Archivo mensual: septiembre 2017

‘Bye bye Germany’: Supervivientes

De la cosecha del 48, el guionista y director, nacido en Alemania pero nacionalizado belga, Sam Garbarski, es conocido por una propuesta curiosa e irreverente, ‘Irina Palm’ (2007), que tiene más de un punto en común con esta, pese a sus temáticas tan distintas.

Aunque la primera parte de un drama íntimo y ‘Bye, bye Germany’ de un hecho histórico tan terrible como el Holocausto, ambas extraen humor de la tragedia y contemplan con una ironía, no exenta de compasión, la lucha por la supervivencia de sus personajes.

Esto concierne especialmente a la que nos ocupa que se centra en un grupo de judíos supervivientes de los campos de concentración que se convierten en vendedores-timadores a fin de reunir el dinero para irse a Estados Unidos.

Producción alemana de 101 minutos de metraje. Su guión lo firman conjuntamente Michel Bergmann y el propio director. La fotografía con solvencia y matices una mujer, Virginie Saint-Martin y la banda sonora, de la que se puede decir otro tanto, se debe a Renaud Garcia-Fons. Y el reparto coral, también muy competente, en el que destaca un dúctil Moritz Bleibtreu.

El realizador sabe retratar bien la nada épica vuelta a una casa que no será jamás un hogar, Alemania, de este grupo de ciudadanos que vienen del infierno y que siguen estando bajo sospecha en su propio país, e incluso del propio ejército aliado. Un país al que desprecian por el maltrato recibido y a cuyos compatriotas intentan burlar, o timar, en una picaresca suerte de desquite. Y lo hace con tanta ironía como sensibilidad.

El problema es que no sabe a qué carta quedarse entre la comicidad y el drama y eso compromete al resultado. El problema es que la película funciona mucho mejor cuando es cínica que cuando es amarga. El problema es que no lleva hasta las últimas consecuencias su singular y atípico enfoque, ni en la comedia, ni en la tragedia.

No obstante, es un filme digno y diferente que merece ser visto.

‘La historia del amor’: Mitos y místicas

Radu Mihaileanu – guionista y realizador rumano residente en Francia, de la cosecha del 58, con ‘El concierto’, (2009) como su filme más conocido en nuestro país, dentro de una extensa filmografía – reaparece en nuestras carteleras con esta coproducción entre Francia, Canadá, Rumanía y Estados Unidos, fechada en 2016, de 134 minutos de metraje, cuyo guión también escribe, junto a Marcia Romano, sobre la novela de Nicole Krauss. La fotografía, matizada y con toques evanescentes, la firma Laurent Dailland y la música, Armand Amar.

Estamos, supuestamente, ante un drama romántico que bascula entre un amor «más grande que la vida» e inolvidable, el experimentado por un anciano judío polaco en los años 30, al que sigue fiel pese al tiempo transcurrido y a su cambio de residencia a Nueva York y el primero de una jovencita en la época actual. El nexo de unión de ambos hechos  es un libro que se titula como la propia película.

El director, que ya había mostrado su tendencia al exceso en la mencionada, y muy superior a esta, ‘El concierto’, se pierde en un maremágnum de subtramas , personajes con sus tics personales – desde quien esto firma, tan malo es desatenderlos como enfatizarlos demasiado sin necesidad alguna, como ocurre aquí – e identidades, por llamarlo de alguna manera.

Así es. Y con su carga, más bien sobrecarga, de mitomanía y mitificación a cuestas. Lo que deviene en un contrasentido integral, que enlaza por los pelos ambas historias en un relato en el que los árboles no dejan ver el bosque. En un relato en el que ni siquiera está demasiado claro qué bosque está queriendo mostrar. En un relato pretencioso y embarullado, complicado y no complejo, al que le sobra metraje, le fallan el guión y el ritmo y, en definitiva, el interés.

Si no lo protagonizara el gran Derek Jacobi – pese al buen hacer, con sus tan mixtificadas protagonistas, de Sophie Nélisse y Gemma Arterton – el resultado aún sería peor.

