Inauguraremos el primer día del nuevo año con un título estrella más que esperado. Se trata de la última propuesta de los hermanos estadounidenses, Joel y Ethan Coen, ‘A propósito de Llewyn Davis’, sobre un joven cantante de música folk y su incursión en el Greenwich Village neoyorquino del año 61. Con un reparto muy sugerente en el que destacan Oscar Isaac, Carey Mulligan, John Goodman o Justin Timberlake. El Gran Premio del Jurado en Cannes, tres nominaciones a los Globos de Oro y otros reconocimientos, junto a una extraordinaria acogida crítica en su país, la avalan sobradamente. Hay que verla, de todas, todas. Aunque mucho me temo que, aquí en Sevilla, la exhibirán doblada…
Siguiendo con otros estrenos de interés en esta misma fecha, sobre el papel, y que podremos degustar en su versión original tenemos dos dramas, uno francés y otro franco-chino. El primero, ‘En solitario’, de Christophe Offenstein, en el que se relata la gesta de un hombre que pretende realizar la prueba deportiva de dar la vuelta al mundo en un velero y sin compañía, pero… Premio del Público en Gijón ha suscitado división de opiniones, aunque mayoritariamente favorables y la protagoniza el siempre excelente, François Cluzet.
La erótica la proporciona el segundo mencionado, ‘Love and Bruises’, de Lou Ye, en la que se describe una intensa, adictiva y violenta relación. Controvertida y polémica, ha dividido a la prensa especializada. En la nunca suficientemente bien ponderada e imprescindible Filmaffinity se recoge una cita de Justin Chang en Variety que la califica, entre otras cosas, como «Un estudio provocador, crudo e irregular sobre el lazo autodestructivo entre dos almas perdidas». Ahí queda eso…
Lars von Trier – Copenhague, cosecha del 56 – es un guionista y realizador bien conocido, fundador del llamado Movimiento Dogma – junto al también cineasta, Thomas Vinterberg, en 1995 – cuya filmografía provocadora e irreverente, ha sido tan aclamada como denostada. Es obvio que ya es un cineasta consagrado, con una Palma de Oro en su haber, y que, sin renegar de sus orígenes, – o no del todo, al menos – se ha convertido, posiblemente pese a sí mismo, en un autor de cabecera para la cinefilia universal.
Quien esto firma reconoce simultáneamente una atracción y un rechazo por su forma de hacer. Una estima por su transgresión de forma y fondo. Una fascinación por su puesta en escena tan estilizada como rompedora y por la belleza atípica y pluridimensional de sus imágenes. Tanto como por la complejidad y hondura de algunas de sus historias. Pero, desde su mirada violeta, le irrita profundamente su inveterada misoginia. En sus filmes no les ahorra a sus heroínas ningún estigma, ningún tormento, ningún desafecto. Con pocas excepciones. Un esquematismo en su visión de ellas – o mártires, o demonios, sin apenas matices – indigno de su inteligencia y que insulta la nuestra.
Esta su última propuesta, o el Volumen I, al que seguirá otro, – tercera de la llamada trilogía de la depresión, junto a ‘Anticristo’ y ‘Melancolía’ – no es una excepción a lo escrito. Esta primera parte, de 117 minutos, estructurada en ocho capítulos, de la historia de una mujer en la cincuentena encontrada en un oscuro callejón en muy mal estado, víctima de una paliza, por un caballero solitario – tan culto como comprensivo y encantador – quien la atiende y a quien le cuenta el relato de su atormentada vida… Esta primera parte, decía, es un compendio de algunos hallazgos visuales y estéticos, marcas de la casa, pero también – desde quien esto firma – de sus peores y más recurrentes tics.
Porque es tan peculiar en algunas de sus ideas y escenas, como epidérmica y superficial. Porque busca la coartada culturalista y autoral a un producto pseudoporno. Porque carece de alma, de intensidad, de pasión. Porque, incluso aunque el distanciamiento esté buscado y su clave sea ¿irónica? su tratamiento del sexo es esquemático y maniqueo, mecanicista. Porque tiene un envoltorio resultón e incluso brillante – música, fotografía, efectos visuales… – pero vacío de contenido. Porque tiene un pésimo guión, firmado por el propio director, que ni siquiera funciona a la contra. Porque se añora la transgresión de ciertas de sus cintas Dogma aplicada a un tema que la pedía a gritos. Vamos que lo más a contracorriente ha sido estrenarla, y verla, el día de Navidad.
