimista de 108 minutos de duración, escrito por la propia realizadora y libremente basado en una obra teatral. Fechado este mismo año, sigue a un hombre y a una mujer que se reencuentran, tras un lustro sin verse, y que tienen una historia y una tragedia en común. Transcurre en 2017, en una España aún más devastada por la crisis, que suma y sigue, en la que Messi -¿guiño culé de la cineasta?- se ha hecho con su décimo Balón de Oro y en un par de escenarios donde los protagonistas expresan todo lo que les supone el lastre de un pasado todavía tan presente…

Una cinta minimalista, rodada en Igualada, con un tour de force interpretativo de desigual fortuna.  Luego volveremos sobre ello. Pero si las intenciones de la directora eran de que la crisis de la pareja se uniera a la del país, no puede decirse, ni muchísimo menos, que consiga su objetivo. Porque las referencias políticas se reducen a un par de imágenes y a otro tanto de diálogos. El resto es un psicodrama, con pretensiones catárticas, sobre dos maneras antagónicas de vivir un duelo. Y eso lo invade todo, hasta anular todo lo demás.

Y, en aras del efectismo doloroso, anula otros registros de la personalidad y circunstancias de su protagonista que sí hubieran sido testimoniales de un estado de cosas. Porque la encasilla, en su desgarro resentido, en los roles de madre y ex esposa abandonada. Y eso afecta también a la propia interpretación de Candela Peña, tan intensa como impostada. Porque a él lo convierte en un tipo esquemático, ambivalente, tan falso en su perfidia como en su inocencia… y con el que Javier Cámara no sabe qué hacer. Porque puede más el mensaje transcendente y exhibicionista, que un acercamiento más íntimo y respetuoso a una pérdida desgarradora.

Es lastimoso hacer constar todo esto porque Isabel Coixet sabe, puede y debe hacer películas mejores, más maduras y complejas. Porque sabe filmar, cuenta con un gran equipo  y posee una capacidad de sugerencia y creación de atmósferas. Pero la pierde, como aquí, el narcisismo autoral, la total ausencia de autocrítica, de ironía, la abundancia de clichés, la búsqueda compulsiva de una diferencia que no es tal, la pomposa vacuidad de su discurso…

‘Intemperie’: Una historia verdadera.

Para Vita Lirola, que me animó a escribirlo…

25 de abril, una efemérides, un aniversario, una fecha muy señalada. Veinte personas, diecisiete mujeres – entre las que está quien esto firma – y tres hombres – entre los que está el autor. El lugar, el espacio amigo y acogedor de la librería hispalense La Extra-vagante. El motivo, la reunión de un club de lectura. El libro a debatir, el debut literario del año, ‘Intemperie’, del extremeño, afincado en Sevilla, Jesús Carrasco, que nos honra con su presencia.

La expectación es máxima. Un novelista primerizo, con una voz tan potente, se enfrenta a un grupo de lectoras-es voraces y 185330_458733990816156_1776740316_n, exigentes, cult@s y cultivad@s, quienes se muestran receptiv@s a la palabra y a la escritura del protagonista. Como quien esto firma ha osado penetrar con estas líneas en un terreno, el de la literatura, que no le es propio, no pretende más que plasmar, con sensaciones y emociones, lo que ocurrió allí. Y se habló de la vida, de que puede ser tan nauseabunda como luminosa. Y se habló de la gestación de una novela. Y se habló de un estilo tan elaborado como impactante. Y se habló de la desolación absoluta. Y se habló del horror, de la crueldad, del abuso de poder, del miedo. Y se habló de un niño que huye y de un anciano digno, que se cruza en su camino.

Y se habló del mundo rural, con el vocabulario, ignoto para l@s urbanitas, que le es propio. Y se habló del clima, de la sequía, de la indefinición espacio-temporal. Y se habló de un lenguaje que se hace oir, que se huele, que se toca, que duele, que se hace sentir. Y se habló de la crueldad extrema de la tiranía del más fuerte. Y se habló del cuerpo humano, de sus humores, de su fisiología, puesta a prueba en la adversidad. Y se habló de western, de road movies, de camino iniciático, de modelos de conducta, del futuro posible o improbable. Y se habló de su adaptación al cine, de sus silencios…

