Van a permitir a esta firmante que haga la crítica a esta primera película de la mañana de hoy, aunque las de ayer no vaya a obviarlas. Una película que es – según declaraciones de su coguionista, junto a Marek Sindelka y Jiri Soukup y realizador, el checo Václav Kadrnka, cosecha del 73 – la tercera parte, o el cierre, de la que él mismo califica como «trilogía de la ausencia de un ser querido». Las anteriores fueron ‘Eighty letters’ (2011) y ‘Little crusader? (2017), Mejor Película en Karlovy Vary, formando parte del concurso del SEFF de ese año.
‘Saving one who was dead’ es una coproducción entre la República Checa, Eslovaquia y Francia, de 90 minutos de metraje. La fotografía muy bien Raphäel O’Byrne y la desasosegante banda sonora corre a cargo de Irena y Vojtech Havlovi. Su impecable reparto lo forman Vojtech Dyk, Zuzana Mauréry y Petr Salavec.
Su formato es el 4:3, llamado popularmente formato fotográfico o formato retrato, que mantiene hasta que se abre en un final que no se revelará aquí. Su elección se debe, también según su director, a enfatizar el claustrofóbico y estrecho microcosmos en que sus tres personajes principales se encuentran.
Concretamente son madre, padre y un hijo adulto. Concretamente se trata de un hospital donde el progenitor está ingresado en estado de coma inducido, tras sufrir un derrame cerebral a causa de un coágulo. El hijo que, aunque su apariencia sea de salud y fortaleza física, lleva en su cuerpo unos electrodos que se dejan ver de tanto en tanto y que pueden sugerir el control de una posible cardiopatía. Tanto él como su progenitora intentan desesperadamente – aunque esté filmado con total estatismo y distanciamiento – rescatar al padre y esposo de las garras de una muerte cercana y probable.
Y lo hacen con técnicas – que se reiteran a lo largo del relato – que le instan a apretarles la mano, o asir una pequeña pelota o abrir los ojos. Le hacen saber que ambos están ahí, que no van a abandonarle, que creen que puede escucharles y que vuelva a la conciencia. Una vez que estas repeticiones se han demostrado inútiles, intentan remitirle a sus propias palabras y creencias sobre el proceso sanador del cuerpo y de las células cuando la voluntad está implicada.
Mientras tanto, nos es dado contemplar las camas de otros enfermos con mujeres de su familia atendiéndoles y otra haciendo repetir trabalenguas a un anciano. Mientras tanto, el cuadro médico muy numeroso, entre profesionales madur@s y estudiantes jóvenes, rinde visita a l@s pacientes y uno de ellos bromea pesadamente, reiterándolo en dos ocasiones, sobre cómo un golpe en la cabeza es la mejor forma de olvidar un amor… Tan sólo un joven con su mirada a la mujer y al hijo en torno a la cama del hombre, les muestra algo de empatía. Mientras tanto, los ascensores suben, bajan y tienen un papel crucial en la conclusión.
Mientras tanto, sueños, recuerdos y símbolos se mezclan en unos pasillos y alas del centro en obras que resultan tan inquietantes como premonitorias.
El tratamiento es distante, con planos fijos o dotados de profundidad de campo, e hierático como l@s propi@s protagonistas quienes no muestran emoción alguna en sus rostros congelados, más que la impaciencia, la presión de ese tiempo para ganarle tiempo a lo irreversible con la esperanza de una reacción. No obstante, su desesperación es obvia, como también lo es su amor por el enfermo y, tras ensayos fallidos de reanimación a través de palabras y órdenes, la mujer resuelve… y hasta aquí puede leerse para no hacer spoiler.
Otra película notable en un concurso más que digno. Otra película transgresora, que exige paciencia, apertura de mente y concentración en lo mostrado en pantalla. Y también en lo que no lo es, en el fuera de campo. Una película existencialista, llena de sugerencias y profundamente espiritual, que no religiosa.
Deberían verla.
excelente pelicula, lo mejor del SEFF 2021.
Una película notable y singular, sí.