Archivo diario: noviembre 8, 2019

SEFF, 16 Edición. Sección EFA. Toma 3. ‘El joven Ahmed’: Fanatismo, misoginia y… especismo

Quien esto firma, lamenta mucho dejar constancia en estas páginas de su deserción de esta película de sus admirados y comprometidos política y socialmente hermanos Dardenne. O lo que es lo mismo, de los guionistas, productores y cineastas belgas Jean Pierre, cosecha del 51 y Luc, cosecha del 54, Dardenne. Ambos con títulos mayores en su haber como ‘Rosetta’ (1999), ‘El hijo’ (2002), ‘El niño’ (2005) o ‘El niño de la bicicleta’ (2011).

Y ello pese a que tenía mucho interés en verla, puesto que el tema de la radicalización religiosa de un adolescente musulmán, europeo de segunda generación, con una madre viuda y unas hermanas aperturistas, presa fácil de un imán sin escrúpulos, le parecía de la más palpitante actualidad y del máximo interés.

Lo cierto es que la historia discurría como una inteligente crítica a tal fanatismo, con un profundo respeto a otras interpretaciones coránicas, y a la feroz misoginia que conlleva, como una de sus señas de identidad. Hasta que, sin hacer spoiler, y como consecuencia de un delito cometido por el protagonista, recala en un reformatorio que colabora con una granja…

A la animalista que esto firma le pareció indignante que se diera por bueno y rehabilitador que el chico trabajara en tal centro de torturas y explotación de animales. Porque se nos muestran a las vacas encadenadas y en batería; porque se nos muestra a los terneros apartados de sus madres desde el mismo momento en el que nacen; porque se nos muestra el ordeño industrial a destajo para sacarle la máxima rentabilidad a una leche que no debería ser destinada a la especie llamada humana; porque se nos muestran a estos animales inocentes tan cariñosos con sus opresores quienes, a su vez, nos son mostrados como personas amables y compasivas… No pudo seguir y se marchó.

Lástima que la conciencia de izquierdas no incluya, en el caso de sus autores y en el de una gran mayoría de personas, la conciencia antiespecista, que también es política. La conciencia de y por los derechos animales.

Para que conste, escrito queda.

SEFF, 16 Edición. Sección Oficial. Toma 2. ‘De repente, el paraíso’: Extranjero de sí mismo

La proyección de esta película ha tenido un retraso de casi media hora cuando a una  parte del público presente – pues estaba la sala 11 del Nervión abarrotada con gente de pie, sentada en las escaleras y mucha aún esperando para entrar… – se le ha trasladado a otra para que hubiera dos proyecciones simultáneas pero, al no tener opción de subtitulado en ambas, tod@s hemos ido a parar a la misma, la mucho más amplia número 1. Un fallo que la organización deberá subsanar para no repetir el retraso y las incomodidades. Y ello en el primer día del Festival.

Volviendo a esta singular propuesta fílmica que nos ocupa, se trata de una libérrima versión autobiográfica de la peripecia vital y cinematográfica de su firmante – el actor, guionista, productor y cineasta palestino, con nacionalidad israelí, Elia Suleiman, cosecha del 60, con títulos como ‘Intervención divina’ (2002), Mención Especial del Jurado y Premio FIPRESCI de la crítica de ese año en Cannes – en clave tan delirante como surrealista y metafórica.

En efecto, con ecos de  Jacques Tati, Roy Andersson y Aki Kaurismaki, el realizador – una suerte de Buster Keaton silencioso, impasible e hierático – va trenzando retratos humanos y personajes, entre absurdos y ferozmente críticos, situándose él mismo como protagonista y alter ego de l@s espectadores-as a quienes nos es dado contemplar la  disparatada, cáustica e irreverente tragicomedia humana que se representa tanto en Nazareth, París o Nueva York ante sus y nuestros ojos.

Un relato fílmico que rompe cualquier cliché con respecto al cine comprometido y militante de su país secuestrado, pero que contiene notables cargas de profundidad. El arranque y el final son apabullantes, pero tiene desajustes de ritmo y una cierta arbitrariedad en su contenido, capaz de altas cotas pero también de toscas metáforas y clichés. Carne de Festival al ciento por ciento.