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Y, sin apenas darnos cuenta, el tiempo se impuso. Y llegó la hora de la firma de  ejemplares. Quien de esto da fe, llevaba uno de la biblioteca. Quien de esto da fe, había pedido a ésta que le permitieran que se lo firmara el autor para ell@s, no a nivel personal. Y les pareció una buena idea. Quien de esto da fe, así se lo transmitió a Jesús Carrasco, quien, muy amablemente, se avino a hacerlo. Al preguntar el nombre del edificio y responderle, comentó: «Ahí escribí casi todo el libro». Y ahí va la hermosa y emotiva dedicatoria que convirtió a un tomo prestado en un ejemplar único. El autor escribió en este tomo, el de la mujer emocionada – quien de esto da fe…- que se lo tendía: «Este libro, por fín, vuelve a su casa. Escribí este texto tan querido en el pupitre que mira al jardín del Pabellón de Chile. Eternamente, gracias».

Una hermosa y conmovedora historia que pudo ver la luz en una pantalla de cine, pero que ocurrió de verdad. Una singular pirueta del destino, que llevó al  descubrimiento del lugar donde se gestó un libro extraordinario por más de un concepto. Un lugar al que ha vuelto, con el valor añadido de las palabras del novelista. Un lugar de lectura, donde quien de esto da fe, lo ha reintegrado con emoción y melancolía. Un lugar de lectura, donde van a mimarlo y separarlo del resto de ejemplares, como el mejor recuerdo. Gracias, ‘Intemperie’. Gracias, Jesús Carrasco. Gracias, compañer@s del club, por enriquecerme, por hacerme mejor lectora y mejor persona. Gracias por todo , La Extra vagante, y por estar ahí. Gracias, Biblioteca Infanta Elena, por cobijar no sólo el aprendizaje, el estudio y las inquietudes, sino también la creación y el talento.

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‘To the Wonder’: El ruido y las nueces…

Quien esto suscribe, es amante del cine singular del inclasificable productor, guionista y realizador Terrence Malick. Nueve películas en cuarenta años de carrera, de la que esta que reseñamos es la sexta – y de las siguientes, una de ellas está en gestación, otra filmándose actualmente y otra en fase de post-producción – implican un cuidado en la elección de los temas a tratar y de la forma de hacerlo, al margen de las presiones de la industria. Un dato que le honra y a tener tan en cuenta como sus reconocimientos internacionales en Berlín y en Cannes, además de sus nominaciones a los Oscars.

Quien esto suscribe, defendió apasionadamente ‘El árbol de la vida’, frente a sus much@s detractores-as y así lo registró en este blog. Quien esto suscribe, apoyó su valentía, sus vueltas de tuerca, su densidad visual y argumental, su planificación, su osadía, su apuesta decidida por filmar y mostrar la vida, la naturaleza, las relaciones, el cosmos, los microcosmos,  y hasta el más allá en un ejercicio en el que fondo y forma se fusionaban con un resultado fascinante e hipnótico.

Pero esto no ocurre en ‘To the Wonder’… La historia de un amor entre dos países. De las distintas fases de una pareja. De un hombre entre dos mujeres y una niña. De un sacerdote católico, con crisis de identidad. De una comunidad cerrada y agrícola, frente a una urbe sofisticada que son, esquemáticamente expuestos, algunos de los temas , por llamarlos de alguna manera, que la sobrevuelan, no poseen garra, ni emoción, ni interés, ni consistencia argumental alguna.

Antes al contrario.  Estamos ante una cinta habitada por la transcendencia sin base. Por la banalidad más pretenciosa. Por la peor versión de la forma de hacer de su director. Por el dejá vú más copista y tramposo. Por devaneos, o mejor sería decir, desvaríos, pseudoreligiosos, panteístas y reaccionarios, con la excusa de filosofar sobre el Amor y la Fe. Por una pareja sin química. Por un Ben Affleck, más inexpresivo que nunca. Por un Javier Bardem, que roza la caricatura e incurre en el cliché. Por una Olga Kurylenko, que se limita a flotar en todas sus escenas. Sólo Rachel McAdams le imprime alguna credibilidad y fuerza a su mínimo personaje. En fin… No, Mr. Malick, así no.

