La firmante de estas líneas ha tenido el privilegio de compartir casi media hora de esta mañana con la guionista y realizadora francesa Caroline Deruas, responsable de esta película que nos ocupa, que es también su ópera prima. Tal cosa ocurrió por la generosidad de la cineasta, que se prestó a resolver algunas dudas sobre el filme, sabiendo que no iba a ser una entrevista al uso. Un lujo y un honor el haber estado con ella y toda la gratitud, que es poca.
‘Daydreams’ o ‘L’indomptée’, su título original, es una producción de 82 minutos de metraje. El guión se debe a la directora y a Maud Ameline. La bellísima fotografía es de Pascale Marin y la música, un contrapunto necesario y un elemento, como la imagen, dramático más, de Nicola Piovani.
En ella, se describe la beca conseguida por un grupo de creadores-as para pasar un año en el marco majestuoso e incomparable de la Villa Médici de Roma. En él, destacan una escritora asfixiada por su marido, un autor de éxito cuya inspiración está en horas bajas, y una fotógrafa muy dotada que, además, es capaz de percibir los fantasmas de los ilustres personajes que habitaron allí. Ambas establecerán una relación ambivalente, pero estimulante y enriquecedora.
Caroline Deruas, como sus protagonistas, estuvo becada en tal lugar único y el flechazo fue tan inmediato como duradero. En ‘Daydreams’ se convierte en un personaje más, con sus preciosos rincones, sus jardines, sus estatuas, sus pinturas, su arquitectura, sus habitaciones, sus amplios salones… Con toda su inabarcable hermosura y grandiosidad. La mirada de esta autora consigue insuflarle más vida aún con una puesta en escena y una narrativa con toques surrealistas. Pero también con una suerte de estilo a lo ‘Nouvelle Vague’ contemporánea.
En ello, derrocha ingenio, creatividad e imaginación especialmente presentes en la primera mitad del metraje, en la que, además, hay una mirada feminista sobre la pareja citada que no deja al cónyuge de la escritora en un buen lugar, pues se muestra paternalista, condescendiente, controlador y violento. Los lazos entre las mujeres van estrechándose, mientras que los sueños diurnos se integran en el día a día y los trabajos creadores siguen su curso.
Lástima que esto no tenga equivalente, ni siquiera una solución narrativa dotada de una mínima coherencia, en la segunda parte. En ella, todo vuelve a la normalidad, aunque las cosas hayan cambiado, de una forma decepcionante. Y aunque la autora explicitó que ese final era afirmativo y que quería todo para la escritora – que, cierto, es que sale fortalecida y empoderada, si bien que ligada al detestable marido, que se supone ha evolucionado – sus argumentos no acabaron de convencer a quien esto firma. La fotógrafa, una criatura muy singular, tampoco acaba de salir muy bien parada
De todas formas, una propuesta hermosa, imaginativa y valiosa de fondo y forma que merece ser vista de todas, todas.