Quien esto firma, vuelve a lamentar que la segunda mirada de mujer de este Concurso tampoco le haya resultado nada estimulante, sino todo lo contrario. Se trata de una coproducción franco-belga, de 100 minutos de metraje, dirigida y coescrita, junto a Arthur Harari, con diálogos de David H. Pickering, por Justine Triet – guionista, actriz y cineasta de la cosecha del 78, de la que esta firmante apreció mucho ‘La batalla de Solferino’ (2013), integrada en la Sección de Las Nuevas Olas del SEFF de ese año y cuya entrada tienen en este blog- cuya excelente fotografía es de Simon Beaufils y cuya música suena estridente y exasperada. Casi tanto como la propia historia…
Una historia delirante, entre la comedia y el drama psicológico, sobre una terapeuta que quiere retomar su vocación de escritora y, por ello, deja a la mayoría de sus pacientes. Pero no puede desatender las súplicas para que la analice de una actriz al límite. Con lo que no contaba es que tal relación profesional cuestionará su microcosmos y conectará con sus fantasmas más ocultos y personales, transgrediendo todos los códigos deontológicos de su oficio.
Se ha escrito delirante porque su guión no tiene ni pies, ni cabeza. Ni tan siquiera un mínimo de verosimilitud. Porque aunque contiene gags y situaciones francamente divertidas – esta firmante se rió a carcajadas con algunas de ellas – están narradas y filmadas buscando el efectismo, sin ninguna base lógica ni en el desarrollo del relato, tan espasmódico y atropellado, ni en el tratamiento – superficial, epidérmico, inexistente… – de los personajes. Porque incluso hay momentos en que pareciera que solo se focalizara el papel de celofán resultón de una dramedia de lujo con erotismo de alto voltaje. Porque… y así podríamos seguir y seguir
Menos mal que el final, aún confuso y epatante, restituye algo, solo algo, de cordura. Pero no es suficiente.
Para que les conste, fue muy aplaudida y celebrada. Véanla y opinen por sí mism@s. La pelota está en sus tejados.