La obra teatral en la que está basada ‘Agosto’ ganó el Premio Pulitzer en 2008. La firma Tracy Letts, quien también hace lo propio con el guión de esta cinta estadounidense de 121 minutos de metraje y dirigida por John Wells – productor de teatro, cine y televisión, escritor y director. Cosecha del 56 – que viene precedida de dos nominaciones a los Oscar y de diversos reconocimientos.
Estamos ante una película, sobre el papel, atractiva por su reparto y porque aparentemente aúna comercialidad y calidad. Estamos ante una película, sobre el papel, que atrae a un público amplio y heterogéneo, con inquietudes. Estamos ante una película, sobre el papel, de temática adulta que no elude asuntos espinosos.
Estamos ante una película que se integra en el clásico género, tan norteamericano como universal, de las reuniones familiares de las que se derivan conflictos y estallidos que provocan fisuras – irreversibles o no – y que vehiculan la salida a la luz de ocultos y perturbadores secretos. Estamos ante una película con la coartada cultural de un premio de prestigio y de un aplaudido montaje.
Pero… precisamente por o pese a todo ello, estamos ante una película tramposa, a la que se le ven las costuras de su puesta en escena de teatro filmado, previsible, calculada al milímetro para el lucimiento de los actores, diseñada como un producto transcendente de cara a ganarse el afecto de la crítica y engañosamente audaz.
Estamos ante una película pretenciosa, falsamente autoral, y, para colmo de males, terriblemente misógina. Por favor, que su escritura la firma una autora… A los personajes femeninos, los pretendidamente importantes, no hay por donde cogerlos, de tan sobrados de tópicos, lugares comunes y clichés como están construidos. Así o mantis religiosas, o maltratadoras psicológicas, o arpías, o cómplices de parejas con tendencias delictivas o… En fin.
Ni el lujoso reparto puede con tanta esquemática desmesura. Meryl Streep, a la que le han caído todas las nominaciones, está penosa y patéticamente sobreactuada. Casi nadie, salvo los personajes masculinos con la excepción del de Benedict Cumberbacht, puede eludir los insidiosos tics de estar interpretando algo más grande que la vida. Hasta aquí, la impresión crítica de quien esto firma. Ustedes mism@s.