SEFF, XV Edición. Sección Oficial. ‘M’: Cómplices y víctimas

La sexta mirada de mujer de la Sección Oficial, la de la guionista y directora francesa, de ascendencia judía, Yolande Zauberman, cosecha del 55, escribe, filma y fotografía en este documental de 106 minutos, la oscuridad de un recinto vetado hasta ahora a las cámaras. Este recinto es el de «la ciudad de los hombres de negro», el pueblo de Beni Brak, cercano a Tel Aviv, capital mundial de los hebreos ultraortodoxos.

Y lo hace teniendo como guía al M del título – guiño a Fritz Lang – Menahem Lang, crecido en ella y víctima de los terribles abusos sexuales en su infancia por parte de un respetado rabino. El resultado – con la rabia del protagonista, con su valor, generosidad, apertura y compromiso que da voz a lo innombrable provocando las confesiones de otras víctimas, mientras vemos escenas cotidianas, rituales, bailes y cánticos de la hermética comunidad – es irregular para quien esto firma.

En el saldo positivo, es una denuncia de la impunidad y libertad con la que estos depredadores sexuales han actuado sobre los menores más débiles e inocentes. De la complicidad con la que han contado. De la fragilidad y vulnerabilidad absoluta de las víctimas. De los aberrantes usos y costumbres de una teocracia en pequeño que se rige por unas normas tan estrictas como misóginas, oscurantistas y severas, que segregan a las mujeres aunque, irónicamente, tod@s parecen ser felices y vivir protegid@s en el mejor de los mundos…

… Hasta que las verdades se van desvelando. Hasta que conocemos no solo la pedofilia imperante, sino como el orden moral se introduce también en las alcobas. Un orden moral en el que muchos de sus valedores son grandes pervertidos. O delincuentes, que nunca pisarán una cárcel porque están muy respaldados e inspiran un miedo atávico disfrazado de respeto.

En este sentido es muy potente, catártica y digna de aplauso. El problema es que resulta, en muchos tramos, lineal y repetitiva. Con bastante dosis de exhibicionismo por parte de un protagonista tan coherente como, a veces, frívolo y banal, haciendo pública su carga terrible y compartiéndola. Lo que, para quien esto firma, diluye bastante la crítica a estos actos brutales que padecieron tanto él como un porcentaje alarmantemente alto de un grupo humano tan cerrado y endogámico.

El problema es que olvida a las mujeres. Las muestra apenas en sus espacios mínimos de los lugares de culto. En las calles de hombres solo presentes en tanto que esposas y madres. No les da voz, no escuchamos sus voces y de ellas apenas si se habla y, si se hace, es como referencia a los deseos masculinos. El problema es que muestra más perdón que vindicación de la justicia.

El problema es que, a pesar de parafrasear a Kafka antes de los títulos de crédito: «Estoy entre mis semejantes con un cuchillo para agredirlos, estoy entre mis semejantes con un cuchillo para protegerlos» a lo que añade sobre su largometraje : «Este es mi cuchillo», se siente honrada porque la hayan acogido…

Pero, por descontado, que no deberían perdérsela.

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