‘Tierra prometida’: David y Goliat

La filmografía del ciudadano de Louisville, Gus Van Sant, ha basculado entre polos opuestos. Como sus inicios transgresores e independientes, a los que retorna cíclicamente, ejemplarizados en películas como ‘Drugstore cowboy’, ‘My own private Idaho’, ‘Paranoid Park’ y, sobre todo, ‘Elephant’, con la que se hizo, entre otros premios, con la Palma de Oro, del año 2003, en Cannes. Pero también con títulos ampliamente mayoritarios como ‘El indomable Will Hunting’, que obtuvo tres Oscars- a Damon y Affleck, por su guión y a Robin Williams, como actor secundario – o ‘Descubriendo a Forrester’. Para no mencionar la infumable ‘Psicosis’…

En cualquier caso, su obra refleja su interés por personajes y ambientes al filo de la marginalidad, o directamente desestructurados,  o en situaciones de manifiesta inferioridad económica o de clase. O denostados por sus tendencias sexuales, como en ‘Mi nombre es Harvey Milk’. Y esta su última cinta – elegida ex aqueo con ‘Bárbara’, de Christian Petzhold para debatirla en nuestra tertulia de cine, ‘La Palabra y la Imagen’, del próximo mes de mayo – no es la excepción.

Steve y Sue, empleados de Global, una empresa de gas, llegan a una localidad empobrecida con la crisis, pensando que sus habitantes serán presas fáciles del soborno que la gran corporación financiera está dispuesta a hacerles, a cambio de que les permitan perforar pozos en sus granjas. Pero un anciano y respetado profesor y un ecologista, les complicarán sus objetivos.

Con un metraje de 107 minutos y un estupendo y matizado guión de los actores y protagonistas, quienes también la producen, Matt Damon y John Krasinski, esta cinta tan estimulante lo es desde varios puntos de vista. Filmada de una manera muy  sobria y eficaz, al servicio de lo que está contando, sorprende al espectador más avisado, sin trucos, ni trampas. A saber, parece sencilla, pero es compleja. Parece que va a discurrir por caminos trillados, pero no lo hace.

Ni l@s pueblerin@s son tan inocentes, ni la pareja de vendedores, tan lista. El incipiente romance se hace esperar y no sigue pautas preestablecidas. No hay mal@s, ni buen@s al uso, si exceptuamos las cínicas perversidades de la multinacional. No elude las aristas de un@s y otr@s… pero se posiciona ética y políticamente. Es emotiva, pero no sentimentaloide. Refleja muy bien el entorno rural, con sus penurias, sus glorias y miserias. Mima a sus personajes, luego l@s construye muy bien, dotándolos de alma, sensibilidad, contradicciones y comprensión.

No convierte a una causa, la expone y convence. También es divertida. Sabe captar el sentido de una comunidad unida, sin mitificarla. Y tiene a un reparto en estado de gracia… Matt Damon, cada día mejor. John Krasinski, maestro de la ambiguedad. La excelente Frances McDorman, que dota de humor a un papel más ingrato. El encanto inteligente de Rosemarie DeWitt y el talento de ese anciano digno y venerable, Hal Holbrook. Rezuma credibilidad y vida, tan contemporánea como clásica. No se la pierdan.

El cine que Sevilla no verá. Toma III: Historias no tan mínimas…

Ojalá que estas líneas sean desmentidas por el estreno de estas tres películas – o de alguna(s) de ellas – presentes, aunque minoritarias en copias y salas, en otras ciudades más afortunadas de este país. Ojalá. Por ahora, lo que podemos hacer – eso, independientemente de su calidad – es dejar constancia de su ausencia. Dos francesas y una española.

Empezemos por ‘Un eté brulant’, del francés Philippe Garrel. Fechada en 2011, participó ese mismo año en la Selección Oficial del Festival de Venecia. Trata sobre la amistad entre dos hombres puesta a prueba por sus avatares amorosos, y los de sus respectivas parejas, en el curso de unas intensas vacaciones en Roma. El reparto lo encabezan Monica Bellucci y Louis Garrel, hijo del realizador. Las referencias críticas, debidas a los titulares de las reseñas en la imprescindible filmaffinity, son dispares y contrapuestas. Desde las comparaciones con Pialat o Cassavettes hasta los reproches de pretenciosa, vacía y plana.

Fechada en el mismo año de la de su compatriota antes citado, ‘Nana’, ópera prima de la fotógrafa gala Valérie Massadian, sigue a una niña de cuatro años que vive en el campo aislada, pero feliz, con su madre y su abuelo. Repentinamente, se encuentra sola y ha de arreglárselas para sobrevivir… Precedida de importantes reconocimientos en festivales internacionales, como el de Mejor Primera Película en el de Locarno, ha concitado críticas en general, bastante positivas. Así, han destacado su registro casi documental, su asombrosa fusión con la naturaleza y la extraordinaria forma de estar ante la cámara de su pequeña protagonista, Kelyna Lecomte.

