El realizador iraní Jafar Panahi, cosecha del 60, es uno de los cineastas integrados en la llamada Nueva Ola de su país y de los más influyentes y prestigiosos a nivel internacional. En su filmografía, encontramos títulos tales como ‘El globo blanco’ (1995), Cámara de Oro en Cannes, ‘El círculo’ (2000), León de Oro en Venecia y FIPRESCI en San Sebastián, ‘Offside’ (2006) Oso de Plata en Berlín… entre otros tan premiados como aplaudidos.
Pues bien, este hombre ha sufrido, y sufre, persecución por parte de la teocracia fascista y misógina que gobierna Irán. Ha sido dos veces encarcelado, también junto a su familia. Ha hecho huelga de hambre en la cárcel. Se le ha retirado el pasaporte y prohibido filmar. También viajar fuera de su país. Todo ello desde 2010. Desde entonces, está en arresto domiciliario, pese al clamor internacional por su intolerable situación, por parte de colegas de renombre y pese a lo cual – admirablemente – se las ha ingeniado para rodar, EN LA CLANDESTINIDAD, con todos los riesgos que conlleva y con todas las consecuencias.
Estas circunstancias tan aberrantes son ya, de entrada, un valor añadido para la película, de 100 minutos de metraje, producida, escrita, junto a Nader Saelvar e interpretada por el propio director y Mejor Guión ex aequo en Cannes. Un valor personal, ético y político.
Pero la historia de una famosa actriz iraní – que recibe un video más que inquietante de una chica que vive en una aldea perdida entre montañas y cuya familia no la deja irse a Teherán para estudiar en el Conservatorio – que convence al realizador para ir hasta allí y descubrir qué ha ocurrido con ella, tiene además cualidades intrínsecas que ahora se destacarán.
Tres caras, tres mujeres de tres generaciones diferentes, que representan a quien ha sido, quien lo es y quien pretende ser actriz respectivamente. Una marginada y maldita, de la que se habla pero a la que nunca vemos; otra en la cima de su popularidad, que llega a los confines más remotos, por donde transitan y la tercera, cuyo destino pende del orden patriarcal. Jafar Panahi se posiciona, siempre lo ha hecho, inequívocamente contra la feroz opresión de sus compatriotas.
Pero su mirada fílmica prohibida se detiene también en ese Irán profundo que destila todas las esencias arcaicas, opresoras y oprimidas. En el que sus gentes, hombres fundamental aunque no únicamente, son tan hospitalarias como hostiles, tan receptivas como desconfiadas, tan deseosas de novedades como cerradas y endogámicas. Es una mirada irónica, aunque empática, que destila humor – ese prepucio… – ante tal paisanaje pero nunca hace sangre.
Entre la ficción y la realidad, entre la road movie, el thriller y el documental, otro agudo retrato de un cineasta censurado y valiente, que ama a las mujeres. Que, como en ‘Taxi’, se interpreta a sí mismo entre la persona y el personaje, muy bien acompañado por una excelente Behnaz Jaffari y la muy solvente Maedeh Erteghaei, además del reparto coral ya descrito.
Es una de las elegidas para debatir en la próxima sesión de nuestra tertulia de cine Luis Casal Pereyra del próximo miércoles, 12 de diciembre, a las 19.30, en Casa del Libro Viapol.
No dejen de verla.