‘Acuarela’: El color escondido de las cosas

Ante esta propuesta del veterano realizador Silvio Soldini, cosecha del 58 – producción italiana de 115 minutos de metraje, cuyo guión escriben el propio director junto a Doriana Leondeff y Davide Lantieri, que fotografía con estilo Matteo Cocco, cuya música, que  subraya el relato, la firma Gianluigi Carloni, cuya puesta en escena es elegante y rehúye los clichés del género y cuyo título original es el de esta reseña – quien esto firma ha tenido opiniones y sensaciones encontradas. Ahora verán por qué.

En lo positivo, por una excelente y luminosa Valeria Golino,  en curioso contrapunto a su nada convencional personaje de osteópata invidente que sabe ver, e intuye muy bien, el color escondido de las cosas. Una mujer fuerte, valiente y autónoma a la que su discapacidad no limita, sino que enriquece y que, lejos de estancarse en la nostalgia de lo perdido o en el drama del presente, destila alegría y humor por todos sus poros.

A lo que la ayuda su irresistiblemente loca y divertida amiga tan bien interpretada por Arianna Scommegna, otro acierto de la película, cuyos ojos están a punto de fundirse en negro. Ambas se ríen de los pequeños desastres provocados por sus inevitables torpezas. Y nos hacen reír con ellas. Pero, siendo mínimamente realistas, tendría que haber un enfoque discrepante, que es el de la joven alumna de la protagonista – una buena composición de Laura Adriani – que se revuelve contra un destino impuesto que la condena.

En el saldo positivo también, junto a tales retratos, está la apuesta por un trato en la relación amorosa, lejos de la solución kleenex de usar y tirar. Un trato que obliga a un publicista promiscuo y egocéntrico – un muy correcto Adriano Giannini, a quien conoce en las visitas a oscuras en las que guía a personas videntes y en su consulta – a la intimidad física y emocional con quien no puede verle, con alguien que rompe sus esquemas, que se adelanta a cada paso y que le obliga a mirar y a sentir de otro modo.

Otra cosa es que intenten limpiar la imagen de un hombre bastante detestable, donjuanesco e inmaduro. Otra cosa es el exceso de subtramas que restan y no suman. Otra cosa es el tufillo misógino de los trazos gruesos en los retratos, superficial y antipático respectivamente, de la amante y la «novia» de semejante casanova. Otra cosa es que no haya llevado este reto a sus últimas consecuencias…

Escrito queda. La pelota, en sus tejados.

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