Escrito queda.

‘La reina Victoria y Abdul’: El Imperio contraataca…

En 1997, el director de cine, teatro y televisión inglés John Madden – cosecha del 49,  ‘Shakespeare in love’, ‘El exótico hotel Marigold’, ‘El caso Sloane’… –  llevó al cine otra amistad muy especial de esta misma soberana con un escocés llamado John Brown en su película ‘Su majestad Mrs Brown’, casualmente también protagonizada por la enorme Judi Dench y a la que se alude fugazmente en esta que nos ocupa.

En este caso, su compatriota y colega Stephen Frears – cosecha del 41, ‘Las amistades peligrosas’, ‘La reina’ ‘Philomena’… – ha elegido narrar aquí la de la emblemática Victoria con un musulmán hindú llamado Abdul Karim quien, como el anterior, pasó de siervo a secretario y confidente personal. Es evidente que a la soberana, devastada por su viudez durante años, no le faltaron luego consuelos entrañables… Como también lo es que esta Casa Real es un verdadero filón para películas y series.

El realizador declaró irónicamente en Venecia que ‘La reina Victoria y Abdul’ o ‘Victoria & Abdul’, su título original, «había sido hecha para Donald Trump», refiriéndose a su cuestionamiento de los clichés religiosos y étnicos. Aunque no tanto en cuanto a las mujeres, desde luego, en referencia a las descripciones de la esposa y de la suegra del protagonista…

Entrando en materia crítica, esta propuesta fílmica es convencional, de factura impecable, contenida y algo trillada. Muy lejos de ese ejercicio notable que hizo en ‘La reina’ (2006) – un más que digno retrato de la tataranieta de nuestra protagonista, encarnada por la eminente Helen Mirren – no está, sin embargo, del todo desprovista de encanto.

En especial, en su primera parte donde la rígida y protocolaria corte, extremadamente jerarquizada e inamovible, sin ninguna concesión a la espontaneidad, se ve sacudida por el comportamiento, tan inocente como natural, del personaje masculino.

Un personaje tan diferente, como fiel vasallo del Imperio, al de su compañero de fatigas y compatriota, rebelde con causa. Estos contrastes, de humor fino y ácido, resultan muy divertidos y, a juicio de quien esto firma, son lo mejor de la función. Por contra, Frears pierde una oportunidad de oro para ser cáustico, irreverente, transgresor de clichés al uso y también más complejo, intenso y emotivo. Algo que ha demostrado sobradamente que sabe hacer.

Producción británica de 112 minutos de metraje. La escribe Lee Hall, sobre la novela de Shrabani Basu. Muy bien fotografiada por Danny Cohen, su banda sonora, tan adecuada al relato, la firma el prestigioso Thomas Newman. El reparto está sobradamente a la altura de las circunstancias con, ya se ha comentado, la excelsa Judi Dench a la cabeza. Pero, para quien esto firma, esto no se hace extensivo a su partner que está efectista y algo sobreactuado.

Comercial, entretenida y digna, con todas sus limitaciones y a pesar de ellas, debe ser vista.

 

Tertulia de cine Luis Casal Pereyra: Primer recordatorio

 

En dos semanas a partir de hoy, el miércoles, 4 de octubre, a las 19.30, en la cuarta planta de sevillana Casa del Libro de la calle Velázquez, tendrá lugar la nueva sesión, e inauguración de la sexta temporada, de nuestra tertulia de cine Luis Casal Pereyra, de entrada libre.

Antes de pasar a los contenidos propiamente dichos, y para quienes no lo sepan, aclarar el cambio de nombre de una actividad que antes se llamaba La Palabra y la Imagen. Durante el curso pasado – que , como es habitual, va de octubre a junio, ambos meses incluidos – perdimos a uno de nuestros tertulianos más implicados y comprometidos, nuestra Voz, así con mayúsculas, imprescindible en los debates.

