Esta película se basa en la libre interpretación de un hecho real que afectó, en 2007, a una ONG francesa llamada ‘El Arca de Zoé’, cuyos miembros fueron detenidos al intentar sacar ilegalmente del Chad a más de un centenar de niños-as, que iban a ser adoptados-as en Europa, previo pago de los futuros progenitores. Menores de los que se aseguraba su orfandad , para que nadie pudiera reclamarles, y el contar con un máximo de cinco años para una adaptación óptima en su país de acogida.
El belga Joachim Lafosse, cosecha del 75, autor de la notable ‘Perder la razón’, ha adaptado esta historia, fechada en 2015 y de 115 minutos de metraje, contando con un guión muy solvente de Zélia Abadie y Bulle Decarpentries, con una magníficas imágenes de Jean-François Hensgens y con las interpretaciones sobresalientes de, sobre todo, Vincent Lindon, Louise Bourgoin y Valérie Donzelli. No hay más banda sonora que los diálogos, los sonidos ambientales y las canciones que se entonan. Obtuvo la Concha de Plata en el pasado Festival de San Sebastián.
La mirada del realizador es casi documental, casi entomológica, mostrándonos la llegada del grupo; el campamento; la relación con los nativos; los intermediarios; los jefes de los poblados; su día a día; su logística; sus interrelaciones; sus acuerdos, desacuerdos y conflictos internos y externos.
Todo ello integrado en un paisaje bélico, devastado y paupérrimo, en los que los límites éticos y morales de la acción humanitaria son difusos. Pero también la corrupción, los engaños y abusos de las víctimas y cómplices de un lamentable estado de cosas.
Y, en medio de todo este caos, más o menos organizado, más o menos sujeto a la improvisación, los-as niños-as. El eslabón más débil de esta cadena, cuyas vidas y futuros dependen de las transacciones, chantajes, presiones y sobornos varios de gentes adultas algunas de las cuales, supuestamente, actúan animadas de las mejores intenciones.
Y estas ambigüedades, estas incómodas ambivalencias de signo político, colonialista, de solidaridad y de justicia, con sus oscuros reversos nos son mostradas aquí sin trampas míticas, ni épicas, ni sentimentales. Lo que no implica que, dentro de su distanciamiento, o quizás precisamente por ello, tenga momentos profundamente emotivos.
Quien esto firma, la encontró dura, difícil, valiente, poderosa, compleja, sensible, inteligente y enormemente honesta en su fondo y en su forma. En su narrativa y en su tratamiento. Y no puede más que recomendarles que no se la pierdan.