‘La venta del paraíso’ es una producción española, del 2012 y de 105 minutos de metraje, del poeta, escritor y realizador, Emilio Ruiz Barrachina. Trata sobre una joven mexicana que viaja a nuestro país para comenzar una nueva vida y sólo encuentra dificultades, engaños y rechazo. Drama social e inmigración se combinan en una cinta que no ha obtenido, en general, buenas reseñas. Ana Claudia Talancón, Carlos Iglesias y Juanjo Puigcorbé interpretan a sus personajes centrales.

Triste constancia esta de las cintas inéditas … Mejores o peores, recomendables o no, tenemos derecho a opinar y a escribir sobre ellas. De primera mano. Tenemos derecho a verlas.

‘Un amor entre dos mundos’: Gravitaciones

El responsable de esta coproducción franco-canadiense es el argentino, Juan Diego Solanas, hijo de Fernando, un clásico del cine de su país. Tiene en su haber tres cintas más, entre ellas la celebrada por la crítica. y que pasó por Cannes en el año 2005, ‘Nordeste’. La que nos ocupa tiene un metraje de 100 minutos, un impactante equipo técnico-artístico y está escrita por su director y Santiago Amigorena.

La historia remite a un futuro en el que dos planetas se rozan, sin llegar a tocarse. Desafiando las leyes de la gravedad, coexisten sin mezclarse dos mundos. El inferior, poblado por l@s parias, y el superior, por l@s privilegiad@s, que detentan el poder. Entre ambos, un espacio que les permitirá colaborar en el trabajo, pero manteniendo  rígidas jerarquías y feroces controles. Un niño de abajo y una niña de arriba, desafían las reglas a través de los años, por su amistad primero y su amor después.

Sobre el papel, la trama es ingeniosa y se sirve de la ciencia ficción para analizar, con una visión muy contemporánea, la estratificación clasista en la que estamos inmersos. Un centenar de hombres y mujeres a cargo de los efectos especiales y visuales, junto a la espléndida fotografía de Pierre Gill, la dirección artística de Isabelle Guay y Jean Pierre Paquet y el diseño de producción de Alex McDowell, conforman un cosmos de espectacular belleza plástica. Así, el mundo inferior oscuro y hostil , de reminicencias dickensianas, frente al dorado, lujoso y refinado, aunque cruel y despiadado,  mundo superior.

Aunque el romance interplanetario y sus gravitaciones, los mecanismos que han de inventar para que no se produzca la combustión inevitable cuando uno entra en la atmósfera invertida de la otra y viceversa… dejan mucho que desear. Partiendo de la propia base de la nula química entre Jim Sturgess y Kirsten Dunst, que funcionan mejor por separado, aunque el papel de ella sea de una nadería insoportable. Ese happy end tan forzado y convencional, que lima todas las aristas, sin desarrollar otras subtramas prometedoras del ambiente laboral, por ejemplo. Menos mal que el gran Timothy Spall se adueña sin problemas de la función y le aporta humor y talento. Pero eso no basta.

‘Alacrán enamorado’: Camada negra, pegada blanca

«El ring es el único sitio donde merece la pena estar», «Las mujeres y el ring no casan bien». Estas son dos de las frases significativas que pronuncia Carlos Bardem intérprete y autor de la novela del mismo título, en la que está basada esta película de Santiago Zannou – ‘El truco del manco’ – y cuyo guión coescriben ambos. En el metraje de cien minutos de esta cinta hay mucho boxeo en el ring, en el gimnasio que prepara a los futuros púgiles, y en la calle, a puñetazo limpio contra el-la extranjero-a. Y muchos hombres, mucha testosterona. Tan sólo una mujer, la chica. Especial, atípica, pero la chica…

La historia trata sobre Julián, un joven neonazi de familia desestructurada, que forma parte de un grupo extremadamente violento en el que están integrados su mejor amigo y sus colegas más cercanos. El líder, que proporciona la coartada ideológica para sus «acciones» en el exterior y se lucra con ellas, es un abogado cuyas manos están llenas de la sangre derramada por aquellos a quienes arenga y que hacen el trabajo sucio. Lo encarna, con solidez y cinismo, un Javier Bardem experto en villanos. Pero el protagonista dará, con la ayuda del amor de una mulata y la amistad de sus preparadores físicos, un giro radical a su vida.

