El cineasta del cuerpo, de las vísceras, de los órganos malheridos y distorsionados, el cineasta de la enfermedad – «mis películas deberían ser vistas desde el punto de vista de la enfermedad» -, el cineasta de los insectos, el cineasta del «horror corporal», el cineasta de los virus… El cineasta que declaró en el pasado Festival de San Sebastián, al recibir el Premio Donostia a la Trayectoria Profesional, que «el cine es un crimen más necesario que nunca».
El cineasta que filmó ‘La mosca’ (1986), ‘Inseparables’ (1988),’El almuerzo desnudo’ (1991), ‘Crash’ (1996) o ‘Spider’ (2002)… entre una inabarcable filmografía, que también cuenta con relatos líricos, extraordinarios y emotivos, aunque también sean crueles, y diferentes como ‘M Butterfly’ (1993), ‘Una historia de violencia’ (2005) o ‘Promesas del Este’ (2007).
El cineasta casi octogenario y autodidacta, cosecha de 1943, actor, guionista, productor y realizador canadiense, hijo de inmigrantes judíos, nacido en el seno de una familia cultivada e ilustrada, el cineasta que de niño quería ser científico … nos presenta ahora esta su última propuesta que es su segunda película así denominada, pues la primera ‘Crímenes del futuro’ data de 1970 y su historia nada tiene que ver con esta. Fuente, y recordatorio de la mayoría de estos datos, es la imprescindible página Wikipedia.
Una historia que transita entre el terror, la ciencia ficción y el fantástico, ambientada en una sociedad donde la especie humana se adapta a un entorno artificial sufriendo en sus cuerpos toda serie de transformaciones y mutaciones. De ese caos anatómico, de esa anatomía patológica – en este caso la suya, peculiar porque produce toda suerte de tumores, que va extirpando su ayudante y leal compañera – se vale el protagonista para hacer performances en directo.
Seguidos muy de cerca por la investigadora del Registro Nacional de Órganos, emerge al mismo tiempo un grupo que pretende aprovecharse de sus actuaciones para revelar al mundo, ilegalmente, la próxima etapa de la evolución humana.
Pródiga en lecturas y en posibles interpretaciones, esta propuesta – que arranca fuerte, nada menos que con un infanticidio… – es tan hipnótica y sugerente como insatisfactoria y frustrante, desde la mirada de quien esto firma.
Porque conduce a un camino tan radical como transgresor, quedándose a medio gas. Y no se habla tan sólo del final, tan abrupto y presuntamente abierto. Porque, aunque consiga envolver con su clima y atmósfera, no lleva todo lo sugerido hasta sus últimas consecuencias.
Porque los personajes secundarios incluyendo, aunque no lo sea, a la propia Kristen Stewart, están torpemente trazados y los villanos, tan importantes, aparecen desdibujados y confusos. Tanto como el propio relato, aún con todas las licencias que le permite su mezcla de géneros.
Pero… HAY QUE VERLA, Y TANTO QUE HAY QUE VERLA. Por los muchos valores que la habitan, por sus metáforas, tan siniestramente realistas, sobre una posible distopía futura. Por sus horrores, tan bien reflejados, pero también por la hermosa expresión de deseos y sexualidades diferentes. Por el lirismo y la ternura que no están ausentes, pese a tanta oscuridad.
Por tantas metáforas: políticas, artísticas, obviamente futuristas o medioambientales, entre otras posibles que contiene. Y QUE DEBATIREMOS, TIENE MUCHO DEBATE, EN LA SESIÓN DE INAUGURACIÓN DEL CURSO Y DE LA DÉCIMA TEMPORADA DE NUESTRA TERTULIA DE CINE LUIS CASAL PEREYRA DEL PRÓXIMO MIÉRCOLES, 5 DE OCTUBRE, A LAS 19.30, EN CASA DEL LIBRO VELÁZQUEZ.
Coproducción entre Canadá, Grecia, Reino Unido y Francia, de 107 minutos de metraje. Su guion también lo firma el propio director. La fotografía muy bien Douglas Koch. Y la banda sonora hace honor al talento de Howard Shore, un habitual de Cronenberg. Del reparto, destacar la excelencia interpretativa de Viggo Mortensen, casi un alter ego del realizador, y la sensibilidad y registros de Léa Seydoux. Ya se ha citado lo irregular de la composición de Kristen Stewart, pese a su magnetismo personal.
Lo escrito. VÉANLA Y L@S TERTULIAN@S HÁGANLO CUANTO ANTES.