Pasado mañana, miércoles 2 de noviembre, a las 19.30, tendrá lugar la próxima sesión de nuestra tertulia de cine, ‘La Palabra y la Imagen’. Será, como es habitual, en la cuarta planta de La Casa del Libro de Sevilla, calle Velázquez. Debatiremos tres películas del máximo interés, cuyas críticas tienen en este blog.
A saber: ‘Tarde para la ira’, de Raúl Arévalo, ‘Que Dios nos perdone’, de Rodrigo Sorogoyen y ‘Yo, Daniel Blake’, de Ken Loach. Además, haremos recomendaciones para el Festival de Cine Europeo, que comienza este mismo viernes.
El crítico invitado, todo un lujo y un honor, será Álvaro de Luna – FilmAffinity, mundocritica.com – quien, por tercera vez, nos hará de magnifico introductor.
Promete muchísimo. La entrada es libre y no se la pueden perder. Les esperamos.
Al británico Ken Loach, cosecha del 36, no es necesario presentarlo. Por sus obras, por esa filmografía comprometida y honesta, a despecho de modas y corrientes, es tan conocido como respetado. Su posicionamiento con la ciudadanía más débil y machacada por un sistema impío es una de las señas de identidad que le configuran como autor.
‘Yo, Daniel Blake’ está en esa misma línea pero, si cabe, más amarga y desesperanzada aún, pues no hay lírica, ni épica, posible contra un status quo que atropella, sirviéndose de una burocracia deshumanizada y al servicio del poder, los legítimos derechos de l@s desheredad@s de la fortuna. Sirviéndose de unas ordenanzas y unas leyes, de una burocracia injusta e implacable que les maltratan sin piedad. Que desestiman sus justas apelaciones y reclamaciones, ignorando las circunstancias particulares y el factor humano.
La historia sigue al carpintero viudo que da nombre al título, de baja por un serio problema cardíaco, al que la administración conservadora le niega el subsidio, pese a los informes médicos, y le obliga a buscar un trabajo que no hay para justificar el cobro del paro. Deberá hacerlo on line, pese a no tener ordenador y a su desconocimiento informático y registrar cada uno de sus pasos, deberá… En estas, conoce y se solidariza con una joven madre soltera, con una niña y un niño, que atraviesa el mismo viacrucis. Juntos, afrontarán un camino durísimo y erizado de dificultades.
El realizador describe la lucha de estas dos bellas personas humilladas y ofendidas, en un terreno tan personal como político. Describe sus carencias de lo más elemental; su mutua y emocionante solidaridad; sus itinerarios por una ciudad en la que se les ha negado el sitio; sus aspiraciones a un futuro digno y mejor. Y lo hace con una sencillez tan demoledora como compleja y con una dureza conmovedora hasta las lágrimas. Con un aldabonazo en la sensibilidad y en la conciencia.
100 minutos de metraje. El guión lo firma su habitual y excelente Paul Laverty. La fotografía y la música, que sirven tan bien al dramatismo del relato, se deben respectivamente a Robbie Ryan y a George Fenton. Dave Johns y Hayley Squires, junto a los menores y al resto del reparto bordan sus papeles. Palma de Oro en Cannes y Premio del Público en San Sebastián. La comentaremos el miércoles que viene, 2 de noviembre, en nuestra tertulia de cine.
Hermosa, emotiva y desesperada crónica del capitalismo más salvaje, que culpa a las víctimas, nuestr@s semejantes, nuestr@s herman@s, de la miseria a la que les condena. Bajo ningún concepto pueden perdérsela.
Madrid, año de gracia de 2011, en plena canícula agosteña. Vísperas de una visita del Papa y contestación social, con el efervescente 15-M a la cabeza, en su centro histórico. Una mujer anciana, a la que siguen otras, es brutalmente violada y asesinada en la misma zona. La investigación de estos feroces crímenes seriales, por razones de seguridad, no debe trascender ni a los medios, ni filtrarse públicamente. Dos inspectores, a los que luego se añadirán otros dos compañeros, son los encargados de localizar al responsable, del que un experto traza el perfil psicológico. El abismo al que se asoman no es tan ajeno al de sus propias circunstancias personales.