Este hombre, este querido amigo, único e irrepetible, fulminado repentinamente en abril por la maldita enfermedad maldita, se llamaba Luis Casal Pereyra y se decidió, en su memoria, que la tertulia llevara su nombre a partir de nuestro encuentro del pasado mayo, en el que se le rindió un sentido homenaje.

Aquí están los enlaces de su necrológica y del tributo en cuestión:

https://sevillacinefilacom/2017/04/13/in-memoriam-querido-luis/

https://sevillacinefila.com/2017/05/10/tertulia-de-cine-luis-casal-Pereyra-temporada-5-a-flor-de-piel/

Volviendo a nuestro encuentro de octubre y aunque, tras el verano, solemos debatir lo visto en dicha estación y se mantiene, hemos concretado tres títulos, sin exclusiones. A saber, ‘Verano 1993’, notable debut tras la cámara de Carla Simón, Gran Premio del Jurado y Mejor Ópera Prima en Berlín y Biznaga de Oro y Premio Feroz de la Crítica en Málaga, que ha sido elegida, además, como nuestra representante para optar al Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa. Aquí está el enlace de su reseña en el blog:

https://sevillacinefila.com/2017/07/01/verano-1993-mi-vida-sin-ti/

Otro de los títulos claves es ‘Dunkerque’, de Christopher Nolan:

https://sevillacinefila.com/2017/07/22/dunkerque-hasta-el-ultimo-hombre/

Y la tercera es la potente ‘Detroit’, de Kathryn Bigelow:

https://sevillacinefila.com/2017/09/17/detroit-los-brazos-armados-de-la-ley/

Lo que no obsta, sino todo lo contrario, que puedan comentarse también títulos tan estimables como las francesas ‘Reparar a los vivos’, de Katell Quillévéré  y ’50 primaveras’, de Blandine Lenoir o la española ‘Verónica’, de Paco Plaza, cuyas reseñas pueden encontrar también en estas mismas páginas.

Nuestro invitado, todo un lujo y un honor, será el crítico y amigo Alejandro Reche Selas quien, entre un extenso currículum, tiene el blog que recomendamos vivamente visitar ‘El Rinconcillo de Reche’.

Así pues, ya saben. Promete muchísimo y el ambiente es estimulante, cómplice, enriquecedor y respetuoso en las coincidencias y en las discrepancias. Miércoles, 4 de octubre, 19.30, cuarta planta de la sevillana Casa del Libro en la calle Velázquez. La entrada es libre. No pueden perdérsela. Les esperamos.

 

 

 

 

‘Detroit’: Los brazos armados de la ley

Detroit es la capital del condado de Wayne y la ciudad más grande del Estado de Michigan. Centro del mundo del motor y del sello discográfico Motown. A menudo descrita, en los anales del FBI como «la más peligrosa de Estados Unidos» pero, también, para sus fundadores franceses, como ‘la París del Oeste’. Datos de la imprescindible Wikipedia. En esta urbe, tuvieron lugar los acontecimientos relatados aquí.

Así es. En el contexto de disturbios raciales a lo largo y ancho del país, los de la ciudad que nos ocupa, comenzaron el domingo 23 de julio de 1967 cuando la policía asaltó un after hours sin licencia, de clientela mayoritariamente afroamericana, con unas fuerza y violencia innecesarias y desproporcionadas. Con el resultado de un hombre abatido a golpes, protestas y pillajes que se saldaron, a lo largo de cinco días de pesadilla, con 43 personas muertas y 1.200 heridas.

Esta película describe el Estado de Sitio a los que la policía y la Guardia Nacional sometieron a Detroit durante estos terribles hechos. Y lo hace centrándose en lo ocurrido en el Motel Algiers donde tres adolescentes negros fueron golpeados y asesinados por las llamadas fuerzas del orden que, además, humillaron y torturaron, física y psicológicamente, a siete hombres de color más y a dos chicas blancas, bajo la coartada de que en el establecimiento se escondía un francotirador, algo totalmente falso. En un juicio posterior, los responsables de estas tropelías y masacres fueron declarados escandalosamente «no culpables».