Porque no se huele, ni se siente, ni se percibe el deseo. Porque el erotismo está ausente en ella. Porque es tramposa y se le nota la tramoya. Porque no tiene una evolución de los personajes. Porque es misógina, insultantemente misógina, hasta decir basta. Porque el serlo le resta complejidad, matices y riqueza argumental y estética. Porque es paternalista y condescendiente, jugando a lo contrario. Porque no hay quien se la crea, hablando en plata. Porque sus protagonistas – a excepción y con sus peros, del tándem Gainsbourg- Skarsgard e incluyéndolos también – son planos hasta la exasperación. Porque roza peligrosamente una pedofilia de la peor especie. Porque usted ni conoce, ni ama a las mujeres, señor von Trier. Y eso le pasa factura.
Así que esta es la modesta y minoritaria contribución crítica de quien esto firma a una película que, pese a todo, hay que ver. Aunque sea para odiarla.
Ann Hui – República Popular China, cosecha del 47 – es una de las más veteranas y populares cineastas de su país. Su carrera se ha desarrollado en los campos de la interpretación, la escritura, la producción y la realización. Se la integra en la llamada Nueva Ola de Hong Kong. En su filmografía se ha interesado por temas tan dispares como la guerra de Vietnam, a la que dedicó una trilogía, el mundo sobrenatural y el exilio. Esta cinta, que data del año 2011, con 117 minutos de metraje, recibió numerosos premios como la Copa Volpi en Venecia a su prodigiosa actriz principal, Deannie Yip.
La historia se basa en la experiencia real del productor Roger Lee – autor asimismo del guión, junto a Susan Chan – con su ama. Sigue a una mujer que ha servido a dos generaciones de una familia durante casi sesenta años, incluyendo al único miembro que reside en la ciudad, un hombre joven que viaja con frecuencia y que, a su vuelta al hogar, es cuidado y atendido siempre por ella. Pero un derrame cerebral trastoca las vidas de ambos e invierte sus posiciones.
Hui evita cuidadosa y sabiamente tanto el ternurismo como el distanciamiento en un relato que, en otras manos, hubiera resultado sentimentaloide, o costumbrista, o tópico, o plagado de clichés o condescendiente. Y no lo es, no cae en ninguno de tales peligros. Por el contrario, su mirada es sobria, detallista, llena de humor y elegancia, sensible y cercana, sin intoxicaciones emocionales, ni dramáticas. Observadora sutil, va dejando constancia del cambio en las actitudes de un personaje que, aún siendo amable, da por establecido su estatus privilegiado y comienza a valorar la calidad y generosidad de quien le ha atendido desde la infancia.
Hay una visión, también, sobre la vejez muy diferente a la occidental. L@sancian@s de la residencia en la que la protagonista pide ser ingresada tras su quebranto de salud, y a fin de no resultar una carga, son intern@s reales en ella. Se les pidió que actuaran con naturalidad, de acuerdo a sus respectivas personalidades, y así lo hicieron. Esto se transmite en la cinta y son contemplad@s con amor, humor y cariño. Y, sobre todo, con mucho respeto.
En resumen, un filme sólo aparentemente sencillo, y tan complejo, sobre las relaciones de servidumbre, los intercambios de roles, las lealtades, el agradecimiento, el paso del tiempo, la enfermedad y la muerte. Tan púdica como expresiva, tan emotiva como contenida, esta pequeña gran historia, tan despojada de transcendencia como valiosa, merece ser vista.
Hoy hemos tenido el orgullo de que la tertulia ‘La Palabra y la Imagen’ haya sido objeto de un reportaje en El Correo de Andalucía, junto a los amigos de la Linterna Mágica.
Os dejamos el enlace del texto, de Ismael G. Cabral:
Para quienes apoyáis siempre al blog y a la abajo firmante, a despecho de desalientos. Para Vita Lirola, creadora y artífice de Sevilla Cinéfila. Con toda mi gratitud.