Con estos mimbres, Rodrigo Sorogoyen – ‘Stockholm’ – debuta con fuerza en el cine de género con este thriller de 125 minutos de metraje, escrito por él mismo y por Isabel Peña, con una espléndida fotografía de Alejandro de Pablo y una desasosegante banda sonora de Oliver Arson, a las que se añaden una espectacular factura y un vibrante montaje, porque del reparto hablaremos luego. Mejor Guión en San Sebastián. Es una de las elegidas para debatir en nuestra próxima tertulia del miércoles que viene, 2 de noviembre.
Dotada de un muy buen pulso narrativo, describe sin anestesia una podredumbre moral de la que nadie se salva en ambos lados de la ley. El personaje detestable, y tan violento, del policía que interpreta con excelencia Roberto Álamo, no es tan diferente al miserable que están buscando. Por mucho que la complejidad con la que es retratado, le conceda una cierta redención postrera.
Pero tampoco el que aparentemente está en sus antípodas, su tímido, acomplejado y retraído colega, un magnífico Antonio de la Torre, se libera de unas pulsiones más que rechazables. La mirada que el director posa sobre estos servidores de la ley y sus mandos no es precisamente mitificadora, pero tampoco de antihéroes al uso de la novela negra, sino todo lo contrario. Son retratos crudos y desesperanzados, poblados de miserias e iniquidades.
Atroces también, en su visión tan descarnada, son los restos mortales de las víctimas. Mujeres ancianas que deseaban vivir y ser respetadas. Hay una de entre ellas que, por su fuerza, perspicacia y determinación, nos resulta especialmente próxima. En un protagonismo coral, si bien que con dos claros personajes centrales, se agradecen las presencias de Mónica López, María Ballesteros, José Luis García Pérez, Javier Pereira o Andrés Gertrúdix.
Para ir concluyendo, comentar que la feminista que esto firma lamenta que no se escriban, ni filmen, estas, y otras historias parecidas, con un claro protagonismo femenino. El tándem Elvira Mínguez y la secundaria aquí Mónica López, por poner uno de entre muchos ejemplos posibles. También deplora el pobre y manido recurso del «cherchez la femme» para explicar lo intolerable.
Y aunque la parafernalia del Sumo Pontífice, con sus multitudes peregrinas y sus adversarios ideológicos, no sea más que un mínimo telón de fondo, tal parece que su bendición urbi et orbi se convierte en su reverso más aciago. Intensa, despiadada, oscura, por momentos excesiva y valiente hasta en sus imperfecciones, debe verse de todas, todas. Y debatirse, recuérdenlo, el miércoles, 2 de noviembre.
Seis son las películas a destacar de entre la renovada oferta de estrenos de este viernes – aunque dos de ellas sean superproducciones comerciales y otra, española – que, además, se proyectan en versión original en todas o en algunas de sus sesiones. Consulten siempre días y horarios. Aparte de la de nuestro país, tres son estadounidenses y dos británicas, que mencionaremos por este orden.
La primera es la fantástica de acción y superhéroes ‘Doctor Strange’, de Scott Derrickson. Una adaptación del cómic homónimo de Marvel, que ha cosechado aplausos. Con un reparto de lujo, en el que destacan Benedict Cumberbacht, Rachel McAdams y Tilda Swinton.
La segunda es el thriller de terror sobrenatural ‘Ouija: El origen del mal’, de Mike Flanagan. Precuela de la saga ambientada en los años 60. La han calificado de sorpresa inesperada, aterradora e inteligente. Se impone comprobarlo.
La tercera bascula entre la comedia y el drama romántico y se inserta en el llamado cine independiente USA. Se trata de ‘Maggie’s plan’, de Rebecca Miller. Sobre una profesora, resuelta a ser madre soltera y con el donante perfecto, cuando se le declara un colega casado. Sus referencias son estupendas y debe verse.
La cuarta es el documental inglés ‘Oasis Supersonic’, de Mat Whitecross. Una mirada a la célebre banda y a la conflictiva relación entre los hermanos Gallagher que, al parecer, merece la pena.
La quinta es el estreno estrella para l@s amantes del cine. La también británica ‘Yo, Daniel Blake’, de Ken Loach. Palma de Oro en Cannes y Premio del Público en San Sebastián. Describe la solidaridad y amistad que se crea entre un carpintero con problemas cardíacos, al que le niegan el subsidio, y una madre soltera con dos hijos. De visión obligada. Es una de las elegidas para debatir en nuestra próxima tertulia de cine del miércoles que viene, 2 de noviembre.
