Quien esto firma, cuando entra y sale del metro sevillano, – cosa que hace continuamente en este Festival – mira con dolor y rabia las fotos de la campaña institucional de la Junta de Andalucia con esas mujeres sonrientes y exultantes – modelos publicitarias en realidad de una clínica dental – con el lema: «Ella ha sufrido malos tratos, pero la vida siempre es más fuerte». Lema con el que se responsabiliza insidiosamente a las víctimas de sus propios sufrimientos y con el que se pretende banalizar y falsear los devastadores daños colaterales del terror machista.
Esto viene al caso al respecto de la película que nos ocupa – coproducción entre Holanda, Reino Unido, Bélgica e Irlanda, de 104 minutos de metraje, dirigida por la joven y prestigiosa guionista y directora holandesa Sacha Polak, cosecha del 82, quien también la ha escrito junto a Susie Farrell. La excelente fotografía la firma Ruben Impens y la vibrante banda sonora, en la que suenan temas musicales muy potentes, Rutgers Reinders – en la que se nos cuenta la historia de una joven soltera, con una niña pequeña, que vive bajo los terribles efectos del, inesperado por ella y premeditado por él, alevoso ataque con ácido de su ex pareja.
Un terrible ataque con demoledoras consecuencias físicas, mentales, vitales, laborales y emocionales que se nos van desgranando a lo largo de este drama tan profundo como poco convencional de fondo y de forma. Varias operaciones a sus espaldas, una hija a quien asusta su aspecto; una abuela paterna que – insensiblemente y con la complicidad de su propia madre se empeña en verla como si nada hubiera pasado, llevándole recados del odioso progenitor. Una autoestima dañada en lo más profundo. Unas curas muy dolorosas. Unas operaciones aún pendientes. Una cirugía soñada, pero económicamente inalcanzable…
…Un cuerpo y una cara en los que no se reconoce. Una máscara que cura y que esconde. Una progenitora muy joven que quiere proteger a su nieta y propiciarle un ambiente estable. Una autoestima herida en lo más hondo. Una sexualidad imposible como no sea vía internet. Unas imágenes traidoras y humillantes. Unas cicatrices que se repudian. Unas pesadillas que acechan en la noche. Unas llamas que no son de pasión. Un Dios sucio, como el título, a quien culpar además de al responsable.
Unas noches en blanco, de música, de alcohol, de aturdimiento y de sustancias ilegales con colegas, pero no amig@s de verdad. Un deseo que se concreta y se pierde. Un trabajo que ordena, en el que encuentra a una buena compañera, pero en el que también es insultada. Una estafa, tras un hurto. Una clínica que nunca fue en otro país. Un juicio, un retomar la propia vida y aceptarse. Un…
Y todo ello contado con un ritmo trepidante. Con una puesta en escena lisérgica pero en la que se profundizan situaciones y personajes. Unas canciones que registran sentimientos. Unas emociones, y nunca mejor dicho…, a flor de piel.
Una protagonista excepcional – Vicky Knight, no profesional – cuyas cara, cuerpo y quemaduras son reales, ya que su familia sufrió, siendo ella pequeña, los ataques de un pirómano en su casa mientras dormían en el que fueron asesinados sus dos primos y el hombre que la salvó – que trabaja en la Unidad de Quemados del Hospital de Essex, donde fue tratada y que vivió experiencias muy parecidas. Una intérprete de excelencia a la que todos los reconocimientos le son debidos.
VÉANLA, NI SE LES OCURRA PERDÉRSELA.