Tres muy interesantes películas orientales han coincidido felizmente en un corto espacio de tiempo en el Cine Avenida. Dos japonesas y una de Hong Kong. A saber, ‘De tal padre, tal hijo’, de Hirokazu Kore-eda, ‘Una familia de Tokio’, de Yoji Yamada y ‘Una vida sencilla’, de Ann Hui. La primera, una de las que debatiremos en nuestra próxima tertulia del miércoles, 8 de enero, ya fue consignada en estas páginas. Las otras dos, son comparables en más de un sentido. Aunque, en este caso, haremos la crítica de la primera.
Ambas tienen en común los vínculos – en un caso, por biología y en el otro, por servidumbre -, el paso del tiempo, la vejez y la muerte. Pero su tratamiento, enfoque y narrativa son totalmente distintas. La primera se centra, como su título indica, en el núcleo familiar propiamente dicho y la segunda en el de adopción. La primera muestra el fastidio de unos hijos ante la llegada de sus padres de visita a la capital, no saben cómo, ni donde ubicarles y se desentienden de atenderlos, con una excepción. La segunda, por contra, muestra la gratitud de un hombre joven hacia quien le sirvió a él, a su hermano y a sus padres con lealtad inquebrantable durante casi sesenta años.
Además el protocolo formal de las relaciones que muestra la primera y la, otra vez tenemos que señalarlo, profunda sumisión e inferioridad de la mujer en el marco de la pareja y del matrimonio, con una excepción que además, nada casualmente, resulta un personaje más que antipático, es más propia de la cultura nipona. En la segunda, los personajes son más expresivos y se muestran más desinhibid@s y espontáne@s. Dentro de lo que cabe, claro.
Pero, vayamos por partes. ‘Una familia en Tokio’, de Yoji Yamada- cosecha del 31 – es una adaptación de una de las maravillas del maestro Ozu, ‘Cuentos de Tokio’. Obtuvo la Espiga de Oro en Valladolid. Su guión lo firman el propio realizador y Emiko Hiramatsu. Tiene 146 minutos de metraje y, como se ha citado antes, describe la conmoción que provoca en tres hermanos – dos hombres y una mujer, un médico, la dueña de un salón de belleza y un trabajador teatral – la visita de sus ancianos progenitores.
Sin llegar a la altura de su modelo, Yamada construye una cinta más que digna en la que resalta la importancia del afecto y de las afinidades frente a las ataduras de los lazos biológicos. De hecho, retrata con finura y sutileza los subterfugios de que se valen los hermanos mayores para eludir cualquier tipo de hospitalidad en el sentido más amplio hacia los padres. Ni siquiera las rígidas convenciones de la sociedad japonesa les impiden abandonar, por decirlo así, a sus progenitores a su suerte, en un cuchitril primero y en un hotel después, en una gran urbe que desconocen.
Y cuando la tragedia hace su aparición, se revelan igualmente las miserias de unos descendientes que no están a la altura. Sólo el menor, su chica y la hija política son suficientemente sensibles y compasivos. Como las mujeres que cuidan del matrimonio en la isla en la que residen. Resalta con ello, y muy bien, por cierto, la prioridad de los afectos frente a la biología. De los lazos frente a los compromisos forzosos y forzados.
No puede evitar, y no la critica, la profunda misoginia de la historia, ejemplificada en el personaje de la hija y en la subordinación de las cuñadas y de la madre. Desde una mirada contemporánea y violeta, resulta más que perturbador constatarlo y el relato se devalúa por dicho esquematismo argumental. No obstante, aunque no esté habitada por la intensidad, la lírica y la poética trágica de su modelo, merece verse.
Aunque parezca paradójico, y lo sea, no hay muchas películas sobre la esclavitud rodadas en Estados Unidos. Aunque parezca paradójico, y lo sea, han coincidido en los últimos meses tres cintas, muy diferentes entre sí, con este tema. A saber, ‘Lincoln’, de Steven Spielberg; ‘Django desencadenado’, de Quentin Tarantino y esta que nos ocupa, ’12 años de esclavitud‘, de Steve McQueen.