Para terminar, la española ‘Que Dios nos perdone’, de Rodrigo Sorogoyen. La historia remite al Madrid del verano de 2011, en vísperas de la visita del Papa y con una fuerte contestación social. En este contexto, dos inspectores de policía tratan de descubrir a un peligroso asesino en serie. Protagonizan Antonio de la Torre y Roberto Álamo. No hay que perdérsela y es otra de las que debatiremos en nuestra tertulia.
El gerundense Isaki Lacuesta, cosecha del 75, es un escritor, guionista, profesor y realizador con un distinguido currículum filmográfico y reconocimientos tales en su haber como un Premio Fipresci, una Concha de Oro y un Premi Nacional de Cultura de Cine. Isa Campo, también catalana de la misma cosecha, es asimismo guionista, realizadora, productora y profesora. Ambos son los firmantes de ‘La próxima piel’, de cuya escritura también son responsables junto a Fran Araujo.
Más datos para su ficha técnica. 103 minutos de metraje. Su excelente fotografía es de Diego Dussuel y su música, tan ajustada al relato, de Gerard Gil. Cosechó cuatro importantes premios en el Festival de Málaga, entre ellos el Especial del Jurado. La historia da cuenta del regreso inesperado, ocho años después, de un adolescente, hijo perdido de una mujer viuda. El entorno familiar le acogerá, con excepción de la madre y su primo, con ciertas reservas y dudas sobre su verdadera identidad.
Por cierto, hablando de adolescentes, parece como si, para el cine y sus autores, no existieran más que los varones también en esta franja de edad. Las historias salvajes, tiernas, de pérdidas de la inocencia, al límite, tempestuosas, románticas, de iniciación al mundo adulto o conflictivas sólo las protagonizan ellos. En nuestras carteleras, con la película que nos ocupa, se cuentan tres de este tenor. Sus coetáneas siempre están condenadas a ser objetos amorosos o de deseo, amigas, o compañeras de clase o de pandilla, siempre en segundo término. Sexismo en estado puro.
Volviendo a la reseña, ‘La próxima piel’ plantea en principio, como muy bien comentó un crítico y amigo con el que coincidí en la sesión, un esfuerzo de credibilidad. La vuelta de ese niño, dadas las circunstancias de su desaparición y la edad que tenía entonces, desafía no poco a la lógica. Y al filo de esa lógica se mueve el filme. Pero también de esa ambigüedad extrae, paradójicamente, toda su fuerza.
Mezcla de drama familiar y thriller psicológico, la búsqueda de identidad y las raíces se ven confrontadas con la mirada turbia de la sospecha. Excelente, duro y lúcido retrato de personajes en un entorno tan hermoso como inquietante. Nunca esos paisajes y esos cielos resultaron tan vidriosos, tan grises y tan ásperos.
Tanto como una comunidad rural claustrofóbica y asfixiante, en la que los silencios y los engaños lo impregnan todo. Las miradas empáticas y generosas de un tutor y una mujer herida, pero abierta y cálida, allanarán el camino a la verdad que se abrirá paso, pese a todo. Aunque haya daños colaterales.
Esto lo saben narrar muy bien Lacuesta y Campo, evitando el tópico, el costumbrismo y el subrayado efectista. Un relato fílmico potente, naturalista, nada al uso, desasosegante e intenso servido por un excelente reparto en el que destaca un carismático Álex Monner y una Emma Suárez matizada y sensible. Bruno Todeschini y Sergi López sirven asimismo muy bien a sus tan opuestos caracteres.
Una vez escrito todo esto, es evidente que no deben perdérsela.
Post scriptum: La animalista que esto firma, no reseñó que en esta película hay una escena que somete a un perro a un estrés innecesario pero, a su vez, uno de los personajes le defiende y le hace justicia. No obstante, está en contra de esa utilización de las criaturas no humanas en los rodajes. Poblada de cazadores pero, a su entender, es crítica hacia ellos. Y también deja constancia del terrible trabajo del sacrificio en los mataderos. Escrito queda.
En Sevilla ahora, afortunadamente, pueden verse un mayor número de películas diferentes, no comerciales, transgresoras o minoritarias también en su versiones originales. Pero solo en algunos días y sesiones. Pero se proyectan en horarios no siempre asequibles. Pero suelen durar poco… Este es el caso de esta coproducción de Bélgica y Francia que nos ocupa, que solo tiene un pase a las 22.15. De entrada, si esta reseña les convence, intenten hacerse con ella por otras vías.
