Archivo diario: noviembre 15, 2018

SEFF, XV Edición. Sección Oficial. ‘Atardecer’: Lo que va del hijo a la hija…

El escritor y cineasta húngaro László Nemes, cosecha del 77, impactó al mundo con su ópera prima ‘El hijo de Saul’ (2015), Gran Premio del Jurado en Cannes y Oscar a la Mejor Película de lengua no inglesa, entre otros muchos reconocimientos. Por ello, las expectativas ante la proyección de su segundo largometraje, ‘Atardecer’, hoy en la Sección Oficial eran enormes. Y el batacazo ha sido épico…

Coproducción húngaro-francesa – de 142 minutos de metraje, con guión del propio Nemes, Clara Royer y Matthieu Taponier, con una excelente fotografía de Mátyás Erdély y una buena partitura de László Melis – cuya historia sigue a una joven huérfana que vuelve a Budapest para trabajar en la sombrerería que fuera de sus padres, muertos en un incendio, pero el nuevo dueño no la acepta. Decidida a conseguir trabajo, descubre casualmente que tiene un hermano y otros secretos más oscuros…

Quien esto firma, no va a entretenerse demasiado con esta entrada – la decimoctava que publica desde que comenzó el Festival, Hojas de Ruta previas aparte – pues no merece mayormente la pena. Solo decirles que su puesta en escena repite determinados efectos visuales de la primera.

Solo decirles que su guión y su coherencia interna hacen aguas por todas partes . Sólo decirles que el relato no resuelve la mayor parte de los interrogantes que plantea. Solo decirles que sus ambiciones son inversamente proporcionales a sus logros. Solo decirles que es tan pretenciosa como vacía de contenido. Solo expresarles lo cuestionable de su inclusión en este Festival.

Lo que va del hijo a la hija… Ustedes mism@s.

 

SEFF, XV Edición. Sección Oficial. ‘M’: Cómplices y víctimas

La sexta mirada de mujer de la Sección Oficial, la de la guionista y directora francesa, de ascendencia judía, Yolande Zauberman, cosecha del 55, escribe, filma y fotografía en este documental de 106 minutos, la oscuridad de un recinto vetado hasta ahora a las cámaras. Este recinto es el de «la ciudad de los hombres de negro», el pueblo de Beni Brak, cercano a Tel Aviv, capital mundial de los hebreos ultraortodoxos.

Y lo hace teniendo como guía al M del título – guiño a Fritz Lang – Menahem Lang, crecido en ella y víctima de los terribles abusos sexuales en su infancia por parte de un respetado rabino. El resultado – con la rabia del protagonista, con su valor, generosidad, apertura y compromiso que da voz a lo innombrable provocando las confesiones de otras víctimas, mientras vemos escenas cotidianas, rituales, bailes y cánticos de la hermética comunidad – es irregular para quien esto firma.

En el saldo positivo, es una denuncia de la impunidad y libertad con la que estos depredadores sexuales han actuado sobre los menores más débiles e inocentes. De la complicidad con la que han contado. De la fragilidad y vulnerabilidad absoluta de las víctimas. De los aberrantes usos y costumbres de una teocracia en pequeño que se rige por unas normas tan estrictas como misóginas, oscurantistas y severas, que segregan a las mujeres aunque, irónicamente, tod@s parecen ser felices y vivir protegid@s en el mejor de los mundos…

… Hasta que las verdades se van desvelando. Hasta que conocemos no solo la pedofilia imperante, sino como el orden moral se introduce también en las alcobas. Un orden moral en el que muchos de sus valedores son grandes pervertidos. O delincuentes, que nunca pisarán una cárcel porque están muy respaldados e inspiran un miedo atávico disfrazado de respeto.

En este sentido es muy potente, catártica y digna de aplauso. El problema es que resulta, en muchos tramos, lineal y repetitiva. Con bastante dosis de exhibicionismo por parte de un protagonista tan coherente como, a veces, frívolo y banal, haciendo pública su carga terrible y compartiéndola. Lo que, para quien esto firma, diluye bastante la crítica a estos actos brutales que padecieron tanto él como un porcentaje alarmantemente alto de un grupo humano tan cerrado y endogámico.

El problema es que olvida a las mujeres. Las muestra apenas en sus espacios mínimos de los lugares de culto. En las calles de hombres solo presentes en tanto que esposas y madres. No les da voz, no escuchamos sus voces y de ellas apenas si se habla y, si se hace, es como referencia a los deseos masculinos. El problema es que muestra más perdón que vindicación de la justicia.

El problema es que, a pesar de parafrasear a Kafka antes de los títulos de crédito: «Estoy entre mis semejantes con un cuchillo para agredirlos, estoy entre mis semejantes con un cuchillo para protegerlos» a lo que añade sobre su largometraje : «Este es mi cuchillo», se siente honrada porque la hayan acogido…

Pero, por descontado, que no deberían perdérsela.

SEFF, XV Edición. Sección Oficial. ‘Dovlatov’: Censura versus talento

Serguei Dovlatov (1941-1990) fue un periodista y escritor ruso, muy crítico con el establishment soviético, que le censuró sus relatos y artículos, acabando por exiliarse a Nueva York en  donde sí fue reconocido y publicado. Murió tempranamente allí de una insuficiencia cardíaca. Datos muy resumidos de Wikipedia.

Alexey German Jr, cosecha del 76, y responsable de la temible ‘Under electric clouds (2015), aborda en esta muy particular biopic siete días en la vida del autor citado que tuvieron lugar en Leningrado, durante el otoño del 71, con Brezhnev en el poder, coincidiendo con los fastos oficiales del aniversario de la Revolución. Una semana en la que el realizador muestra el ambiente de artistas que rodeaba al personaje central, colectivo masculino plural, en la misma situación límite económica, profesional y vocacional que pesaba sobre él.

Traza un retrato demoledor de unas instituciones para las que » la creación era un peligro y la inteligencia, aterradora» en sus propias palabras en off. En el que la resistencia a las pautas estaba penada con el ostracismo más absoluto, en el que imperaba la censura de la libertad creadora en aras de los mensajes positivos que las autoridades querían transmitir a la población.

En el que para escribir debías pertenecer a la Unión de Periodistas Soviéticos y ello les abocaba a él y a sus amigos, poetas, pintores, prosistas de talento… a malvivir, a endeudarse, a beber en reuniones interminables en las que a veces llevaba a su hija – otra menor encantadora e inteligente de los tres vistas en este Concurso y citados en una crónica anterior – a trapichear con el mercado negro y a despreciar, a veces, muy injusta y esquemáticamente, como en el caso de sus ex, a quienes se sometían por mera supervivencia. La escena de los manuscritos de algunos de ellos, incluidos los del personaje central, tirados como basura y usados para las estufas es desoladora…

Por otra parte, la atmósfera de esta infelicidad generalizada, de esta falta de expectativas y casi de futuro la proporcionan la excelente fotografía de Lukasz Zal y el magnífico diseño de producción y decorados de Elena Okopnaya. La escribe el propio director y su metraje es de 126 minutos.

No carece de defectos, a veces peca de linealidad y de ciertas reiteraciones, pero su retrato de un tiempo, de un país y de algunos de sus conciudadanos más prestigiosos, y rescatados del ostracismo, merece la pena verse. Háganlo.