Archivo diario: agosto 21, 2018

‘El viaje de Nisha’: El honor patriarcal

La actriz, guionista y directora nacida en Noruega, cosecha del 76, de padres pakistaníes, Iram Haq, es la firmante de esta película autobiográfica sobre la que ha declarado en una entrevista de la agencia EFE «que sentía la necesidad de denunciar una situación que aún se repite en lugares tan próximos como Alemania, Italia o los países escandinavos: las familias siguen llevándose a sus niñas a Pakistán para «enderezar» sus conductas europeizadas. Y las niñas sufren terriblemente»

Esto le ocurrió a ella cuando solo contaba con 14 años. Y lo refleja en la historia de Nisha, una chica inteligente que está integrada en la cultura occidental, pero que en casa acata las rígidas normas paternas, que apenas si transgrede – adolescente como es – llegando tarde y a hurtadillas cuando está de fiesta con sus amistades. Pero el día en el que su progenitor descubre la inocente cita con un chico en su dormitorio la pesadilla comenzará…

La realizadora retrata muy bien el drama de una joven atrapada entre el afecto y la lealtad hacia su familia y sus raíces y su integración en un modus vivendi europeo aunque no sea en su plenitud, porque no es libre. Retrata muy bien la impiedad de un progenitor que – aparentemente justo, trabajador, bondadoso y amante de l@s suy@s – muestra su rostro más feroz cuando su concepto patriarcal del honor, y el de su comunidad, es cuestionado por el comportamiento de ella.

Retrata muy bien el secuestro al que es sometida, pese a la vigilancia de los servicios sociales, por su ingenuidad y buena fe al creer que le era posible la vuelta a casa. Retrata muy bien la desesperación que la invade al verse en un país extranjero – Pakistán, Islamabad concretamente, pero India en realidad al ser imposible rodar allí- con una familia a la que ni conoce, ni quiere, que ni la conoce, ni la quiere.

Retrata muy bien su forzada mansedumbre, tras varios intentos de fuga y rebeldía, que no consentimiento, ante una vida cotidiana sin  alegrías como castigo a su desobediencia y como aprendizaje de lo que sus ancestros esperan. Retrata muy bien el calvario de una chica noble y buena ante los guardianes de la moral y de las normas más estrictas y oscuras que se ceban especialmente contra las mujeres, tanto a nivel familiar como institucional.

Retrata muy bien tales infamias y también las de las bodas concertadas Pero no crean que es maniquea. Por el contrario,  es incluso muy generosa con la figura paterna, véase la conclusión. Mucho más que con la materna…

Coproducción noruega-germano- sueca de 106 minutos de metraje. Escrita también por Iram Haq. Con una excelente y matizada fotografía de Nadim Carlsen, una intensa banda sonora de Lorenz Dalgen y Martin Pedersen y un reparto impecable en el que sobresale una magnífica Maria Mozhdah a la que da una excelente réplica Adil Hussain.

Hay muchas Nishas en toda Europa, obligadas a matrimonio forzosos y concertados, secuestradas por quienes dicen amarlas y querer su bien. También en nuestro país.  Y no todas sobreviven, y no todas tienen finales felices…  Recuérdenlo, recuérdenlas, ténganlas en cuenta cuando vean esta película dura, sin concesiones, valiente, valiosa y necesaria.

 

 

‘El pacto’: Perdónanos nuestras deudas

Quien esto firma ya ha escrito varias veces que no es una experta en el género de terror. También que tiene claras algunas de las características que le han interesado mucho en algunas de las películas englobadas en él, cuyas reseñas tienen en este blog, y que no va a enumerar para no alargarse demasiado. A saber, historias interesantes, cuidado y desarrollo de los personajes que, a su vez, tengan una entidad propia – sean positivos, negativos, villan@s, espectros o entidades – ritmo, coherencia interna, buenos guiones e incluso que transmitan verosimilitud dentro de la propia estructura y convenciones del relato.

Escrito esto, lamenta mucho dejar constancia que la tan publicitada ‘El pacto’ – producción española de 90 minutos de metraje, realizada y coescrita, junto a Jordi Vallejo, por David Victori, cosecha del 82. Su excelente fotografía la firma Elías M. Félix y la banda sonora, machacona y efectista, Miquel Coll – de factura impecable y puesta en escena elegante y sugerente, muy por encima de su enfoque y narrativa, no responde ni a tales señas de identidad, ni a las expectativas que la ópera prima de su director había despertado.

Se dice esto porque David Victori ganó el Festival Internacional de YouTube con su corto ‘La culpa’ (2010), lo que le permitió – tal era el premio… –  hacer otro ‘Zero’ (2015), coproducido por Ridley Scott y Michael Fassbender. Por si esto no fuera poco, publicaciones especializadas norteamericanas le han seleccionado como uno de los directores a seguir.

Con esos mimbres, este debut fílmico era más que esperado. Narrando, además,  la historia de una mujer que salva a su hija de la muerte comprometiéndose a un pacto terrible e insidioso, que exige una vida por otra, y en el que está implicada una extraña organización con una araña albina como símbolo. A la alegría de recuperarla, se le contrapondrá la exigencia del cumplimiento de la deuda, materializada en un reloj de arena como cuenta atrás. Ello la hará afrontar situaciones límites en las que la ayuda de su ex marido será importante.

Un material narrativo, no por recurrente en el cine, menos prometedor de entrada. Y, sin embargo, es lastimosamente desaprovechado aquí. Para tratarse de un director y una protagonista que tuvieron que afrontar en sus vidas reales dos pérdidas devastadoras como las de una hermana y una hija respectivamente, la película tendría que haber sido mucho más intensa, sugerente, profunda y compleja.

Pero no. Atenta más a los sobresaltos, no graduados y alguno que otro vacío de contenido, que al verdadero meollo del relato , con un guión muy deficiente, pobre, reiterativo y lineal que no incide más que muy superficialmente en los personajes, sus contradicciones, motivaciones e interrelaciones. También el Mal, valga la redundancia, está mal retratado aquí. Y eso redunda en las interpretaciones, con una más inexpresiva que otras veces Belén Rueda – musa del género en español por derecho propio – al frente, con un Darío Grandinetti al que no se le permite mostrar su talento, ni hablar su idioma y una Mireia Oriol que resulta esquemática, incomprensible y a veces caricaturesca.

En fin, pese a estas impresiones personales e intransferibles, es un director a tener en cuenta. Ustedes deciden.