100 minutos de metraje. Firmada por Joachim Lafosse, cosecha del 75, con ‘Perder la razón’ y ‘Los caballeros blancos’ en su haber. El guión se debe a él mismo, junto a Fanny Burdino, Mazarine Pingeot y Thomas van Zuylen. La fotografía, a Jean-François Hensgens.
‘Después de nosotros’ es otro desafortunado titulo castellano para el mucho más preciso original ‘L’economie du couple’, o lo que es lo mismo, La economía de la pareja. Porque en este drama familiar, tan contenido como catártico, es, precisamente, el factor económico lo que mantiene la forzada convivencia de una pareja con dos hijas separada de hecho, pero que no ha firmado el divorcio.
Y no lo ha hecho por desacuerdos materiales. Una ha comprado el hogar conyugal, y el otro, sin trabajo, lo ha reformado. Ninguno se pone de acuerdo en la cantidad justa que debe percibir como resultado de su venta. Luego, el estancamiento de la situación es progresivamente más perverso, enconado e insidioso.
Lafosse dirige una mirada tan compleja como demoledora a una cohabitación insostenible cuando esa cosa llamada amor se acaba. Levanta un impío registro, sin efectismo alguno, de la descomposición resultante, con todo su cortejo de iniquidades. Peor aún, en este caso, cuando las personas adultas no están solas y hay dos menores sufriéndolo. Y lo hace valiéndose de una puesta en escena y un tratamientos elegantes, sugerentes, duros y claustrofóbicos.
Pero no iguala a los contendientes… Aunque al principio, él aparece como mucho más flexible, permisivo y encantador ante el-la espectador-a y ante sus propias hijas, frente a la estricta rigidez de ella. Algo evidente, sí, aunque el director no se permite ese cliché y ahonda en las razones. Entonces nos hace mirarlo con otros ojos y le vemos también como alguien irresponsable, intrusivo y dependiente, mientras que ella intenta ordenar su vida y la de sus hijas, siendo más autónoma y consecuente, luchando por su espacio y por su tiempo en la prisión doméstica que ambos sufren.
Un gran tour de force interpretativo entre Bérénice Bejo y Cédric Kahn, acompañados por las estupendas Jade y Margaux Soentjens y la no menos estimulante presencia de Marthe Keller. Lo dicho, háganse con ella y véanla.
Ira Sachs, estadounidense de la cosecha del 65 – guionista y realizador integrado y reconocido dentro del cine independiente, en cuyo currículum están ‘Keep the lights on’ y ‘Love is strange’ – aborda otra historia intimista en esta película que nos ocupa, de obvio y absurdo título castellano para ‘Little men’ (‘Hombrecitos’).
Precedida de excelentes críticas, narra la historia de dos chicos preadolescentes de distintas extracciones sociales, aunque muy afines, que acaban siendo vecinos y amigos, pero cuya relación es puesta a prueba por el alquiler de una tienda que enfrenta a la progenitora de uno con el padre, la madre y la tía del otro.
Aunque, se insiste, sus referencias son mayoritariamente positivas y su visión muy recomendable, quien esto firma lamenta discrepar con opiniones tan autorizadas. Y no es que no le reconozca sus valores de atrapar momentos de vida; de su ausencia de maniqueísmo al contemplar a personas, cargadas de razones, en conflicto sin que se muestre – aunque algo de eso hay – un enfrentamiento de clases al uso.
Y no es que no le reconozca la naturalidad – sin paternalismo, ni exasperaciones – con el que están retratados no solo los adolescentes protagonistas – excelentes Theo Taplitz y Michael Barbieri -, sino sus entornos y ambientes, singularmente en las clases y en los ensayos y representaciones teatrales. Y no es que no le reconozca su ausencia de crispación, aunque también de ironía, en la visión de las relaciones adultas.
Sí, pero… Se echan de menos el humor crítico y la causticidad, no solo fogonazos que saben a poco. Se echan de menos unas mayor coherencia y ritmo narrativos, lo que lleva a una dispersión en sus tramas, que pierden tanto interés como intensidad. En efecto, su tratamiento es tan ecléctico, por decirlo así, que equipara lo fundamental con lo accesorio, lo relevante con lo banal. De hecho, para quien esto firma, se entretiene más en lo segundo que en lo primero.
