Vittorio (1929_2018) y Paolo Taviani, cosecha del 31, dos hermanos de la hermosa región italiana de la Toscana, formaron un extraordinario tándem de escritores, productores y cineastas políticamente muy comprometidos, con títulos tan conocidos y reconocidos como, por citar sólo algunos: ‘San Michele aveva un gallo’ (1972), ‘Padre padrone’ (1977), que les valió la Palma de Oro y el Premio FIPRESCI en Cannes, ‘La notte di San Lorenzo’ (1982), que les valió el Gran Premio del Jurado, el Premio del Jurado Ecuménico también en Cannes y el David di Donatello a la Mejor Película, ‘César debe morir’ (2012) o ‘Una questione privata’ (2017) Fuente: Wikipedia.
Cinco años después de esta última citada, el superviviente, y ya nonagenario, Paolo Taviani, presenta en la Sección Oficial del Festival de Sevilla, un Festival que les concedió a él y a su hermano a quien está dedicada el Giraldillo de Honor en 2017, esta su última propuesta – con sabor a despedida aunque esperemos que no lo sea… – ‘Leonora addio’ con la que ha obtenido el prestigioso FIPRESCI, el Premio Internacional de la Crítica en Berlín.
La historia narra el extraordinario viaje de las cenizas del dramaturgo, novelista y escritor Luigi Pirandello, con todas sus vicisitudes, hasta su pueblo siciliano natal. Pero antes le vemos, así arranca la película, recogiendo el Nobel de Literatura que le fue concedido en 1934, con imágenes de archivo y en blanco y negro.
Y tres años después, en su casa de Roma y en su lecho de muerte se nos muestra atónito e incrédulo ante la brevedad de la vida, en una austera habitación recibiendo la visita de sus dos hijos y su hija que primero son niños, jóvenes, maduros y peinando canas cuando se acercan a su cama.
Luego, fascista como era desde 1924 en que pidió a Mussolini entrar en el Partido tras el asesinato de un opositor socialista… aunque luego su ambivalencia o lucidez le llevó a romper el carnet, Il Duce pretende hacerle un funeral de Estado, vestido con la camisa negra, pero en sus últimas voluntades dejó escrito que lo incineraran y llevaran sus cenizas a Agrigento, su localidad natal.
Paolo Taviani filma todo ello, con la voz en off del propio escritor y usando material de archivo muy bien mezclado con las rodadas por él, da cuenta como, diez años después de su muerte, se desenterraron sus cenizas para transportarlas desde la capital italiana al citado pueblo siciliano. Es una historia real como reales son todas las peripecias que la urna, un ánfora griega, embalada dentro una caja de madera, hubo de sufrir…
… Desde un vuelo en el que los pasajeros y el propio piloto se negaron a volar con un muerto a bordo, hasta un tren en el que la caja fue tomada en «préstamo» por unos jugadores de cartas, ante la alarma del concejal que la custodiaba. Luego, una vez en su destino, los representantes de la Iglesia se negaron a bendecirla hasta que no estuviera en un ataúd y sólo los había infantiles, lo cual provocó más de una burla entre quienes vieron pasar el cortejo.
Entre tales incidentes, se derramaron parte de ellas que un testigo recogió, arrojándolas al mar, momento en el que la película abandona el blanco y negro por el color con el que retrata el inmenso azul. Y culmina poniendo en imágenes un cuento del autor – llamado ‘El clavo’ y basado en un artículo periodístico – sobre el asesinato de una niña en Brooklyn a manos de un niño inmigrante italiano que, por otra serie de extrañas coincidencias, acabó en Estados Unidos y en ese lugar exacto. Que, pese a su acto criminal, le prometió a su víctima que no la olvidaría y que la visitaría su tumba cada año a partir de la cárcel. Así lo hizo.
Todo ello lo filma, se reitera, Paolo Taviani con un clasicismo de los que ya no se ven en el cine. Con un clasicismo de otra época, de su época de juventud. Lo que ocurre es que la película, que tiene tramos excelentes y emocionantes, irónicos y cáusticos, como de tragicomedia, tiene otros que carecen de interés.
Lo que ocurre es que la película está desestructurada y es irregular, pese a su impecable factura, a un trabajo técnico-artístico memorable y a la belleza de sus imágenes tanto en blanco y negro como en color, a su interesante de conjunción de las imágenes de archivo con su impecable reconstrucción para el rodaje. Pero aún así, podía haber sido redonda con todos sus valores y no lo es, no lo es, no lo es.
Pese a todo ello, el mayor respeto de esta firmante para un hombre de 90 años que ha rendido homenaje a un autor en sus antípodas ideológicas, a un hermano querido que se fue para siempre, a su pasado, a una época, a un tiempo y a un país, el de entonces, el suyo. Por cierto, ‘Leonora addio’ es el título de una novela corta de Pirandello, de 1910, que se integró en un volumen titulado ‘Novelas para un año’. Fuente: Wikipedia.
Producción italiana, de 90 minutos de metraje, que su director también escribe. Que está excelentemente fotografiada por Paolo Carnera y Simone Zampagni y que tiene una hermosísima banda sonora de Nicola Piovani, Entre su sólido reparto, destacar a Fabrizio Ferracane.
Deberían verla.