Esta película polaca, de Tomasz Wasilewski, cosecha del 80, ganó el Mejor Guión en Berlín, ha sido nominada por la misma categoría en los Premios del Cine Europeo y cuenta con excelentes referencias. Siempre les advierto que la opinión de quien esto firma es una más, tan solo orientativa, porque, en este caso, gente muy cualificada y amiga de la crítica andaluza le han dado su aplauso. Ténganlo muy presente y véanla, en cualquier caso.
104 minutos de metraje. Su guión es del propio director y su excelente fotografía, filtrada de una luz negro azulada, que matiza los colores y es un elemento dramático más, de Oleg Mutu. Ambientada en los años 90, en un punto de inflexión política del país, narra las historias amorosas de cuatro mujeres, dos de las cuales son hermanas.
Porque estas historias de amor amargo las protagonizan ellas, pero el punto de vista de la cámara y de la escritura fílmica es masculina y, desde quien esto firma, bastante misógina, además. Dos retratos muy antipáticos y tendenciosos de dos de las protagonistas, que no tienen contrapunto masculino, ya que ellos están contemplados como las víctimas y el tercero, más bien patético. Esto le resta complejidad a un guión tan premiado y reconocido que, por otra parte, roza el esquematismo más maniqueo en muchos de sus enfoques.
Y lo hace, precisamente, porque en ellas se da la doble opresión religiosa y de la moral, la reputación al uso, como ciudadanas de una comunidad absolutamente católica. Y la de su condición femenina, en una sociedad machista. Estos factores, junto al contraste con la ‘apertura’ del régimen al consumo capitalista, hubieran merecido una óptica más atenta, justa, abierta y sensible.
Escrito queda y también que, en cualquier caso, debe ser vista.