Dos amigos con nombres propios. Dos amigos llenos de talento. Dos amigos, de los que el mayor de ellos le doblaba la edad al menor. Dos amigos y colegas. Dos amigos, en el que uno, y su revista, le confirieron una nueva dimensión crítica en Europa a la obra del otro. Dos amigos cuya creatividad tomó derroteros muy diferentes. Dos amigos cuyos vínculos se estrecharon con una larga entrevista, que devino en un libro imprescindible.
Dos amigos, uno inglés, residente en Estados Unidos y el otro, francés. Dos amigos universalmente conocidos y reconocidos. Dos amigos cuya filmografía perdura. Dos amigos llamados Alfred Hitchcok y François Truffaut. De tales hombres, de tales cineastas, trata la cinta, de Special Screening , dirigida por Kent Jones – de 80 minutos de metraje, con guión de su firmante y de Serge Toubiana y música de Jeremiah Bornfield – ‘Hitchcok/Truffaut’, que conmemora, precisamente, el cincuentenario de la obra mítica e imprescindible del segundo en homenaje al primero.
Y así en este filme, tan cuidado, inteligente, divertido y estimulante, nos es dado oír las grabaciones originales de ese documento, único e irrepetible, en el que un maestro del cine interpela a otro sobre su ‘modus operandi’ fílmico, con una intérprete de por medio. Nos es dado, asimismo, ver las imágenes de estos dos hombres y de esta mujer, en torno a una mesa y a una grabadora, sonrientes y cómplices.
Nos es dado, además, el privilegio de escuchar a ilustres colegas de ambos, tales como, nada menos y entre otros, que Martin Scorsese, Richard Linklater, Wes Anderson, James Gray, David Fincher u Olivier Assayas, analizando la obra hitchockiana, mientras en pantalla aparecen esas escenas antológicas, que comentan con tanta sabiduría como lucidez. Mientras en pantalla aparecen Janet Leigh, Kim Novak, James Stewart, Ingrid Bergman, Grace Kelly o Cary Grant.
Nos es dado constatar el alcance del conocimiento y de la devoción que del y por el entrevistado sentía el entrevistador. Nos quedan para el recuerdo frases míticas del primero, tantas… Una, como ejemplo: ‘Un rostro no es nada, si la luz no lo toca’. Y también que no hubiera rodado como su colega cierta famosa escena de ‘Los cuatrocientos golpes’. Nos es dado disfrutar de unos títulos de crédito a la manera del protagonista y una banda sonora a la manera Herrmanniana.
Tras esas cincuenta horas de conversaciones, cincuenta años ha, los dos realizadores se hicieron muy amigos. Dos amigos. Mantenían contactos telefónicos y epistolares muy frecuentes y se consultaban sobre sus rodajes y proyectos. Ambos abandonaron este mundo, en el que siguen tan vigentes, con solo cuatro años de diferencia. Pero, mientras el primero era octogenario, al segundo lo fulminó un tumor cerebral implacable, con tan solo 52.
Este documental, de visión obligada y más que emotiva para cinéfilos-as, estudiantes, mitómanos-as y estudiosos-as es un auténtico regalo, una joya que no deberían perderse bajo ningún concepto.