Kathryn Bigelow  nos narra, con su intensidad, fuerza, talento visual y potencia habituales, esta historia de terror en la que la lucha es desigual porque las víctimas están indefensas, desprovistas de sus derechos civiles y a la merced de los brazos armados de una ley que poco tiene que ver con la justicia, de los brazos armados de una ley que, teóricamente, debería protegerlas.

Esta historia en la que el matonismo policial impune campa por sus respetos. Esta historia sobre el infierno al que fueron sometidos nueve ciudadanos y dos ciudadanas, absolutamente inocentes y sin nada que ocultar, por unos servidores públicos sádicos, psicópatas y paranoicos en flagrantes abusos de sus poderes y autoridades. Esta historia en que las claves racistas, sexistas y de clase están implícitamente dadas y dotadas de lucidez y complejidad y también el entorno que propició tales aberraciones.

143 minutos de metraje. La escribe Mark Boal. La fotografía, con nervio, garra y hondo dramatismo, Barry Ackroyd. Otro tanto podría decirse de la música de James Newton Howard. El reparto, coral, está espléndido y totalmente entregado.

Puestas así las cosas, no deberían perdérsela.

‘La escala’: El reposo de las guerreras

Esta entrada pertenece, por derecho propio, a la serie de este blog sobre las miradas cinematográficas de mujeres que hemos tenido ocasión de ver este verano. En este caso, perteneciente al mes de septiembre, aunque no se identifique así en el enunciado.

Producción francesa, fechada en 2016, de 102 minutos de metraje. La dirigen y escriben dos hermanas, Delphine y Muriel Coulin, adaptando la novela de la primera. Guión que, por cierto, fue premiado en el Festival de Cannes. Su magnífica fotografía es de Jean-Louis Vialard.

Tiene un reparto coral impecable, en el que, no obstante, sobresalen poderosamente las dos protagonistas, la cantante y actriz Soko y Ariane Labed, a la que hemos podido ver en algunas de las películas de Yorgos Lanthimos, su marido.  Se exhibió, dentro de la Sección ‘Las Nuevas Olas’, el pasado Festival de Cine Europeo de Sevilla, con su título original ‘Voir du pays’.

Narra la historia de dos mujeres militares que han luchado en Afganistán y que, junto con su destacamento y antes de regresar a sus lugares de origen, son enviadas por el Ejército a pasar unos días en un hotel de cinco estrellas en  Chipre y a someterse a unas pruebas a fin desconectar de la guerra. Lo que llaman «descomprsión postraumática». Pero no será tan sencillo.

El valor, uno de los valores, de ‘La escala’ es narrar, sin énfasis, subrayados, ni efectismos, la insidiosa presencia de la guerra, o más bien de los desastres de la guerra, en un entorno artificioso y presuntamente vacacional. La insidiosa presencia del machismo en un entorno mayoritariamente masculino. La insidiosas trampas de la sinceridad como catarsis y de la ocultación defensiva que, tal para cual, imponen su coste.

Todo esto lo relatan las hermanas Coulin con inteligencia,  con lucidez y con una sutileza que no elude las confrontaciones. Especialmente interesante es la conflictiva vivencia del hecho bélico en dos personajes femeninos – «No somos como las demás personas», dice una de ellas en un momento del filme – frente a la abrumadora narrativa dedicada, a este respecto, a los masculinos.

Ha durado exactamente una semana en la cartelera. Quien esto firma, no pudo reseñarla antes. Pero les recomienda encarecidamente que se hagan con ella. Merece la pena.

 

Miradas fílmicas de mujer: Agosto 2017. Toma VI

Esta entrada se dedica a ‘Cézanne y yo’, de la guionista y directora monegasca Daniéle Thompson, – cosecha del 42, que ha escrito películas tan interesantes como ‘La reina Margot’ (1994) y realizado la singular ‘La buche'(‘Cena de Navidad’) en 1992 y cuyo progenitor fue el conocido cineasta Gérard Oury – pues no hubo lugar de incluirla en la anterior toma para no alargarla excesivamente.