Aunque parezca paradójico, y lo sea, un ciudadano extranjero de color ha puesto el dedo en la llaga de la crudeza – sin épica, ni lírica, sin mixtificaciones, ni concesión alguna´-. padecida por su raza, que lleva aparejada la perversión intrínseca de la propiedad de un ser humano sobre otro. De la crueldad, de los abusos, de las torturas, de la inicua explotación que sufrían por parte de sus amos.
De las devastadoras consecuencias de la forzada renuncia de las víctimas a la propia identidad, a la propia cultura, a la esperanza, a la rebelión, a la propia voluntad, al propio cuerpo, a las propias emociones, a los propios deseos, a los vínculos familiares y afectivos, a cualquier derecho elemental. A todo lo que supone el estatus de personas.
Y estar expuest@s, por contra, a la crueldad más terrible, a las violencia de todo tipo – en las mujeres, además, a las agresiones sexuales, a las violaciones y al derecho de pernada -, a las represalias más feroces, a cualquier arbitrariedad, al trabajo exhaustivo y a los castigos corporales a golpes de látigo. A las traiciones, a los engaños, a las vejaciones y a las cobardías de unos dueños más o menos inicuos, pero nunca buenos.
Steve McQueen – Londres, cosecha del 69, firmante también de las notables ‘Hunger’ y ‘Shame’ – ha puesto en imágenes la historia, de un músico afroamericano libre y culto, Solomon Northup, residente en Nueva York quien, en 1841, durante un viaje a Washington, fue engañado, secuestrado y vendido como esclavo en el profundo sur. Una vez liberado, escribió el relato de esos doce años infernales.
El realizador ha hecho justicia a esta lacerante narración con una puesta en escena implacable en la que no se permite, ni nos permite, un respiro en el catálogo de los horrores mostrados. En la que documenta esta crónica universal de la infamia con exhaustividad en sus 136 minutos de metraje, sin subrayado alguno, ni autocomplacencias sentimentales o heroicas. Antes al contrario, a menudo con sonido ambiental – que no directo -, ello pese a la excelente banda sonora de Hans Zimmer, y planos fijos en algunas escenas difícilmente soportables. Pese a la lamentable circunstancia de proyectarse doblada, se han respetado las canciones de l@sesclav@s en sus versiones originales subtituladas.
Esta cinta tan dura, honesta y valiente va directa al Oscar. Ya ha sido nominada a todos los galardones previos, sancionada por las asociaciones de críticos que han reconocido su incuestionable calidad y a un reparto en estado de gracia en el que destacamos a Chiwetel Ejiofor, Michael Fassbender y Lupita Nyong´o, pero también a Benedict Cumberbacht o Paul Giamatti. O… Tod@s. Y el guión de John Ridley y el propio McQueen. Y la fotografía de Sean Bobbitt, y…
Con una lectura histórica y política, tan contemporánea, de denuncia del racismo y la intolerancia, de esta y cualquier otra forma que la esclavitud adopta a lo largo de los siglos, su visión es obligatoria para l@s amantes del cine más comprometido y consecuente. Para aquell@s que se sumerjan en sus tinieblas, en la peor versión de una raza y de la condición humana, el premio será una obra mayor que hace saltar en pedazos los edulcorados y reaccionarios mitos sureños de Escarlata O’Hara y el Tío Tom.
Cate Shortland – australiana, cosecha del 68 – realiza y escribe, junto a Robin Mukherjee, este su segundo largometraje basado en la novela de Rachel Seiffert, ‘La habitación oscura’. Ha sido distinguido en los Festivales de Locarno, Sydney y Estocolmo y preseleccionado para representar a su país en los Oscar, pero finalmente no fue elegido. Se trata de una coproducción entre Australia, Alemania y Reino Unido, de 109 minutos de metraje.
Sigue a una adolescente, la mayor de cinco hermanos, que debe afrontar la huida de sus padres – miembros de las SS- ante el riesgo de ser capturados por las tropas aliadas vencedoras. La acción transcurre en la Alemania de 1945 y ella deberá conducirlos 900 kms hacia el norte, para reunirse con su abuela, afrontando toda clase de penalidades y las consecuencias de las acciones de sus padres. Irónicamente, un misterioso joven superviviente judío será su mayor apoyo…
La mirada de la realizadora muestra un momento histórico no suficientemente tratado en el cine, aunque parezca paradójico, desde la perspectiva de los siniestros perdedores y desde la óptica de una adolescente. Desde la óptica de dos miembros de la tristemente célebre SS, matrimonio por más señas, que se ven obligados a huir, a morder el polvo, a quemar las pruebas de sus delitos, a dejar su casa, enseres y a sus propios hijos – uno, el menor, de pecho – cobarde y alevosamente. Sin el menor indicio de arrepentimiento, convencidos ambos – él y ella – de lo justo de su proceder.
