Archivo diario: noviembre 10, 2019

SEFF, 16 Edición. Selección EFA. Toma 7 ‘Sons of Denmark’: Fascismos

El danés Ulaa Salim, cosecha del 87, concibió este thriller político – su debut en el largometraje – tan poderoso como efectista, tan estremecedor como reduccionista, tan contundente como un puñetazo en el estómago, localizándolo en el futuro. Aunque en muchos países, como el nuestro, se ha hecho realidad el arrollador ascenso de una fuerza totalitaria de derechas. El arrollador ascenso de un fascismo neofranquista que se ha impuesto como el tercero en el ranking parlamentario. Para nuestro miedo y nuestra vergüenza…

Pueden ustedes figurarse el impacto que esta historia – en la que el ascenso imbatible de los radicales de extrema derecha, los Hijos de Dinamarca del título, y su feroz y sucia lucha contra una inmigración, a la que criminalizan como terroristas, mientras unos jóvenes van radicalizándose en respuesta y en sentido contrario y en medio está un policía en conflicto entre sus lealtades profesionales y su identidad –  en una sala llena, a una hora en la que se cerraban los colegios electorales y ya corría el run run de que los innombrables habían arrasado.

Pueden ustedes imaginarse tal conmoción, el silencio sepulcral con que fue seguida su proyección, el estremecimiento que nos recorrió al pensar que tal horror del ascenso al poder de esos malvados también podría hacerse realidad aquí. Para quien esto firma, tuvo, además de todo lo citado, el efecto secundario añadido de nublarle el entendimiento y la necesaria capacidad de análisis crítico que ya, elaborando y pensando la película, cree haber recuperado.

Porque esta ópera prima tiene tantas cualidades como defectos. Tanta fuerza como debilidades argumentales. Tantos aciertos y giros inesperados, como fallos garrafales. Tanta lúcida rabia como tramposas concesiones. Tanta verdad como fuegos de artificio. Tanta contundencia en su condena como maniqueismo. Pero aún así, desde luego que hay que verla.

120 minutos de metraje. Su guión, para lo mejor y para lo peor, lo firma el propio director. Su factura es impecable. Su espléndida fotografía se debe a Eddie Klint. Y su banda sonora, que subraya y potencia lo narrado, a Lewand Othman. Su reparto es sólido e impecable, pese a algunos trazos de brocha gorda en el retrato de los personajes.

Pues eso, teníamos que verla precisamente esta noche. Oportuna la programación. VÉANLA.

SEFF, 16 Edición. Sección EFA.Toma 6. ‘Dirty God’: Retrato de una mujer en llamas…

Quien esto firma, cuando entra y sale del metro sevillano, – cosa que hace continuamente en este Festival – mira con dolor y rabia las fotos de la campaña institucional de la Junta de Andalucia con esas mujeres sonrientes y exultantes – modelos publicitarias en realidad de una clínica dental – con el lema: «Ella ha sufrido malos tratos, pero la vida siempre es más fuerte». Lema con el que se responsabiliza insidiosamente a las víctimas de sus propios sufrimientos y con el que se pretende banalizar y falsear los devastadores daños colaterales del terror machista.

Esto viene al caso al respecto de la película que nos ocupa – coproducción entre Holanda, Reino Unido, Bélgica e Irlanda, de 104 minutos de metraje, dirigida por la joven y prestigiosa guionista y directora holandesa Sacha Polak, cosecha del 82, quien también la ha escrito junto a Susie Farrell. La excelente fotografía la firma Ruben Impens y la vibrante banda sonora, en la que suenan temas musicales muy potentes, Rutgers Reinders – en la que se nos cuenta la historia de una joven soltera, con una niña pequeña, que vive bajo los terribles efectos del, inesperado por ella y premeditado por él, alevoso ataque con ácido de su ex pareja.

Un terrible ataque con demoledoras consecuencias físicas, mentales, vitales, laborales y emocionales que se nos van desgranando a lo largo de este drama tan profundo como poco convencional de fondo y de forma. Varias operaciones a sus espaldas, una hija a quien asusta su aspecto; una abuela paterna que – insensiblemente y con la complicidad de su propia madre se empeña en verla como si nada hubiera pasado, llevándole recados del odioso progenitor. Una autoestima dañada en lo más profundo. Unas curas muy dolorosas. Unas operaciones aún pendientes. Una cirugía soñada, pero económicamente inalcanzable…

…Un cuerpo y una cara en los que no se reconoce. Una máscara que cura y que esconde. Una progenitora muy joven que quiere proteger a su nieta y propiciarle un ambiente estable. Una autoestima herida en lo más hondo. Una sexualidad imposible como no sea vía internet. Unas imágenes traidoras y humillantes. Unas cicatrices que se repudian. Unas pesadillas que acechan en la noche. Unas llamas que no son de pasión. Un Dios sucio, como el título, a quien culpar además de al responsable.

Unas noches en blanco, de música, de alcohol,  de aturdimiento y de sustancias ilegales con colegas, pero no amig@s de verdad. Un deseo que se concreta y se pierde. Un trabajo que ordena, en el que encuentra a una buena compañera, pero en el que también es insultada. Una estafa, tras un hurto. Una clínica que nunca fue en otro país. Un juicio, un retomar la propia vida y aceptarse. Un…

Y todo ello contado con un ritmo trepidante. Con una puesta en escena lisérgica pero en la que se profundizan situaciones y personajes. Unas canciones que registran sentimientos. Unas emociones, y nunca mejor dicho…, a flor de piel.

Una protagonista excepcional – Vicky Knight, no profesional – cuyas cara, cuerpo y quemaduras son reales, ya que su familia sufrió, siendo ella pequeña, los ataques de un pirómano en su casa mientras dormían en el que fueron asesinados sus dos primos y el hombre que la salvó – que trabaja en la Unidad de Quemados del Hospital de Essex, donde fue tratada y que vivió experiencias muy parecidas. Una intérprete de excelencia a la que todos los reconocimientos le son debidos.

VÉANLA, NI SE LES OCURRA PERDÉRSELA.