Javier Ruiz Caldera – Barcelona, cosecha del 76, responsable de ‘Spanish Movie’ y ‘ Promoción fantasma’ – inaugura esta décima edición del Festival de Cine Europeo y la Sección Oficial con esta su última propuesta que parece ser que ‘entusiasmó en Venecia’, y que se sale del esquema habitual de las cintas que suelen concursar en este y otros Certámenes. Ese aspecto es el único ‘rompedor’ que tiene un filme que, desde la opinión de quien esto firma, hace aguas por todas partes.
Veamos una investigadora treintañera, que trabaja con langostas…, ingenua y fracasada en el amor, con unas compañeras de equipo y una jefa que son unas auténticas arpías, es invitada, en el plazo de un mes, a las bodas de tres de sus ex, a cual más particular. El último, el que la acaba de plantar en plena celebración del matrimonio de una pareja amiga, teniendo como testig@s a tod@s l@s compañer@s de mesa. Un cirujano plástico y un becario la ayudarán a aclarar sus confusiones sentimentales…
Con un arranque brillante y divertido, la película naufraga estrepitosamente en esa imposible combinación de la voluntad de transgresión de lo políticamente correcto, que deviene en zafiedad maniquea, y en la pretendida y alocada desmitificación del género romántico, incurriendo en todos sus tópicos. Previsible, copista, facilona, esquemática son términos que se le pueden aplicar sin ninguna reserva. El que tenga, que los tiene, momentos ocurrentes y divertidos no la salva.
Su visión de las mujeres es, para empezar, de juzgado de guardia. O son unas arpías o unas zorras, o unas estereotipadas representantes del más sexista ‘eterno femenino’. O unas colgadas, o tontas pseudoingenuas – como la propia protagonista, una esforzada Inma Cuesta – quien, aunque tenga sus destellos, aún le falta madurar como actriz de comedia. Rossy de Palma se la merienda viva en las escenas que comparten, sin ir más lejos – a la que hasta su becario le tiene que hacer los deberes del laboratorio. Vamos a no hablar de las langostas… que quien esto firma es antiespecista y contraria a la experimentación animal. Dicho queda.
Tan burdo planteamiento de personajes lastra una historia en la que tampoco los caracteres masculinos salen bien parados. Pero tienen, salvo la excepción del más que encorsetado que encarna Quim Gutiérrez, una cierta ternura y un toque entrañable que se les niega a los femeninos, con excepción del aunque excesivo, más divertido, de Rossy de Palma.
Sonrojantes son los dejá vu , de copio y pego, que la pueblan. El todo vale de los momentos estelares del cine norteamericano pasa hasta por plagiar un momento antológico de ‘La fiera de mi niña’… Y luego están las caídas de ritmo, los desfallecimientos de un guión lleno de oquedades y vacíos. Entre guiños facilones y tiempos muertos va transcurriendo un metraje alargado que presenta un país tan irreal, habitado por gentes sin consistencia alguna que no resisten el más mínimo análisis. Pretende ser irónica y corrosiva y se queda en una triste pompa de jabón. Con buena factura, eso sí. Al servicio de nada.
Pero a tenor de los aplausos recibidos al finalizar su proyección, se le puede augurar una buena carrera comercial. Apena ver a profesionales de talento en esta empresa, tanto en el equipo técnico como en el artístico. En fin…