‘Alacrán enamorado’ tiene una impecable factura, está bien filmada – aunque de manera efectista, abusando de la cámara lenta, – en especial en las escenas de violencia urbanas y en el cuadrilátero. Sus protagonistas, muy preparados físicamente, tienen la presencia y los músculos requeridos. Describe bien el ambiente densamente masculino en el que se ubica. No sólo desde el punto de vista de la amistad, sino desde el de la ferocidad. Sí, pero…

Es previsible de principio a fin. Sus actores más jóvenes aún tienen mucho que aprender. Está al borde de la inteligibilidad, al punto de subtitulado, por la muy deficiente vocalización del reparto. El tándem Carlos Bardem- Juan Carlos Vellido, ambos ajustados, aunque tópicos, está muy influenciado, salvando las abismales distancias, en la camaradería masculina entre Eastwood y Freeman, de ‘Million Dollar Baby’, pero sin su intensidad y hondura. Resulta inverosímil y forzada la evolución del personaje central y su romance interracial. Raras veces emociona, pese a estar desarrollando un relato pretendidamente negro y de alto voltaje. Demasiado habitada por lugares comunes, por dejá vu de un género que ha dado al cine obras mayores. Por cierto, si no quieren perderse el final, vean los títulos de crédito.

‘Tesis sobre un homicidio’: Cara a cara

Quien esto firma, se ha hecho con la novela de Diego Paszkowski, inspiradora de esta película hispano-argentina, de 106 minutos de metraje, dirigida por el bonaerense Hernán Goldfrid y escrita para el cine por Patricio Vega. Pero no la ha leído. No al menos antes de ver la cinta. Lenguajes distintos, ya se sabe. Libertad en las adaptaciones, se sobreentiende. En este caso, además,  el autor agradece al equipo el haberla llevado al cine. Pero… las comparaciones son odiosas, inevitables y no pocas veces injustas. Así que en estas líneas se registrará la crítica de su versión para la gran pantalla.

Un brillante especialista en derecho penal, tiene entre los alumnos de un curso que imparte al inteligente y dotado hijo de un amigo. Cuando frente a la Facultad donde tiene lugar esta materia se comete un terrible asesinato, el docente va atando cabos y sospecha del joven, quien gusta de debatir con él sobre temas relacionados con la justicia y el delito. Esto le llevará a una espiral obsesiva de difícil resolución.

Este duelo de mentes presuntamente privilegiadas, este cara a cara entre dos hombres – casi siempre lo son…, las mujeres juegan el rol de víctimas y-o de objetos de deseo o amorosos, en estos casos – muy cualificados, aunque uno de ellos esté en el lado oscuro. Este argumento es algo visto, casi un género por derecho propio. Imprimen el sello diferenciador los detalles, el guión, la puesta en escena, el equipo técnico artístico, el reparto, ciertas señas de identidad autóctonas…

Y aquí es donde esta tesis fílmica patina estrepitosamente. Porque el guión es tan endeble, que para tal viaje no se necesitaban estas alforjas. Porque da la impresión de que la mínima anécdota se estira como excusa para una puesta en escena tan ampulosa como vacua, tan efectista como pretenciosa. Altisonante y engañosa, juega con cartas tan marcadas, que incluso el final, supuestamente abierto, es deshonesto. Lástima porque al realizador no le falta talento visual, porque la película tiene una excelente factura, porque cuenta con el indiscutible talento de Ricardo Darín. Pero el cara a cara, ese sugerente duelo que podría haber sido, es poco más que un endeble ejercicio narcicista.

‘La Palabra y la Imagen’. Toma VI: Versiones y puntos de vista.

Otro pleno en la sexta edición de La Palabra y la Imagen. El Dios de la Lluvia no lloró sobre Sevilla, en este caso, aunque el día estuvo tan británico en su atmósfera como la producción de Anna Karenina, la primera de las películas elegidas. Y a fe que nuestra crítica invitada, Lourdes Palacios, supo glosarla con todas las consecuencias. Magnífica introducción la suya, documentada y amena, sutil y estimulante, tan aguda como receptiva a sus cualidades, haciendo constar sus fallos y carencias.

Así que hablamos de esta obra magna, de este clásico de la literatura universal, coincidiendo, con matices, en su belleza plástica, en la singularidad de su puesta en escena, en su factura impecable, en su voluntad de abarcar el libro hasta donde otras versiones no han querido o podido. Pero también de su artificiosidad, de su traición al espíritu de la novela, de sus errores de casting como Knightley, Johnson o Law, de su paradójica frialdad al describir una pasión devoradora. Y de Garbo, que la encarnó dos veces. O de quienes podían haberla interpretado. Así, Kate Winslet o Marion Cotillard… mucho mejor. Y, en lugar del petimetre o querubín, o futuro icono gay que lo encarnó, Michael Fassbender hubiera sido un perfecto conde Vronsky. Sugerencias de nuestra anfitriona de esta tarde.

