Serguei Dovlatov (1941-1990) fue un periodista y escritor ruso, muy crítico con el establishment soviético, que le censuró sus relatos y artículos, acabando por exiliarse a Nueva York en donde sí fue reconocido y publicado. Murió tempranamente allí de una insuficiencia cardíaca. Datos muy resumidos de Wikipedia.
Alexey German Jr, cosecha del 76, y responsable de la temible ‘Under electric clouds (2015), aborda en esta muy particular biopic siete días en la vida del autor citado que tuvieron lugar en Leningrado, durante el otoño del 71, con Brezhnev en el poder, coincidiendo con los fastos oficiales del aniversario de la Revolución. Una semana en la que el realizador muestra el ambiente de artistas que rodeaba al personaje central, colectivo masculino plural, en la misma situación límite económica, profesional y vocacional que pesaba sobre él.
Traza un retrato demoledor de unas instituciones para las que » la creación era un peligro y la inteligencia, aterradora» en sus propias palabras en off. En el que la resistencia a las pautas estaba penada con el ostracismo más absoluto, en el que imperaba la censura de la libertad creadora en aras de los mensajes positivos que las autoridades querían transmitir a la población.
En el que para escribir debías pertenecer a la Unión de Periodistas Soviéticos y ello les abocaba a él y a sus amigos, poetas, pintores, prosistas de talento… a malvivir, a endeudarse, a beber en reuniones interminables en las que a veces llevaba a su hija – otra menor encantadora e inteligente de los tres vistas en este Concurso y citados en una crónica anterior – a trapichear con el mercado negro y a despreciar, a veces, muy injusta y esquemáticamente, como en el caso de sus ex, a quienes se sometían por mera supervivencia. La escena de los manuscritos de algunos de ellos, incluidos los del personaje central, tirados como basura y usados para las estufas es desoladora…
Por otra parte, la atmósfera de esta infelicidad generalizada, de esta falta de expectativas y casi de futuro la proporcionan la excelente fotografía de Lukasz Zal y el magnífico diseño de producción y decorados de Elena Okopnaya. La escribe el propio director y su metraje es de 126 minutos.
No carece de defectos, a veces peca de linealidad y de ciertas reiteraciones, pero su retrato de un tiempo, de un país y de algunos de sus conciudadanos más prestigiosos, y rescatados del ostracismo, merece la pena verse. Háganlo.