Con una temperatura gélida en la sala -¡¡¡aire acondicionado potente en pleno noviembre!!!- arrancaron el Festival, la Sección Oficial y la apertura con este drama decimonónico, basado en la primera novela de Guy de Maupassant. Lo realiza Stéphane Brizé, cosecha del 66 – ‘La ley del mercado’, ‘No estoy hecho para ser amado’ o ‘Mademoiselle Chambon’ – quien, según sus propias palabras, ha pasado 20 años preparándolo y que ha añadido, parafraseando a Flaubert con su Madame Bovary, «Jeanne c’est moi».
Jeanne es la aristócrata protagonista. El hilo conductor de esta historia, la vida que se desarrolla ante nuestros ojos. Una vida que comienza cuando vuelve del convento en el que ha estado formándose a la manera femenina y religiosa de la época e inicia una vida dichosa en la mansión familiar, cuidando el huerto, paseando por la playa y teniendo como confidente y amiga a una doncella de su misma edad, criada por su misma nodriza. Entonces, aparece en escena un joven noble venido a menos del que se enamorará tan rendida como ingenuamente, contrayendo matrimonio con él. A partir de ese momento, su existencia dará un giro radical.
No es la intención de quien esto firma desvelar una trama tan larga como densa, tan compleja como sutil. Pero sí la de declarar que con su narrativa nada convencional, lenta y que huye de cualquier cliché o clasicismo en el tratamiento del relato, la película le ha parecido absorbente. Difícil y dura, ajena a cualquier complacencia, desafía al-la espectador-a, incomodándole e invitándole a asumir unas reglas del juego nada comunes. En el fondo y en la forma. En la puesta en escena y en la adaptación de la obra.
Y sí, el realizador se identifica con su protagonista, una prodigiosa Judith Chemla, a la que acompañan con talento Jean-Pierre Darroussin y Yolande Moreau, entre otr@s. Con una mujer con todas las promesas de futuro y de felicidad abiertas, si bien bajo la tutela paternal, y que se ve aprisionada por la tiranía de las normas sociales, religiosas, conyugales y maternales, por las leyes de un patriarcado opresor y tiránico que convierten sus sueños en pesadillas.
Este retrato de una dama, y sus crueles circunstancias, lo hace en 119 minutos de metraje. Con un espléndido guión que coescribe con Florence Vignon. Con una hermosísima fotografía, atenta a la naturaleza, a las estaciones y a los vaivenes emocionales del personaje central, de Antoine Héberlé y con piezas musicales que marcan los ritmos y las cadencias. Con saltos temporales arriesgados, hacia el pasado y el futuro, pero muy eficaces y potentes. Con ese final tan paradójicamente esperanzador.
Rétense a sí mism@s como espectadores-as y no se la pierdan.