Una persona – cuyo nombre se omite por razones obvias y que se define como «periodista, comunicador, guionista, productor, crítico y cinéfilo…» entre otras cosas – ha escrito un divertido e irónico tuit en esa red social, a propósito de esta película, que dice así: «Voy a posicionarme en una butaca de forma equidistante entre la puerta y la pantalla para ver #MientrasDureLaGuerra». Quien esto firma suscribe, aunque no sepa si por las mismas razones, y ahora entrará en detalles…
También suscribe lo comentado, a nivel feminista, sobre la ausencia de mujeres como sujetos políticos, luchadoras y militantes – que haberlas habíalas y muy notables, en aquel tiempo – en este relato fílmico. Sí aparecen, por contra, y alguna retratada muy dignamente, como madres, esposas, hijas, tías y hermanas siempre en función de sus maridos, padres, hijos, sobrinos… Y sobre lo escrito acerca de las inexactitudes históricas que contiene. Aunque Alejandro Amenábar – productor, guionista, compositor y cineasta hispano chileno, de la cosecha del 72, con títulos en su haber como ‘Tesis’ (1996), ‘Mar adentro ‘ (2004) o Ágora (2009), ganador de múltiples Goya y hasta de un Oscar por la segunda citada – haya declarado que ha dotado de algún contenido drámatico de ficción a los hechos reales, si bien se documentó con profesionales cualificados y respetó lo esencial.
Lo que a quien esto firma le incomoda personal, intransferible y profundamente de esta su última propuesta – producción española de 107 minutos de metraje, escrita por él mismo y Alejandro Hernández, con una notable fotografía de Álex Catalán y lo mismo puede decirse de la banda sonora del propio director así como de su factura y puesta en escena elegantes, clásicas e impecables – es la pretendida objetividad ideológica que desprende o lo que se suele llamar equidistancia. Porque quien esto firma cuestiona muy mucho ambos supuestos. Porque quien esto firma cree que no es incompatible la complejidad de pensamiente con la toma de partido. En cuanto a Carmen Polo…
Porque a quien esto firma piensa que hablar, como ha hecho su firmante en unas declaraciones, de la «tercera España», no es de recibo en un país que no ha superado el fascismo. Un país en el que se blanquea a partidos neofranquistas, violentos, racistas, clasistas, anti LGTBI y machistas, que están en las instituciones mientras que a las víctimas del dictador genocida se les niega una sepultura digna, la Memoria, la Verdad, la Justicia y la Reparación. Porque para quien esto firma, Unamuno representó una postura ideológica, intelectual y política – fue concejal franquista, algo que el film omite – con la que está en radical desacuerdo, pese a los matices críticos – tibios…, manifestados casi al final de su vida – que se le confieren.
En el saldo positivo, ya hemos hablado de su factura impecable y de su puesta en escena, con excepción de los almibarados e innecesarios flashback de la juventud del autor. Pero también habría que hacerlo de su valor y honestidad en el ejercicio de la libertad de expresión de su firmante; de su enfoque en el principio del golpe de Estado en paralelo el ascenso de Franco y la evolución ideológica del escritor; de los matices conferidos a la figura del llamado Caudillo; de las luchas de poder entre los generales afines, con sus diferentes personalidades. Y de un reparto en estado de gracia en el que destacar a Karra Elejalde, Santi Prego, Nathalie Poza, Luis Bermejo, Tito Valverde e Inma Cuevas. Eduard Fernández, pese a su probada solvencia interpretativa, está tan excesivo como paródico.
La debatiremos EL MARTES, 5 DE NOVIEMBRE – HEMOS DEBIDO ADELANTAR UN DÍA LA SESIÓN, VEAN LA ENTRADA ANTERIOR DE ESTE BLOG AL RESPECTO – A LAS 19.30, EN CASA DEL LIBRO VIAPOL EN NUESTRA TERTULIA DE CINE LUIS CASAL PEREYRA. VÉANLA CUANTO ANTES Y VÉANLA EN CUALQUIER CASO.