114 minutos de metraje. La escribe su firmante. La fotografía, dotada de fuerza y calidad, se debe a Jean-Marie Dreujou y la música, que enfatiza lo narrado, a Éric Neveux. La historia, basada en hechos reales, da cuenta de la amistad entre el escritor Émile Zola y el pintor Paul Cézanne desde que fueron compañeros de colegio. Nacieron con un año de diferencia y murieron con cuatro. En este filme se relatan los avatares de esta relación tan intensa como conflictiva.

Lamentablemente, ese choque de personalidades, de clases sociales y de circunstancias vitales que se daba entre estos dos hombres tan radicalmente opuestos, no se refleja aquí más que de una forma dispersa, academicista y superficial. Un material lamentablemente desaprovechado, junto al retrato de una época y de sus encontradas posiciones respecto al arte.

El guión es reiterativo, plano y repetitivo hasta decir basta. Quiere abarcar mucho y cuenta siempre lo mismo, no importa la época, y recorre varios años… ,en que se sitúen los encuentros – o más bien, encontronazos – dada la explosiva personalidad del pintor,  retratado aquí como un personaje detestable, egocéntrico y miserable hasta decir basta, aunque también como un creador tan revolucionario como incomprendido. Mucho más de lo primero, penosamente, que de lo segundo.

Un Cézanne magníficamente interpretado, eso sí, por Guillaume Galienne, frente a la limitada y plana composición que hace de Zola su tocayo Guillaume Canet. Al resto del reparto, especialmente a las mujeres, y duele constatarlo, apenas si se le da cancha…

Una verdadera pena.

 

‘El amante doble’: Distorsiones

El conocido, y prestigioso, guionista, editor y realizador francés llamado François Ozon, cosecha del 67, ha aportado al cine títulos muy estimulantes y otros no tanto. Entre los que se integrarían en el primer apartado estarían, por citar solo algunos y en la personal e intransferible opinión de quien esto firma, ‘El tiempo que queda’ (2005), ‘En la casa’ (2012) o ‘Frantz’ (2016). Y es de temer que esta que nos ocupa, ‘El amante doble’ pertenecería al segundo…

107 minutos de metraje. La escriben el propio director y Philippe Piazzo, que adaptan libremente la novela de Joyce Carol Oates, ‘Vidas gemelas’. La fotografía bella y turbiamente Manuel Dacosse y Philippe Rombi firma su tan sutil como dramática banda sonora. La historia sigue a una frágil y hermosa joven de 25 años, que se enamora de su psicólogo y es correspondida. Al finalizar su relación profesional, comienza la personal y todo parece marchar bien hasta que…

Tiene un arranque impactante y simbólico, junto a una media hora inicial más que estimable, en la que la protagonista femenina va desgranando sus dificultades, su vulnerabilidad emocional y sus circunstancias personales, en las diferentes sesiones de la terapia. Así,  la vemos crecer y afirmarse, al menos aparentemente, hasta encontrar trabajo como vigilante en un museo y cambiar de casa y de vida.

Hasta ahí, todo bien si aceptamos la improbable premisa, contraria a cualquier código deontológico y hasta a la lógica más elemental, de la relación entre un profesional de este tipo y su paciente. Quien esto firma desconoce el material literario de partida y, al ser esta una adaptación libre, le faltan datos sobre si estaba o no en el texto original.

Lo que falla rotundamente es, se dirá en términos muy abstractos para no desvelar la trama, es esa mezcla indigesta entre realidad y fantasía, entre thriller psicológico y erótico, tan artificiosa, confusa, distorsionada, retorcida y, a la postre, banal. Todo respira falta de autenticidad. Un pseudodrama envuelto en un lujoso papel de celofán y vacío de contenido. En él, además, como se ha comentado con mucho acierto, se busca, y no se encuentra, a De Palma, Cronenberg y hasta a Polanski.

Esta circunstancia afecta al reparto sin personajes de carne y hueso a los que componer. Y ello, pese al magnetismo de Marine Vacth, la protagonista. Por si esto fuera poco, Ozon ha declarado que esta es una película feminista… Otra distorsión más. Porque lo que queda claro es que, en este relato, la antiheroína es «liberada» conforme a los códigos más sexistas y patriarcales.