Desde la mirada de la protagonista, guía de sus cuatro hermanos, a través de un territorio hostil a los principios del Tercer Reich en los que creen y en los que han sido educados. A través del corazón de un paisaje y ciudades, que ya no les pertenecen y están ocupadas por el enemigo. Bajo unas circunstancias extremas en las que el personaje central sienta la ambivalencia de la atracción y el odio hacia un ‘inferior’. Y que tampoco se retracte, sino que se apegue empecinadamente a la ideología de sus progenitores…
Así, la realizadora muestra, con un talento visual que ha sido comparado al de Malick, con una puesta en escena tan estilizada como densa, tan luminosa como oscura, este estado de cosas. Muestra esa inversión de perspectiva en las vivencias de quienes se tenían por amos del mundo y dueños de la verdad absoluta y en las de sus descendientes. Pero no redime, ni subraya. No se permite la complacencia en la justicia de una causa. Ni castiga, ni moraliza. Sólo muestra un itinerario duro y descarnado, que contrasta con la hermosura de los escenarios que transitan, plagado de peligros y asechanzas, externas e internas. Marcado por el objetivo de sobrevivir y llegar a su destino, a toda costa.
Un equipo técnico notable sirve al clima y a la atmósfera de este relato. Destacamos la fotografía de Adam Arkapaw y la excelente composición de Saskia Rosendahl de un personaje más que ingrato, cuya vulnerabilidad corre pareja con su soberbia. Esta historia nada épica, ni heroica, del fin de una era, del crepúsculo de quienes se tomaban por seres superiores, es una historia que no deben perderse.
En este viernes 13, pródigo en supersticiones y terrores, nos llega uno de los estrenos estrella de la temporada. Se trata de la película norteamericana, dirigida por el británico Steve McQueen (‘Shame’), ’12 años de esclavitud’. Relata la historia real de un músico negro libre y culto, que vivía con su familia en el Nueva York de 1850, y que fue drogado, raptado y trasladado a una plantación de Lousiana, donde es sometido a abusos y explotación durante el periodo a que se refiere el título.
La crítica de su país se le ha rendido y ya está en la antesala de los Oscar con siete nominaciones a los Globos de Oro, otras tantas a los Independent Spirit Awards, Mejor Película en Toronto, Listas de Mejor Película del Año, Mejor Director para los Críticos de Nueva York y un largo etcétera. Su reparto incluye a Michael Fassbender, Brad Pitt, Benedict Cumberbacht o Paul Giamatti. La debatiremos, junto a ‘De tal padre, tal hijo’, de Hirokazu Kore-eda, en nuestra próxima tertulia de cine del miércoles, 8 de enero. Lamentablemente, en Sevilla no la veremos en su versión original.
Pero sí otra cinta de mucho interés y con las mejores referencias. La coproducción entre Alemania, Australia y Reino Unido, ‘Lore’, de Cate Shortland. Un drama bélico que sitúa su acción tras la derrota alemana en la II Guerra Mundial e invierte la perspectiva habitual. Premio a la Dirección en la Seminci vallisoletana y elegida por la Academia Australiana para optar al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Promete y mucho.
Como el documental, ‘Guadalquivir’, de Joaquín Gutiérrez Acha, proyectado en el Festival de Cine Europeo. Y, por último, hacer constar el estreno de un episodio de la última etapa de la vida de la princesa de Gales, ‘Diana’, de Oliver Hirschbiegel. Las críticas han sido muy negativas para con ella y para con su protagonista, Naomi Watts.
