Esther García, Agustín Almodóvar y Lola Dueñas glosaron anoche en Sevilla a esta película – coproducción entre Argentina, España, Francia, México, Brasil, Estados Unidos y Países Bajos- en la que está implicada la productora de los dos primeros, El Deseo, y en cuyo reparto está la actriz – y a su realizadora, Lucrecia Martel, cosecha del 66. Y lo hicieron congratulándose de que- tras casi diez años después de ‘La mujer sin cabeza’ (2008) y de superar un delicado problema de salud- se hubiera puesto de nuevo ante las cámaras, con un resultado que calificaron de obra de arte.
Centrada en la figura del oficial español del siglo XVIII, Don Diego de Zama, residente a su pesar en Asunción, cuyo traslado a Buenos Aires se eterniza y complica innecesariamente con todo tipo de burocracias y obstáculos. Decide, entonces, unirse a una expedición a la caza y captura del bandido más buscado para rehabilitar su buen nombre.
115 minutos de metraje. Su guión lo escribe también la propia directora, basada en la aclamada novela homónima de Antonio di Benedetto. La fotografía maravillosamente, con un tratamiento cromático singular, Rui Poças y la protagoniza, además de Lola Dueñas ya citada y un reparto más que convincente, un excepcional Daniel Giménez Cacho.
El valor de la obra al encuadrar al personaje «en una condición existencial angustiosa y reflexiva en un territorio caracterizado por la lejanía, la ajenidad y la disposición para el recuerdo… donde la cualidad filosófica se desprende naturalmente de una prosa deslumbrante», según puede leerse en una reseña de Casa del Libro, lo trastada en imágenes, y lo adapta, con su singular, radical, inclasificable y transgresor estilo Martel en esta película que nos ocupa.
Una película hipnótica, no realista al uso, que interpreta la historia con tanta libertad como agudeza, valiéndose de una puesta en escena, unos diálogos no siempre sincronizados y una galería de situaciones y personajes tan desconcertantes como ajustados a la verdad incómoda de la colonización española y de la miserable situación de un funcionario de la Corona en el exilio.
No es, como ninguna de las suyas, una propuesta comercial, ni fácilmente digerible. De hecho, hubo muchas deserciones en la sala durante su proyección. Pero si se dejan llevar por su belleza perturbadora y cruel, por su perverso sentido del humor, por su descripción tan sui géneris de una época y de su protagonista, de los paisajes tan estilizados, de esa jungla, de la fauna humana de toda condición que la puebla… tendrán el premio.
Viene sin manual de instrucciones y les exige toda su receptividad. Puede irritarles o fascinarles, o ambas cosas, pero es una experiencia artística y sensorial que no deberían perderse.