Investigando esta firmante, sin pretensiones de exhaustividad, en ciertos contextos de la película que nos ocupa, se encontró en la imprescindible página Wikipedia que el novelista y biógrafo norteamericano William Lindsay Gresham (1909-1962) – autor de la obra en la que se basan las dos adaptaciones cinematográficas que quien esto suscribe no ha leído y cuyo título original es ‘El callejón de las pesadillas’ – «se afilió en el año 1936 al Partido Comunista y al año siguiente marchó como voluntario para luchar en la Guerra Civil Española, del lado del Bando Republicano, en el batallón Abraham Lincoln» Gracias le sean dadas por ello. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.
Y…, se entrecomilla lo que se transcribe textualmente, «Allí conoció a un médico que le hablaba de cuando había trabajado en una feria ambulante y le contó la historia de una atracción basada en el espectáculo de un hombre degradado por el alcohol que era capaz de hacer las más abyectas acciones: sentarse y gatear en su propios excrementos y morder las cabezas de pollos y serpientes que le arrojaban»
Más tarde nuestro autor abandonó su militancia comunista, abrazó la religión prebisteriana, se divorció dos veces, intentó suicidarse, recibió sesiónes de psicoanálisis y finalmente, tras descubrir que tenía cáncer de lengua, se quitó la vida.
Este material biográfico, basado en hechos e historias reales, lo traslada, ficcíonándolo, a una historia ambientada en los finales de los años 30 y comienzos de los 40 del pasado siglo en la que un joven y ambicioso buscavidas, habilidoso con las manos, recala en una feria ambulante donde, merced a su relación con una pareja, aprende los códigos para que la mujer – a la que convertirá en su amante tras la muerte algo oscura del marido – sea la pitonisa en un espectáculo en la que los datos cifrados se los proporciona él y…
… luego abandona el lugar, con la chica que se ha prendado de él, y se convierte en un falso mentalista en fiestas y espacios para millonarios. Hasta que conoce a una magnética psicoanalista, tan ambiciosa y poco ética como él, que le proporciona los datos de sus pacientes. Dos especialmente, una pareja que ha perdido a su hijo y un implacable juez con mucho que ocultar. Y…
El editor, guionista, productor, novelista y cineasta mexicano Guillermo del Toro – cosecha del 64, entre cuyos créditos figuran las sobradamente conocidas ‘El espinazo del diablo’, ‘La sombra del fauno’, ‘Cronos’ o ‘La forma del agua’… – ha convertido este relato literario en un remake fílmico muy diferente al notable original homónimo de Edmund Goulding, fechado en 1947, que puede verse en la plataforma Filmin y cuya crítica puede leerse en esta página.
Porque la primera, muy mediatizada por la censura del tristemente famoso Código Hays, resulta sombría pero esperanzada y la que nos ocupa está habitada por un demoledor y negrísimo nihilismo sin que ninguna luz se cuele entre sus rendijas.
Las comparaciones son odiosas, sí, pero aquí pertinentes. La de Goulding es mucho más estructurada y coherente narrativamente hablando, más compleja, empática y sensible en el retrato de los personajes, por villanos que algunos resulten. También elude los temas más escabrosos, las aventuras sexuales y las conductas más aberrantes que estaban en el libro, según se deduce de la sinopsis de Wikipedia que ha leído esta firmante, por mor de los tiempos mojigatos en los que le tocó filmar.
Esta de Del Toro es desaforada, tremendista, plagada de desequilibrios narrativos y excesivamente larga. Apenas si muestra a sus protagonistas, ni nos permite conocerles, ni les deja evolucionar. Incluso en la puesta en escena ya que casi no hay primeros planos, ni medios siquiera.
Pero pese a tales errores, carencias y defectos, emana de ella una desesperanza, una fatalidad, una oscuridad, una mirada tan desolada y desoladora a un tiempo y a un país sobre el que aún sobrevolaba la Gran Depresión con las terribles, injustas y abismales diferencias entre excluídos y poderosos, que vislumbraba la esperanza del New Deal Rooseveltiano y que se topó con la Segunda Gran Guerra, que a esta firmante, a la contra de la mayoría de amistades de la crítica, la ha conmocionado. Y ese final tan duro y tan amargo…
Producción estadounidense, fechada en 2021, de 150 minutos de metraje. La escribe también, junto a Kim Morgan, el propio realizador. Excelente, suntuosa, portentosamente fotografiada por Dan Laustsen, dentro de una factura impecable y hermosa, marca de la casa. Con una espléndida banda sonora de Nathan Johnson y un reparto de lujo en el que resaltar a Bradley Cooper, Rooney Mara y Cate Blanchett. Y en el que se agradecen las poderosas intervenciones de Willem Dafoe, Toni Collette, Mary Steenburgen, David Strathairn, Richard Jenkins o Ron Perlman.
Es una de las elegidas para comentar en la próxima sesión de la tertulia Luis Casal Pereyra del miércoles, 2 de febrero, a las 19.30, en Casa del Libro Viapol. Para bien y para mal, tiene mucho debate.
No dejen de verla.