SEFF, XV Edición. Sección Oficial. ‘Maya’: Entre dos mundos

La crítica, guionista y realizadora francesa Mia Hansen Love – cosecha del 81, con títulos tan notables en su haber como ‘Todo está perdonado’ (2007) Premio Louis Delluc a la ópera prima y ‘El porvenir’ (2016) Oso de Plata en Berlín – es la primera mirada de mujer que se proyecta en esta Sección Oficial. Una mirada de mujer que a quien esto firma le ha dejado una sensación agridulce, en la que luego va a entrar.

107 minutos de metraje. La escribe la propia Hansen Love y la fotografía maravillosamente Hélene Louvart. La historia sigue a un joven periodista, de 32 años, que es liberado, junto a un compañero, de un terrible secuestro en Siria. La vuelta a su realidad cotidiana no le resultará nada fácil dada su traumática experiencia, por lo que decide viajar a la India de sus orígenes donde volverá a ver a una adolescente, hija de su padrino, por la que desarrollará unos sentimientos correspondidos aunque inviables.

La sensación que ‘Maya’ le ha dejado a esta firmante es que en su interior habitaban muchas historias  y que la realizadora no ha optado, precisamente, ni por la más interesante, ni por la mejor. Hay temas tan solo insinuados de su estancia en París, de su relación anterior, de su shock postraumático, de su adicción y compromiso con los escenarios más conflictivos que hubieran podido, y debido, desarrollarse mejor.

Y en la India, también, con la figura de esa madre ausente, con nueva familia, una mujer interesante y tan desaprovechada… En cambio, el romance al que deja tiempo para nacer y desarrollarse y que trata delicada y sutilmente, a quien esto firma le ha dejado más bien fría y no le resulta nada convincente, ni en sí mismo, ni como terapia al drama vivido. Porque le falta una dimensión más intensa, profunda y conmovedora del amor imposible que ni Roman Kolinka, ni Aarshi Banerjee,  – correctos, bellos y refinados ambos – ni la propia Hansen Love, como última responsable, saben darle. Ni tampoco sus registros y matices.

Por supuesto, y como es marca de la casa, está maravillosa y elegantemente filmada. Nos regala una de las visiones más hermosas – puede que también más elitistas, como alguien le ha reprochado – y singulares del país asiático, muy lejos de sus clichés más oscuros y misérrimos. Todo un acierto, en ese sentido. Pero… quien esto firma se atiene a lo ya escrito.

Aunque, desde luego, está claro que hay que verla.

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