Paco Cabezas es un guionista, productor y realizador de cine y televisión – ha dirigido capítulos de series como ‘El alienista’ o ‘American Gods’ – sevillano, de la cosecha del 76, afincado en Los Ángeles – entre cuya filmografía se pueden destacar títulos como ‘Aparecidos’ (2007), en la que, como en esta que nos va a ocupar, estaba Ruth Díaz, ‘Carne de neón’ (2010), protagonizada también, como esta que nos va a ocupar, por Mario Casas o ‘Mr Right’ (2015), producción estadounidense con un reparto en el que destacar a Sam Rockwell, Anna Kendrick o Tim Roth en las que ha basculado entre el terror sobrenatural, el crimen y la comedia negra, con el thriller como denominador común.
En ‘Adios’ – Sesión de Clausura del SEFF – vuelve a sus raíces sirviéndose también de este género en una historia de un preso que consigue un permiso para la primera comunión de su hija. Pero la muerte accidental de la niña destapa un oscuro entramado de corrupciones, bandas y narcotráfico. El padre y su familia buscan encontrar al-los culpables para vengarse, al tiempo que una inspectora de policía intenta, con todas las consecuencias y frente a las reticencias de sus compañeros y de los progenitores de la pequeña, aclarar el caso.
Con estos mimbres narrativos, Paco Cabezas articula un relato – en la opinión de quien esto firma – fallido en su conjunto, pero no exento de elementos de interés. Fallido en cuanto a su enfoque y a ser tan deudor de un efectismo espectacular, con las claves más tópicas del cine de género, bien filmadas pero esquemáticas y prescindibles en su aturrullamiento, que restan y no suman. Fallido en cuanto a los personajes secundarios, bien construídos e interpretados, pero a los que apenas se le concede voz, ni expresión, ni casi personalidad propias. Y hubiese sido conveniente conocerles más.
Interesante en la dimensión trágica, casi lorquiana en ocasiones, que emerge de aquellas escenas y secuencias en las que precisamente se ahonda en el drama íntimo de una familia, de un padre, de una madre, de un clan, que han perdido a la niña de sus ojos precisamente tras una fiesta. Precisamente cuando todo era felicidad, proyectos de futuro y celebración. Así, las rodadas en la habitación de la hija. Así, las de esa abuela imponente enfrentándose a sus enemigos – sola ante el peligro, estamos también aquí en el territorio del western – para permitir la huída de los suyos.
Interesante también el que esté localizada en el barrio más deprimido, conflictivo y marginal de una ciudad revelada en sus cloacas más tenebrosas de mafias y bandas, al margen de clichés turísticos. De las luchas de poder entre los miserables y también entre los representantes de la ley, aunque de entre estos haya algunos de trazos más gruesos. Y del de las mujeres de las que, salvo alguna excepción, se hace un retrato más que digno, empático y solidario en sus interrelaciones. Lástima que el desarrollo narrativo – articulado en epígrafes – solo añada confusión y dispersión al conjunto. Así como una conclusión un tanto apresurada y también forzada.
111 minutos de metraje. Escrita por su responsable junto a José Rodríguez, y miren por donde, Carmen Jiménez, nada que ver con esta firmante. Excelentemente fotografiada en sus claroscuros por Pau Esteve Birba y con una potente y dramática banda sonora de Zeltia Montes, en la que suenan temas de Triana y Los Chunguitos en las gargantas privilegiadas de Rocío Márquez y Rosalía. El reparto, atractivo y solvente que, en general, consigue que su andaluz sea creíble, con Natalia de Molina, Mario Casas, Ruth Díaz, Vicente Romero y Mona Martínez al frente, con un sólido Carlos Bardem que hace lo que puede con un personaje tópico y trillado.
Intensa, potente, desgarrada, excesiva, fallida en los aspectos citados pero valiosa en otros igualmente descritos es una película que debe ser vista.