Con ‘Argo’, entramos en el territorio comanche de otra misión imposible de la CIA en campo ajeno. Aquí ya hubo más contrastes de pareceres. A tod@s nos pareció, como mínimo, entretenida. Pero se discutieron su guión, la nulidad interpretativa de su realizador, su metraje, su lectura política escorada, la visión tan esquemática del pueblo iraní… Sus defensores-as estuvimos en minoría, pero se apreciaron su ritmo, su sentido del humor, el tándem Goodman-Arkin, sobre todo este último, la ingeniosa manera de hacer cine dentro del cine o su introducción- declaración de principios situando el conflicto en su contexto.

El martes, 14 de mayo, en el mismo sitio y a la misma hora, más. Dos son nuevamente las películas elegidas. A saber, la alemana, ‘Bárbara’, de Christian Petzold, actualmente en cartelera, y la norteamericana ‘Tierra prometida’, de Gus Van Sant, que entra el día 19 de este mes. A por ellas… Gracias Manuel de Medio, Casa del Libro, Lourdes Palacios y a tod@s vosotr@s, que os superáis en cada sesión.

‘Efectos secundarios’: Contraindicaciones

Steven Soderbergh, tras su celebrado debut con ‘Sexo, mentiras y cintas de video’, en 1989, que se hizo con la Palma de Oro en Cannes, ha rodado una veintena larga de películas e incluso obtenido un Oscar, en el año 2000, como Mejor Director por ‘Traffic’. En su irregular filmografía, se alternan títulos de interés como esta última o su ópera prima, también citada. O las fallidas, pero interesantes ‘Solaris’ y ‘Kafka’. O su incursión en el mundo del striptease masculino en ‘Magic Mike’. Pero también las descaradamente comerciales ‘Erin Brockovich’ o las tres de la serie ‘Ocean´s.

Ahora estrena ‘Efectos secundarios’, un thriller de 106 minutos de metraje que le ha devuelto el favor de la crítica, especialmente de la norteamericana. Su historia sigue a una pareja modélica y atractiva en la que no todo es tan idílico como parece. El marido acaba de salir de prisión por un delito de estafa y ella está sumida en una honda depresión. Para intentar estar a la altura de las circunstancias, le pide a su psiquiatra que le recete un nuevo medicamento aún en fase experimental. Las consecuencias no se harán esperar…

Hay dos partes claramente  definidas en esta cinta. La primera, desde el punto de vista de la protagonista, una espléndida Rooney Mara, y sus infructuosos, aunque desesperados, esfuerzos por adaptarse a una vida normalizada. Sus infructuosos, aunque desesperados, esfuerzos por liberarse de lo que ella define como una niebla pantanosa que envenena su mente. Sus infructuosos, aunque desesperados, esfuerzos por sobreponerse al enorme desgarro que le causa ser y estar. Sus gritos de auxilio a un entorno que no la comprende, a un marido sobrepasado, a un psiquiatra más interesado en el beneficio propio que en el bienestar de sus pacientes, a un negocio muy rentable y despiadado en el que se juega con la estabilidad emocional y la salud de las personas…

La segunda, desde el punto de vista de su médico, bien interpretado por Jude Law, en la que se invierte por completo la perspectiva anterior. De la que quien esto firma, no puede hablar más que en abstracto para no desvelar nada. En la que las pretendidas explicaciones a ciertas conductas, son sumamente esquemáticas e insatisfactorias. En la que los personajes se estereotipan y se hacen previsibles. En las que ciertas caracterizaciones – el personaje de Catherine Zeta-Jones – rozan lo penoso. En la que se desvanece la crítica en aras del efectismo. En la que el cinismo y la amoralidad de un hombre son absueltos de toda responsabilidad. En la que la pretendida vuelta de tuerca se torna decepcionante y trillada.

Si se deciden a verla, disfruten, pues, de la primera. De la elegancia de su puesta en escena, de la intensidad con la que retrata la desdicha socialmente penalizada e incomprendida, de su valiente denuncia de ciertas prácticas médicas y farmaceúticas y aténganse a las contraindicaciones de la segunda. Avisad@s quedan.