SEFF 2022, 19 Edición. Las Nuevas Olas No Ficción, ‘Viagem ao Sol’: Memoria Histórica, memorias personales…

Una cineasta portuguesa, Susana de Sousa Dias y un cineasta austríaco, Ansgar Schäefer, han realizado este documental prodigioso que ya es, por derecho propio, uno de los mejores títulos del SEFF para esta firmante. Esta firmante la ha visto este mediodía, a las 12, con relativamente pocas personas en la sala. A esta firmante le interesó su sinopsis, un episodio histórico poco conocido: el viaje de 5.000 niñ@s austríac@s a Portugal con familias de acogida para recuperarse de la devastación y los traumas sufridos en la II Guerra Mundial y los contrastes y experiencias de todo tipo que experimentaron allí en esas casas, la mayoría muy acomodadas pero no todas…

Esta firmante esperaba un relato fílmico de este género más al uso, más convencional. Pero no, todo lo contrario. Maneja todo el tiempo imágenes de archivo, muy bien montadas y estructuradas. Sobre ellas, las voces en off de las y los protagonistas, sobre todo las niñas, que relatan, como personas adultas sus impresiones tan afectivas como demoledoramente críticas de los desastres de la contienda en sus propias ciudades, barrios y casas.

Mientras ell@s – se reitera sobre todo chicas, las menores son las grandes protagonistas, pero también ellos por supuesto – reflexionan se nos muestra esta destrucción citada en filmaciones tan impactantes como serenas e hipnóticas, sin subrayado alguno, ni música tampoco, porque no la necesitan. Tan sólo las voces de quienes eran menores cuando todo ocurrió que, con la misma calma aunque a veces se rompen con la emoción, nos relatan el horror de los daños colaterales: «no había sitio dónde pudiéramos jugar…»

Luego, poco a poco, vamos viendo cómo las personas adultas restauran, con mínimos medios, los restos del naufragio bélico. Barriendo el polvo, de las calles, recogiendo cascotes, salvando los enseres que quedan. Y algo después, sin prisas, tomándose su tiempo, el viaje infantil con el desgarro de las despedidas. Se nos muestran sus caritas, serias, dolidas, expectantes, sonrientes y se nos muestran, como las anteriores, a imagen completa u ocupando tan sólo un recuadro en la pantalla.

Cinco días en tren, ocho en barco, divididos en estos tan diferentes medios de transporte. Una experiencia dura pues no podían descansar, ni lavarse, estaban hacinados y apenas comían, además de sentirse tan lejos de casa y de los suyos. Las voces nos cuentan, la pantalla lo corrobora, que llegan en silencio y con una seriedad extrema, que no corren, ni gritan y caminan ordenadamente.

La sorpresa es que no tienen familias decididas o convenidas de antemano. Les eligen los hombres y mujeres que van a acogerles en sus casas, «como en un mercado», reflexiona una de esas niñas de la guerra. Y las chicas son las favoritas, sobre todo las rubias de ojos azulados, lo que hace a un pequeño exclamar que pensaba que iba a quedarse sin un hogar en el que vivir.

Sus destinos son diferentes. Se ha escrito de que la mayor parte fueron a parar a entornos ricos y acomodados en grandes villas y con servicio. Pero no todos… un niño cuenta que nunca le cambiaron ni la ropa, ni los zapatos, que se le quedaron pequeños y le comprimían la circulación. Otro que le prohibieron salir y jugar, que pasaba sus días encerrado.

Afortunadamente fueron las excepciones. Lo vemos sobre todo en la experiencia de una chica con unas gentes, eso sí era bastante general, cálidas y afectivas, que les tocaban, abrazaban, acariciaban y besaban. Algo que no habían tenido en sus casas. Descubrieron también el sol por supuesto, hermoso plano mirando hacia el cielo y disfrutando de sus rayos, y las frutas que nunca habían comido y no conocían: plátanos y naranjas los engullían al principio con sus pieles y cáscaras…

Tras las luces, las sombras. Porque las mujeres y los hombres que nos hablan, que fueron las niñas y los niños del ayer de esta historia verdadera, rememoran y comparten, con los recuerdos de entonces y la lucidez de ahora, la esclavitud, a todos los efectos, del servicio doméstico de una de las casas – la cocinera se suicidó – trabajando a destajo y sin apenas derechos.

El horror del viaje a Fátima: «fue terrible, no saben leer, ni escribir y les dan rosarios». El idioma que aprenden, el portugués, y el que olvidan, el suyo propio. Las dificultades de comunicación como decir «puta» por «butter», mantequilla. Los fuertes apegos mutuos, muchos padres y madres quisieron adoptarlos. Una de ellas se suicidó al partir la chiquilla, su propia hija había muerto accidentalmente al caer en la chimenea, y al padre de acogida de otra, murió de un infarto tras despedirla…

La vuelta a casas y a progenitoras y progenitores más estrictos, más distantes, casi unos desconocidos. Luces y sombras de unos recuerdos, de unas Memorias tan rigurosas como sentidas, tan contenidas como intensamente emotivas, tan demoledoramente críticas como cercanas y universales.

Memorias de una Guerra y de sus terribles consecuencias y desgarros emocionales través de la mirada de los más inocentes, a través de unas imágenes de la época, hay mucho material inédito, tan bien editadas y estructuradas. Memorias íntimas e intensamente personales también, sobre todo a través de las cedidas por una de las niñas. Todo ello en un documental hermoso y terrible, sobrio, riguroso y austero, estremecedor, justo y necesario pero también conmovedor, que no cede nunca al chantaje emocional, ni al efectismo, ni a las trampas de la nostalgia.

Producción portuguesa de 109 minutos de metraje. La escriben los propios realizadores ya citados, ella y él. La fotografía, el material de archivo, está tratado con excelencia por Mário Espada y Nikolaus de Macedo Schäfer. La banda sonora, también notable que suena cuando debe y con los ruidos ambientales, la firma Didio Pestana.

Extraordinaria, extraordinario. NI SE LES OCURRA PERDÉRSELO.

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