En su trigésimo aniversario de boda, una pareja de maduros profesores ingleses se propone celebrar tal evento y, de paso, revitalizar su relación en la mítica París. Sin embargo, sus primeros momentos en la ciudad no son precisamente óptimos y dan lugar a más de una confrontación entre ambos y sus respectivos puntos de vista sobre la vida, el amor, el matrimonio y sus diferentes personalidades. El encuentro con un antiguo alumno de él, y ahora un escritor de éxito, precipitará las cosas…
Hanif Kureishi – Londres, cosecha del 54, prestigioso novelista, dramaturgo, guionista y cineasta – es el responsable de la escritura de ‘Le Week-end’, de la que su firmante es Roger Michell – Pretoria, Sudáfrica, cosecha del 56-, residente en Reino Unido. La película tiene la nacionalidad británica y ambos les confieren sus señas de identidad en un tándem más que complementario.
En efecto, la mordacidad, brillantez, agudeza y corrosividad de diálogos y situaciones- algún@s más que descarnad@s…- se deben, desde la impresión de quien esto suscribe, a la afilada visión del primero. Mientras que la sutileza, el humor, la elegancia y el ingenio tan british se deben al segundo, a su puesta en escena nada llamativa, ni subrayada, pero clásica y precisa. Y, por supuesto, a su reparto. Jim Broadbent, Premio al Mejor Actor en San Sebastián, que tiene momentos antológicos; Jeff Goldblum que aporta glamour y cinismo y, sobre todos, la estupenda Lindsay Duncan. Suya es la función.
En resumen, estamos ante una película que sabe conjurar muy bien los riesgos del tratamiento tanto ternurista, paternalista y condescendiente como oscuro y nihilista, en lo que respecta a la edad de sus personajes. Ante una película que reflexiona sobre el desgaste del amor y de las relaciones, de la institución matrimonial, de las diferentes posiciones del hombre y la mujer en ella, en la vida cotidiana y en la profesional. Ante una película que confiere a su protagonista femenina el motor del cambio posible y deseable, a base de no hacer ninguna concesión, por duras y amargas que sean algunas de sus actitudes.
Pero también ante una comedia tan agridulce como la vida, como las parejas, como el paso del tiempo en dos personas cultas e ilustradas, luego más conscientes, luego más heridas, luego más capaces del carpe diem con todas las consecuencias. Irónica y refinada, compleja y abrupta en ocasiones, estamos ante una película que merece la pena verse.
Este puente nos oferta una cartelera variada, tanto a nivel comercial como alternativo, por así decirlo… Y también en géneros, nacionalidades y temáticas. Comenzamos por las comedias y, en este apartado, tenemos a la española, ‘Tres bodas de más’, de Javier Ruiz Caldera con Inma Cuesta de protagonista y un reparto en el que se incluyen Paco León, María Botto, Laura Sánchez, Martín Rivas, Quim Gutiérrez o Berto Romero. Inauguró el Festival de Cine Europeo y su crítica pueden leerla en el blog. Fallida y misógina, con más que irregulares bajones de ritmo e interés, salvo por algunos destellos. En fin…
La otra comedia, mucho más adulta y agridulce, es la inglesa, ‘Le week-End’, sobre un matrimonio de profesores que celebra su trigésimo aniversario en la llamada Ciudad de la Luz. La firma Roger Michell y la interpretan, entre otr@s, Jim Broadbent, Lindsay Duncan y Jeff Goldblum. Muy pronto, tendrán la crítica en estas páginas.
Otro canto de amor a otra capital -en este caso, Roma- es ‘La gran belleza’, de Paolo Sorrentino. Participó en la Sección Oficial del Certamen sevillano y obtuvo los Premios Eurimages, el de la Crítica Andaluza y el de Mejor Actor al gran Toni Servillo. Mayoritariamente aclamada, aunque Sevilla Cinéfila le pesaran más sus peros, como pueden comprobar en la reseña que le hizo en su momento, se impone verla y más en su versión original.
Una ausencia por razones técnicas – no llegar la copia a tiempo – que se subsanará, esperamos, la semana entrante es la de la mexicana, ‘La jaula de oro’, de Diego Quemada-Díez. Sobre el durísimo viaje de tres inmigrantes a la ‘tierra prometida’ estadounidense. Y terminamos con la revisión del clásico de terror, de Stephen King en la escritura y Brian de Palma en la dirección, ‘Carrie’. Está firmado, en esta ocasión, por Kimberly Peirce y ha generado división de opiniones críticas.
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