Se echa de menos una conclusión más potente y reveladora. Tanta sutileza le pasa factura. Sorprende también que al personaje perdedor, la estupenda Paulina García, se la refleje de forma tan antipática. Y que se desaproveche al del siempre competente Alfred Molina. Por otra parte, muy buenos trabajos de Greg Kinnear y Jennifer Ehle, mucho más matizados que los de su oponente.
85 minutos de metraje. El guión lo escriben Sachs y su habitual Mauricio Zacharias. La fotografía, muy cuidada, es de Óscar Durán. La música, algo cansina, de Dickon Hinchliffe. Escrito y reiterado queda que, con sus pros y sus contras, debe verse.
En esta entrada, primicia de la oferta de la cartelera de mañana, las películas de estreno, o al menos las seleccionadas por proyectarse también en versión original y que, en principio, revisten un mayor interés están habitadas por chicos varones pre y adolescentes, que viven situaciones conflictivas. Son tres. A saber y por este orden, una estadounidense, una francesa y la otra española, pero rodada en catalán.
La primera es ‘Verano en Brooklyn’, del conocido realizador independiente Ira Sachs. Un retrato minimalista y agridulce de dos chicos de 13 años cuya amistad es puesta a prueba por el enfrentamiento de sus familias. Buenas referencias y hay que verla.
La segunda es ‘Cuando se tienen 17 años’, del prestigioso André Techiné. Sobre dos jóvenes de dicha edad, acosador y acosado en el instituto por su opción sexual, que se ven forzados a convivir con la familia del segundo. Ha gustado bastante, en general, y no hay que perdérsela.
La tercera es ‘La próxima piel’, de Isaki Lacuesta e Isa Campo. Un duro y potente drama sobre la reaparición de un hijo perdido, que obtuvo cuatro premios en el Festival de Málaga, entre ellos el Especial del Jurado. Protagonizan Álex Monner, Sergi López y Emma Suárez y no debe obviarse.
Dos norteamericanas completan este grupo de las que se exhiben en su lengua materna, pero solo en algunos días y sesiones. ‘La chica del tren ‘, de Tate Taylor, basada en el bestseller homónimo de Paula Hawkins. Un tren, una mujer devastada y un misterio en el que se ve envuelta. Críticas muy dispares, pero se le puede dar una oportunidad. Con Emily Blunt en el personaje central.
Y el thriller de acción ‘El contable’, de Gavin O’Connor. Sobre un profesional de este campo y genio matemático, que lleva una doble vida. Con Ben Affleck y Anna Kendrick. Contraste de pareceres, predominando los negativos. Ustedes mismos-as.
Para terminar, la mexicana ‘Sabrás qué hacer conmigo’, de Katina Medina Mora. El complicado romance entre un hombre y una mujer cuyas vidas no son nada fáciles. Ha gustado mucho y debe ser vista.
En el Día de las Escritoras. Gracias a todas ellas por sus imprescindibles aportaciones en los campos de la novela, la poesía y el ensayo.
Emily Dickinson (1830-1886) , una de las poetas norteamericanas fundamentales, ha sido recreada para el cine por un guionista, novelista, actor y realizador tan singular y prestigioso como Terence Davies, cosecha del 45, en esta película de absurdo título castellano para ‘A quiet passion’. Un cineasta no convencional que hace un retrato nada convencional de una autora atípica y llena de talento.
Un retrato riguroso, valiente, sin concesión alguna de fondo o forma, duro, desasosegante y difícil de un personaje complejo, hija de su tiempo, pero que supo trascenderlo con su arte. Un retrato formalmente bellísimo, casi pictórico, de una factura y una puesta en escenas estilizadas, clásicas, refinadas y sutiles marca de la casa. Un retrato que nunca banaliza al personaje, ni lo convierte en arquetipo o símbolo de nada, sino que profundiza en su personalidad tan fascinante como rígida.
Un retrato que refleja, sustancialmente, los interiores domésticos en los que la protagonista se recluyó para escribir. Pero también la efervescencia de una pasión intelectual y creadora en la que la libertad de pensamiento chocaba con un puritanismo religioso de estirpe protestante. Todo ello volcado en sus versos, en sus relaciones filiales, fraternales y amistosas a través de recitados o de diálogos intensos y profundos ajenos tanto al costumbrismo como a la adaptación contemporánea.
