Un conocido escritor y critico le sugirió a quien esto firma que eligera entre ver Nueva York o el MOMA. Y, tras pasar casi tres horas entre sus obras maestras, quien esto firma le dio la razón. Resulta una experiencia tan estimulante como intensa sumergirse en un espacio tan espectacular e imponente como este, el primero del mundo en su especie, en el que también proyectan ciclos de cine. Del georgiano, en este caso.
Por obvias razones de tiempo, se impone elegir y nos concentramos en tres de sus plantas. En ellas, nos codeamos de tú a tú con las glorias artísticas contemporáneas. Con lo mejor de cada casa en materia pictórica, sobre todo, pero también escultórica. Integradas, por supuesto, y de forma cronológica, en sus movimientos respectivos.
Todo un privilegio absoluto disfrutar del inmenso talento de gentes tan dotadas como Monet, Picasso, Matisse, Frida Kahlo, Hopper, Georgia Okeefe, Gauguin, Modigliani, Miró, Gris, Braque, Diego Rivera, Leger, Liechtenstein y un enorme punto y seguido. O del impresionismo, cubismo, surrealismo, futurismo, Dada, abstracto…
Y ahí no queda eso pues, en su precioso y singular patio, se exhiben esculturas de Calder, Henry Moore o el impactante Balzac, de Rodin. No hay palabras para describirlo.
Pero, en otro orden de cosas, las emociones no acaban aquí, pues, cumpliendo con un rito turístico ineludible, nos espera el clásico musical. A mediodía, y en la tercera fila del teatro Imperial de Broadway,nos disponemos a ver Los Miserables. Una representación vibrante y magnifica, con una excelente puesta en escena, un reparto en estado de gracia y con sus célebres temas tan conmovedores y poderosos, servidos por voces extraordinarias.
Las glorias del arte y la trágica belleza de la dignidad de la lucha de las criaturas más desheredadas, convierten a este día en otra jornada memorable.