Cinco mujeres – convocadas por una, Olga – nos dimos cita ayer por la tarde en la librería Relatoras. El motivo, sentar las bases para un club de lectura feminista y el libro a debatir, un clásico, ‘Una habitación propia’, de Virginia Woolf. Así que, junto a la anfitriona, María José, Mercedes, Mónica, y la abajo firmante, quienes no nos conocíamos de entrada y con diferentes recuerdos de una obra que algunas acababan de leer, otras lo habíamos hecho hace años y no tuvimos tiempo material de revisitarla y otras estaban en ello, iniciamos el encuentro.
Dada la biografía de la autora, se sugirió el estigma del suicidio referido a las creadoras como forma de difuminar sus cualidades literarias. Este argumento fue rebatido, pues ocurre otro tanto en los escritores masculinos que tuvieron tan desgraciado fin y eso no invalida el reconocimiento público ni en unos, ni en otras. Otra cuestión sería, se comentó, el malditismo y aún así…
Muy controvertido fue el tema de la maternidad. A propósito de las clarividentes ideas de Virginia sobre lo esencial de la habitación propia y la independencia económica para las mujeres de cara a elaborar una obra. A propósito de tales argumentos, pues, se constató el hecho de que, aún ahora, en pleno siglo XXI, apenas si en los hogares, tradicionales o no, había cuartos especiales de trabajo o creación para ellas. Y también a este respecto, la hipoteca de la maternidad de cara al futuro profesional y laboral de nuestro sexo. Aún ahora, de nuevo, nuestro sexo no es libre para decidir tener o no hij@s. No del todo, la presión del entorno está ahí.
Mucho debate para el tema de la lactancia. Su voluntariedad o no. Su hipoteca para nosotras o no. Argumentos y nombres propios del Movimiento apostando por una u otra opción. El egoísmo o la generosidad, presunto y presunta, del hecho de tomar uno u otro camino. El hijo o la hija no debían ser satanizad@s, no son l@s enemig@s. Cierto, pero – sin estar socializadas las tareas que realizan las mujeres en el trabajo doméstico, producción y reproducción y cuidado de la infancia, dependientes y enferm@s – pueden ser los instrumentos de nuestra opresión.
Más temas. El talento de Woolf. Su estilo inconfundible, fluido, lírico y poético. Tan aparentemente simple y tan complejo. Sus monólogos. Su recreación de la novela. Su ironía, su sensibilidad. Sus trastornos emocionales. Alguna apuntó su cinismo en el sentido literal del término , pero el resto estuvo en desacuerdo. Su padre, los padres represores y autoritarios. Las novelistas victorianas. La familia. Jane Austen escribiendo a escondidas en el salón familiar. El ambiente intelectual en el que se desenvolvió y la educación universitaria que no le permitieron tener. El grupo de Bloomsbury. Leonard. Sus relaciones con otras mujeres. Tantas otras cosas…
Una hora densa, que pasó volando. La semana que viene – seguimos rompiendo esquemas en la periodicidad y en las propuestas – se analizarán unos poemas de Alejandra Pizarnik. Gracias a la librería Relatoras por acogernos, a una de sus encantadoras titulares por hacernos las fotos y a Olga, María José, Mercedes y Mónica por ser interlocutoras tan estimulantes y lectoras de hondo calado. Gracias por una velada literaria intensamente violeta. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.