El retrato de una vida única, desde la alegría de la juventud hasta la progresiva negrura de una madurez atormentada en un cuerpo doliente y enfermo, del que no se nos ahorra el pathos creciente hasta su desdichada conclusión. El retrato de su padre, que tan bien compone Keith Carradine, de su adorable hermana Lavinia, o Vinnie, que tan bien compone Jennifer Ehle, el de su hermano, el de su deliciosa amiga más íntima o el de su muy querida cuñada. El retrato del paso del tiempo con sus oprobios y crueldades, ejemplarmente mostrado en la elipsis de las fotografías familiares.
Producción británica de 2016. 125 minutos de denso metraje. El guión lo firma el propio director. La prodigiosa fotografía se debe a Florian Hoffmeister. Aparte de l@s mencionad@s tiene un reparto impecable, pero Cynthia Nixon está prodigiosa como Dickinson. Estamos, en resumen, ante un drama hermoso e insobornable, que merece ser visto. Una declaración de amor, un digno homenaje a una mujer única y a una artista excepcional.
Imaginen por un momento ser vigilad@s en sus llamadas telefónicas fijas; en sus muros y perfiles de las redes sociales; a través de sus móviles; en sus correos electrónicos; en sus transacciones bancarias o de cualquier otra índole. Imaginen también que ocurre lo propio con sus amistades y-o contactos y con l@s de otr@s en una red que espía hasta lo más recóndito de sus vidas, y que afecta a millones de personas en todo el planeta.
Todo ello, presuntamente, en nombre de la seguridad frente al terrorismo. Todo ello, en contra de derechos civiles y humanos fundamentales. Todo ello, o en su mayor parte, producto de varios muy sofisticados y secretos programas que nuestro protagonista contribuyó decisivamente a crear. Todo ello, comprometiendo a la intimidad y a la libertad de unas víctimas que ignoran que lo son.
Oliver Stone, cosecha del 46, guionista, productor y realizador de reconocida trayectoria, mantiene su mirada crítica con la realidad política y social de su país. Era inevitable que terminara centrándose en este personaje y esta historia. Historia y personaje que ya retratara con excelencia Laura Poitras en ‘Citizenfour’, reseñado en estas páginas, y que ganó, con todo merecimiento y entre otros muchos galardones, el Oscar 2014 al Mejor Largometraje Documental.
Precisamente arranca la película con la primera de las muchas entrevistas cruciales filmadas que la citada directora – a la que encarna aquí Melissa Leo – junto a los periodistas Glenn Greenwald y Ewen MacAskill, representados también por sendos actores – mantuvo con Snowden en un hotel de Hong Kong, materia prima de su documental.
A partir de este imprescindible homenaje a su predecesora, Stone se remonta a los principios del joven prodigio, fervoroso patriota y conservador hasta decir basta, en sus fallidos intentos de ingresar en las Fuerzas Especiales del Ejército norteamericano, en cuyos durísimos entrenamientos se rompió ambas piernas y hubo de ser licenciado. Más tarde, sus notables dotes para la informática le llevaron a ingresar en la Agencia Nacional de Seguridad y en la CIA. Hasta que..
El director retrata esa trayectoria combinando con acierto la óptica laboral-política, con la personal, ambas muy interrelacionadas. Su evolución ideológica. Su relación afectiva crucial, con una mujer tan leal como lúcida. Su enfermedad oculta. Su querencia por el cubo de Rubik. La visión impía de los prohombres del espionaje de su país. Y la de sus colegas y amigos, cínicos y-0 indiferentes a las consecuencias de sus actos, de su ‘obediencia debida’ a nivel civil.
En 134 minutos de metraje – con guión suyo y de Kieran Fitzgerald, sobre el libro de Luke Harding, con la estimable fotografía de Anthony Dod Mantle y contando con la complicidad de un reparto en el que sobresale un excelente Joseph Gordon Levitt, pero en el que también brillan los talentos de Shailene Woodley, Nicolas Cage o Tom Wilkinson – logra acercarnos a un héroe americano, a un hombre honesto y consecuente para quien, en sus propias palabras, «la ley no reemplaza a la conciencia, no quiero vivir en un mundo donde se registra todo lo que hago y digo»
Por dicha ética, por sus filtraciones tan arriesgadas como generosas, todo un servicio público, es un prófugo de la justicia de su país y está asilado en Rusia, de momento. Véanla.