Una pena. No obstante, deberían comprobar sus acuerdos, o discrepancias, con esta reseña, viéndola.

Miradas fílmicas de mujer: Agosto 2017. Toma V

Destacamos dos miradas cinematográficas de mujer estrenadas en este pasado mes de agosto. La primera, la de una estadounidense, de la cosecha del 71, productora, guionista, actriz y realizadora. La segunda, la de una francesa, de la cosecha del 42, guionista y escritora, además de directora. Ambas tienen progenitores de prestigio. El de la primera es Francis Ford Coppola y el de la segunda, Gérard Oury. Ambas han ambientado sus filmes en épocas similares del siglo XIX. La una, con protagonismo femenino y la otra, masculino.

Hablamos de Sofia Coppola y de Daniéle Thompson. Y de sus propuestas ‘La seducción’ y ‘Cézanne y yo  ‘ respectivamente y por este orden. Quien esto firma, no va a hacer reseñas al uso de cada una de ellas, sino unas breves pinceladas críticas, ya que se le han cruzado otras películas y las ha ido dejando hasta llegar aquí… Además, ya han sido escritas – especialmente sobre la primera – tanto en pro como en contra, muy argumentadas y relevantes.

Para quien esto firma, Coppola gusta de las mujeres como personajes cinematográficos, pero no siempre para bien. Prefiere estilizarlas en lugar de dotarlas de una identidad real, en casi todos sus filmes, incluso en los más celebrados. Con la lógica excepción de ‘Lost in translation’ y de Scarlett Johansson, su nada disimulado alter ego en ella.

En la que nos ocupa, impecable y elegantemente filmada como es marca de la casa, utiliza el remake de ‘El seductor’, de Don Siegel, desde el punto de vista femenino. Lo cual es un acierto, como también lo son su atmósfera, su pérfida ambigüedad, su clima, ironía y sutileza.

Pero,  en opinión de esta firmante, falla en el tratamiento de estas damas sureñas – cinco alumnas y dos profesoras, fascinadas por un soldado yankee al que salvan la vida arriesgando las suyas propias – y no precisamente por las actrices, que están excelentes, con Nicole Kidman y Kirsten Dunst a la cabeza. Porque ya que, por coherencia narrativa, no las convierte en feministas, tampoco es de recibo que sean las mantis religiosas de los mitos patriarcales. O tan «liberadas» como el personaje de Elle Fanning.

91 minutos de metraje. La escribe la propia realizadora sobre la novela de Thomas Cullinan. Tiene una bellísima fotografía de Philippe Le Sourd y una estilizada banda sonora de Phoenix.

En cualquier caso, deberían verla y juzgar por sí mism@s. Y para no alargar excesivamente esta entrada, abordaremos en otra la de ‘Cézanne y yo’.

‘Una mirada documental’: Recordatorio urgentísimo

Tras el paréntesis de agosto, vuelve el excelente ciclo ‘Una mirada documental’, que tan bien coordina el crítico y amigo, Miguel Olid Suero. La nueva temporada dará inicio hoy a las 20 horas, pues es el horario de verano, en la FNAC sevillana de la Avenida de la Constitución.

Veremos el largometraje de este género del cineasta sevillano Raúl Arteaga -cosecha del 78, autor de varios cortos y preparando su primera propuesta de ficción – ‘Juan Sebastián Bollaín’: La eficacia de la utopía'(2015) proyectado en el Festival de Cine Europeo de Sevilla de ese mismo año.

En él, se glosa al protagonista, arquitecto y cineasta transgresor y experimental de la cosecha del 45, que tiene en su haber cortos como ‘La Alameda’, ‘Sevilla rota’, ‘Sevilla en tres niveles’ o el largo ‘Las dos orillas’.

Ambos estarán presentes para presentarlo y debatir posteriormente con el público. Un programa del máximo interés, que nadie debería perderse.