‘Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!: Cherchez la mère…

El francés Guillaume Gallienne – actor, guionista, dramaturgo y realizador, cosecha del 72 – consiguió con esta su ópera prima – basada en su obra teatral  homónima autobiográfica, en la que interpretaba todos los papeles –  5 Premios César. A saber, Mejor Película, Mejor Actor, Mejor Debut, Mejor Montaje y Mejor Adaptación y una taquilla de más de tres millones de espectadores en su país. Tercero de cuatro hermanos, y el único débil y vulnerable, fue distinguido siempre por su madre – una excéntrica aristócrata ruso-georgiana – como alguien especial, no exactamente un chico – de ahí el título – lo que le llevó a adoptar actitudes femeninas y a imitarla en lo que podía. Son fuentes de otra página imprescindible, Wikipedia.

Gallienne ha declarado que «he pagado una fortuna a psicoanalistas durante años». En efecto, y aunque la historia está narrada básicamente desde el humor, subyace en ella una profunda tristeza y amargura hacia un ser desvalido, inocente y ansioso de afecto, buscando su lugar en el mundo, empezando por sus propios cuerpo e identidad sexual. Un ser desvalido, víctima de la confusión en la que se le ha condicionado y del machismo y la homofobia más recalcitrantes, junto al odio al diferente.

Insistiendo. La clave irónica, e incluso de farsa, conscientemente teatral y artificiosa, de show monologuista, base de su inspiración, con la que está contada, no oculta este demoledor mensaje subliminal. Subliminal y  algo perverso, porque nos convierte en cómplices de sus desdichas al provocar nuestras risas de y con ellas. Esta es, sin duda, la parte más brillante de una cinta barroca, voluntariamente excéntrica – como la mayoría de los personajes que la habitan – y excesiva, que dinamita las convenciones narrativas al uso, manteniendo intacta su vocación de llegar al gran público.

Esta y las interpretaciones del propio realizador en su propio rol y el de su progenitora y el resto del reparto en el que hay nombres propios como el de Françoise Fabian o Diane Kruger. Su fotografía, banda sonora, el guión , del propio realizador y un considerable etcétera. Pero a quien esto suscribe le ha molestado un tanto -manías personales- tanta voz en off y el acento densamente cargado en la responsabilidad materna en sus desdichas, pues su composición roza el cliché y la caricatura misóginas, si bien llena de ironía.

Otra cosa. El ‘happy end’ normativo al uso, es desmentido por las declaraciones del cineasta sobre su bisexualidad confesa compatible, en su vida real, con un matrimonio bien avenido. Desde la opinión de quien esto firma, la inclusión de esta circunstancia hubiera enriquecido mucho el relato. En cualquier caso, véanla.

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