Y, desde luego, debe verse.

SEFF, 16 Edición. Sección Oficial y de Apertura. Toma 1. ‘Madre’: La memoria del agua

Este intenso, elegante, sutil, por momentos desaforado, inquietante, y a veces tan errático como su protagonista, largometraje del guionista y realizador Rodrigo Sorogoyen – cosecha del 81, con títulos tan a tener en cuenta en su filmografía como ‘Stockholm’ (2013), ‘Que Dios nos perdone’ (2016) y ‘El reino’ 82018) – parte de un excelente corto homónimo, fechado en 2017 y rodado prácticamente en un plano secuencia, que fue nominado al Oscar y que ganó el Goya en su categoría.

En él, a través de una conversación telefónica aparentemente banal, entre una mujer, a la que acompaña en su casa su progenitora, con su hijo de seis – que está de vacaciones con su padre y ex de ella – va desvelándose la terrible situación en la que se encuentra el niño aislado y con un hombre que le acecha en una playa francesa… Esta película retoma la historia y a su personaje central – una eminente Marta Nieto, en una compleja y díficil composición, por la que todos los reconocimientos le son debidos –  en ambos casos 10 años después. Y lo hace usando, en una inteligente solución narrativa y de recordatorio, el corto completo como flashback,

Una década en la que Elena, de 39, está instalada en tales país y localización, regentando un bar, habiendo rehecho su vida sentimental pero muerta en vida: aún más delgada, exangüe, apática, aunque de alguna manera integrada en una normalidad aparente. Con una pareja, excelente también Álex Brendemühl, que la sobreprotege, la presiona y la controla, de modo condescendiente y paternalista, si bien volcado en ella, aunque no compartan casa por decisión de la mujer.

Tal modus vivendi en un microcosmos en la que la historia de esta madre es conocida pero respetada, con alguna excepción y un alias despectivo, continúa con sus tonalidades grises de hastío y desesperanza. Hasta que un día un veraneante adolescente le trae recuerdos del pasado y remueve un interés perdido. Comienza a seguirle y a establecer una suerte de amistad sentimental con él vivida por cada uno con diferentes expectativas. Un vínculo que afectará a su compañero, a las amistades, a la familia del chico y …

Mientras que el corto condensaba este drama con un climax cada vez más aterrador y exasperado, aquí el tiempo y el ritmo son otros, aunque los inevitables estallidos estén presentes. Con el tempo de ese mar y esa playa, bellísimos e infinitos, tan serenos como airados, filmados con la estilización marca de la casa, en su profundo azul y en su arena tan clara. Filmados, como los interiores, con tanto minimalismo y austeridad como profundidad de campo y expansión.

Pero sobre todas las cosas, Sorogoyen filma el duelo. Un duelo devastador por la pérdida irreparable, que hubiera debido o podido evitarse, de la que nadie puede salir indemne. De ahí, como eje del relato, seguimos los pasos, la negación, el silencio, los desvaríos, la resignación, la sumisión, la rebeldía y la desesperación de una criatura atormentada que sobrevive valientemente como puede pero a la que el destino le brinda la oportunidad, aunque sea cruzando ciertas líneas rojas, de redefinirse y afirmarse como mujer, como persona y como progenitora. Un final, tras ciertos balbuceos y bajones de ritmo que también corresponden a los del sufrimiento del personaje, esperanzador entre tanta oscuridad.

129 minutos de metraje. Escrita por el propio director y por Isabel Peña. Con una preciosa y matizada fotografía de Álex de Pablo y una banda sonora, que se integra muy bien en el relato, de Olivier Arson, ambos habituales del equipo del realizador, como la guionista, a la que quien esto firma le agradece enormemente su mirada de mujer. Del reparto, impecable, destacamos también la frescura y naturalidad de Jules Porier.

Emotiva, desgarradora, oscura, compleja, valiente, transgresora y a la postre, luminosa. Ni se les ocurra perdérsela.