El guionista, productor y realizador Carlos Vermut, cosecha del 80, se ha tomado cuatro años, desde su muy premiada ‘Magical girl’ (2014), Concha de Oro y Concha de Plata al Mejor Director en San Sebastian, hasta esta su última propuesta y tercer largometraje de su filmografía.
Desde el punto de vista de quien esto firma, la espera ha merecido la pena. Como ya saben que prefiere ser abstracta a hacer spoiler, solo les dirá que la historia de una cantante – otrora muy famosa que prepara su vuelta triunfal a los escenarios pero que, poco antes, se queda amnésica a causa de un accidente y requiere la ayuda más inesperada – le ha parecido absorbente, arriesgada, inquietante, estilizada, elegante y altamente sofisticada, con una puesta en escena tan manierista y distanciada como transparente y habitada por una gran carga de profundidad.
Cuatro mujeres son los personajes centrales y dos de ellas, tan aparentemente opuestas, con mucho más en común de lo que parece. Aunque la relación es desigual y sólo una será depositaria del secreto de la otra. Porque la fan que se disfraza de su ídolo en un karaoke de mala muerte, con una vida familiar más que terrible, será precisamente quien debe, con la mediación de la mánager y amiga, enseñar a cantar a quien, tan grande es su desmemoria…, ha olvidado su identidad y hasta su propia voz.
De identidades, falsas y verdaderas, va el relato. De originales y copias. De mitos y fans. De sueños y pesadillas. De autorías. De la fragilidad y las servidumbres del éxito. De madres e hijas. De víctimas y cómplices, tan claras como intercambiables. De mundos oscuros, de turbios secretos en el altar de la fama y de la luz y atracción fatales del mar. De revelaciones que cambiarán dos vidas para lo mejor y para lo peor. Del precio a pagar por la supervivencia emocional cuando hay relaciones tóxicas, aunque sean muy estrechas, en juego. De lo contado y no mostrado. De lo sugerido y no contado. De autodestrucciones y nuevos comienzos.
Coproducción hispano-francesa de 119 minutos de metraje. La escribe también el propio Vermut. Maravillosamente fotografiada por Eduard Grau y con una excelente banda sonora de Alberto Iglesias, con temas populares muy bien interpretados por Najwa Nimri. A propósito de ella, funciona sobre todo como una fantasía, como un espectro tan dorado como turbio, como el personaje que ha sido y al que no desea volver. Y del resto del reparto. Natalia de Molina, tan solvente como siempre, en una composición al límite. Carmen Elías, impecable y elegante, pero la dueña de la función es una eminente, conmovedora y vulnerable Eva Llorach, a quien todos los reconocimientos le son debidos.
Se han señalado sus deudas con el mejor Almodóvar. Puede. Pero, para esta firmante, señala la consagración de las señas de identidad de uno de los cineastas más singulares de este país. Uno de los cineastas más singulares de este país, que nos ha deparado un melodrama fascinante y aterrador, sofisticado y desasosegante, complejo y terrible, hermoso y cruel, que no deberían perderse.